La solicitud hecha por Estocolmo y Finlandia en mayo de 2022 ya había sido aprobada apenas un mes después, durante la cumbre de la OTAN en Madrid, aunque tan sólo luego que Turquía levantara a última hora su veto a Estocolmo y Helsinki a cambio de determinadas condiciones relativas a los refugiados kurdistanos acogidos por ambos países, a los que Ankara considera “terroristas”, condiciones que debieron ser plasmadas en un acuerdo especial. Además y no menor, este ingreso supone por sobre otras consideraciones, un importante espaldarazo a los planes de Washington en su empeño por contar con el apoyo de toda Europa a la pugna geopolítica con Rusia que lleva adelante.
Aunque, paradójicamente, el ingreso de Suecia a la Alianza Atlántica aprobado ahora puede elevar el riesgo para Estocolmo de ponerse en la mira de Vladimir Putin, quien ha venido insistiendo desde el principio del conflicto que la ampliación de la Alianza Atlántica hacia el Este es una amenaza para el Kremlin, precisamente uno de los argumentos esgrimidos por Moscú para la “operación militar especial” en la vecina Ucrania. Pero lo cierto es que, al menos hasta ahora, veintiocho de los treinta países miembros de la OTAN han ratificado el acuerdo de admisibilidad para ambas naciones, pese a que aún no lo han hecho ni Turquía ni Hungría.
Capítulo aparte merece la actitud de Budapest, considerado por Estados Unidos y sus socios como “el principal aliado de Rusia en Europa occidental”. De hecho, este mismo jueves, el gobierno húngaro, a través de su ministro del Interior, Gergely Gúlyas, declaró en relación a la orden de captura que la Corte Penal Internacional (CPI) emitió contra Putin esta semana, que el líder ruso no podría ser detenido en suelo magiar porque Hungría no ha ratificado el Estatuto de Roma -fundamento de la CPI- por considerarlo “inconstitucional”.
Por su parte, el Gobierno sueco confía en que el ingreso a la OTAN se formalice en julio, durante la cumbre de la Alianza en Vilnius, la capital lituana. No obstante, en la oposición, el Partido Socialdemócrata que inició el proceso de adhesión en 2022 y que ahora también votó a favor de la adhesión a la OTAN (contradiciendo la histórica y admirada tradición de neutralidad que la misma Socialdemocracia sueca había sostenido y defendido férreamente hasta aquí), se mostró escéptico e instó al Ejecutivo a no dar nada por sentado.
Pero, además, hay que considerar las advertencias de Putin de que “la expansión de la infraestructura militar” de la Alianza en la Europa del norte “provocará una respuesta de Moscú que irá en proporción de las amenazas recibidas”. En tal sentido, la adhesión de Suecia y Finlandia a la Alianza Noratlántica significará un aumento de los ya abultados presupuestos de Defensa en ambas naciones, los que actualmente rondan el 1,3% del Producto Interno Bruto. Y, casi con toda seguridad, desatará un movimiento de tropas sobre las fronteras rusas, así como un probable aumento de los ciberataques contra los intereses de Helsinki y Estocolmo como respuesta de Moscú.
No obstante, hay que recordar que en la práctica, Finlandia y Suecia ya se habían acercado muchísimo a la OTAN en los años 90, según señaló a BBC Mundo el experto en relaciones internacionales del King’s College de Londres, Pablo de Orellana. Y pone como ejemplo de colaboración de ambos países los ejercicios marítimos y aéreos de la OTAN en el norte de Europa, donde “Suecia y Finlandia participaron siempre”, señala. De hecho, agrega, ya en 2014, después de la invasión rusa a Crimea, ambos países aumentaron su colaboración formal a pesar de seguir siendo aliados externos. Incluso, el propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se refirió a ambas naciones como “los socios más cercanos” a la alianza militar de los países de Europa Occidental que lidera Estados Unidos.
Pero, ¿que implica ser miembro de la OTAN? En lo fundamental significa la posibilidad de invocar el Artículo 5 de la Carta del pacto Noratlántico, es decir, aquel referido a la defensa colectiva, lo que implica que un ataque contra un integrante de la Alianza sería considerado como un ataque al resto de los países miembros. De modo que “lo único que le falta realmente a Suecia y Finlandia es el derecho a invocar el Artículo 5. Todo el resto de los requisitos principales ya los están cumpliendo”, agrega Orellana. Entre ellos, destinar al menos el 2% del PIB a gastos de defensa, algo con lo que Finlandia ya cumple y que Suecia se ha comprometido a alcanzar para los próximos años.
Pareciera que definitivamente el mundo ha entrado en un nuevo escenario geopolítico e histórico a partir de la invasión rusa a Ucrania. Hace tan sólo un par de años, ni los espectadores internacionales, ni los expertos en materias relacionadas con seguridad y defensa, habrían imaginado que Suecia y Finlandia pondrían tan lamentable fin a su histórica y admirada posición de neutralidad internacional al ingresar a la OTAN.