Al cierre de la conferencia el viernes, la canciller panameña, Janaina Tewaney, anunció que se sellaron “341 nuevos compromisos” para combatir la contaminación, la pesca ilegal y otras amenazas al mar, que implican fondos por 19.970 millones de dólares.
En ese foro, Francia anunció que se sumó al “corredor” de conservación en el Pacífico Tropical, creado por Estados Unidos, Panamá y Fiyi, para “ampliar la cooperación al servicio de la protección de los océanos y de la biodiversidad marina”, según el secretario de Estado francés para el Mar, Hervé Berville.
En diciembre, el conjunto de los gobiernos del mundo se comprometió a proteger el 30% de las tierras y océanos para 2030. Un desafío imposible sin incluir la altamar, de la que solo está protegida en torno al 1%.
La altamar comienza donde terminan las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de los Estados, a un máximo de 200 millas náuticas (370 km) de la costa, por lo que no está bajo jurisdicción de ningún país.
Pese a que representa más del 60% de los océanos y casi la mitad del planeta, ha sido ignorada durante mucho tiempo ya que la atención se ha centrado en las zonas costeras y las especies emblemáticas.
Carrera contrarreloj en la ONU
En paralelo, los países miembros de la ONU seguían trabajando el sábado por la mañana, tras una noche en vela, para intentar superar sus divisiones y alcanzar un tratado que proteja la altamar, un tesoro frágil y vital que abarca la mitad del planeta.
Tras quince años de intercambios informales y formales, los negociadores sobrepasaron ya de varias horas las dos semanas de la tercera ronda de diálogos en menos de un año en Nueva York.
Las negociaciones han sido una montaña rusa en los últimos días, y el sábado por la mañana los delegados seguían reunidos a puerta cerrada.
“Todavía tenemos que aclarar algunas cuestiones, pero estamos avanzando y las delegaciones están mostrando flexibilidad”, aseguró la presidenta de la conferencia, Rena Lee, en una breve sesión plenaria celebrada hacia la 01H30 de la madrugada local.
El capítulo altamente político del reparto de los potenciales beneficios procedentes de los recursos marinos genéticos estaba ausente del último proyecto de texto.
“Está claro que siguen intentando con todas sus fuerzas conseguir un tratado hoy, de lo contrario ya habrían tirado la toalla”, estimó Nathalie Rey, de la Alianza de Alta Mar, que agrupa a unas cuarenta ONG.