¿Deserción escolar o exclusión?: Alejandra Arratia advierte que alza en las cifras "llama a un acuerdo transversal y una coordinación interministerial"

La directora ejecutiva de Educación 2020 sostuvo que se considera poco la diversidad en los niveles de aprendizaje. Y también se debería replantear el rol docente: "Facilitar un proceso reflexivo y de análisis crítico del conocimiento".

La directora ejecutiva de Educación 2020 sostuvo que se considera poco la diversidad en los niveles de aprendizaje. Y también se debería replantear el rol docente: "Facilitar un proceso reflexivo y de análisis crítico del conocimiento".

En la segunda semana de noviembre 2022 el Ministerio de Educación publicó dramáticas cifras sobre la deserción escolar. De acuerdo con el Centro de Estudios del Mineduc, 50.529 los alumnos que estaban inscritos en 2021, no lo hicieron este año. Es decir, la cifra aumentó en un 24% respecto del 2019. Además, se informó que 227.000 estudiantes de entre 5 y 24 años salieron del sistema escolar entre 2004 y 2021.

En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, la directora ejecutiva de Educación 2020, Alejandra Arratia, aclaró que la fundación considera que el término de “deserción escolar” no está bien utilizado en este caso, debido a que ser un desertor o desertora tiene que ver con que “la persona quisiera salirse” o “tomó la decisión de salirse” de la escuela.

“Lo que ocurre en el sistema educativo la mayoría de las veces es que las niñas, niños y jóvenes terminan saliéndose porque se dan una serie de pasos previos que de alguna manera dan paso a este proceso de desvinculación de la escuela que conlleva a que el chico o chica no se matricula el año siguiente”, explicó.

Arratia reconoció la importancia de conocer y analizar las cifras. Así, expuso que en una mesa de trabajo en la que participó Educación 2020 con otras organizaciones pertinentes en conjunto con el Gobierno durante el 2020, proyectaban una deserción mucho mayor.

La ex coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación señaló que la pandemia tuvo un impacto tremendo desde el punto de vista socioeconómico y en salud mental, dado que la depresión y crisis de angustia aumentó en niñas, niños y jóvenes, lo cual también estuvo ligado a los procesos de duelo que muchos tuvieron que vivir, debido a las más de 16 mil muertes que causó el virus en su primer año en el país.

“Teníamos conciencia de que se estaba generando un terreno fértil para la exclusión educativa que era complejo y peligroso. Los datos lo confirman, y desde Educación 2020 decimos que de alguna manera nos llaman a tener un acuerdo  transversal de cómo nos alineamos todos para poder resguardar el derecho a la educación de estos 50.529  jóvenes“, manifestó Arratia.

En ese sentido, planteó que la tarea de bajar los índices de exclusión escolar requiere de coordinación interministerial, al menos entre los ministerios de Desarrollo Social, Salud, Educación y Hacienda. “¿Cómo vemos a los niños que requieren apoyo desde el lado salud? Sobre todo en ámbitos más psicosociales, hay casos en que se va a requerir una derivación. Es importante que se entienda eso, porque si tienes a la escuela regular recibiendo a los niños, pero los niños no tienen los tratamiento adecuados y apoyos que necesitan, le estás pidiendo a la escuela algo que es muy difícil que pueda hacer”, opinó.

Alejandra Arratia

Alejandra Arratia

La misma educación hace más de 100 años

A juicio de la organización civil, Educación 2020, hay tres elementos que permiten entender la crisis que vive el sistema educativo del país. Lo primero, la educación está pensada igual que hace cien años. “Está pensada en una lógica de homogeneidad en que todos los niños de un curso son iguales y están en el mismo nivel de aprendizaje. Se abraza poco la diversidad en la escuela”, afirmó su directora ejecutiva.

Los niños y niñas que están un poco más adelantados o atrasados en su aprendizaje quedan con una experiencia formativa que no es pertinente para ellos, lo cual les genera frustración, así como sensación de incapacidad en sus habilidades y sensación de abandono de parte de la escuela.

Lo segundo, es cómo se establecen las  relaciones de poder en la escuela. La experta en educación sostuvo que en el contexto de escolaridad en general las relaciones son “históricamente bien verticales”, en donde la legitimidad de la autoridad radica en el conocimiento que brinda el profesor o profesora. “De alguna manera eso ha cambiado un poco, producto de la sociedad del conocimiento e internet. Todas esas cosas permiten un acceso al conocimiento distinto a como era antes”, dijo.

En ese sentido, la también académica del Diplomado en Medición y Evaluación de Aprendizajes de la Universidad Católica comentó que aquello significa que en muchas ocasiones se debe replantear el rol docente, “más que desde la perspectiva de quien entrega el conocimiento, desde la perspectiva de quien facilita un proceso reflexivo y de análisis crítico del conocimiento“.

En tercer lugar, Arratia recalcó que  se sigue pensando en una educación formativa que le cuesta ver a los estudiantes desde su integralidad, porque muchas veces se analiza el comportamiento de alumnos y alumnas según su desempeño diferenciado en matemática, lenguaje, arte o en otra materia, y no se ve al niño o niña como un todo.

“Eso hace que el tema de cómo construir sentido integrando distintas asignaturas y poniendo en práctica sus aprendizajes para aplicarlo en un contexto de la vida real, es algo que se ve poco”, mencionó.

Asimismo, la especialista en educación destacó que la escuela es el espacio en que como sociedad ayudamos a que las personas puedan desarrollar todas las competencias y habilidades que se requieren para vivir. Por lo mismo, precisó que es necesario que en el trabajo transversal desde los distintos profesionales vinculados al mundo de la educación, se pueda plantear cómo es posible potenciar la reflexión en niñas, niños y jóvenes respecto al sentido de lo que se aprende en la escuela.





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