–¡Consulte casero!– grita una vendedora detrás del mostrador, con un claro acento venezolano. Es lo primero que se escucha al entrar en el Matadero de Franklin. Su nombre es Joemil Altamar, tiene 36 años, efectivamente es venezolana, de Maracaibo. Llegó hace cinco años a Chile y ha trabajado en la misma fiambrería por tres años seguidos.
“Es mi ambiente laboral. Cuento con un buen jefe, buenos compañeros, tengo buen ambiente, los clientes que ya conozco hace tiempo son super chéveres, la verdad mi ambiente laboral aquí es súper cómodo”, comentó con emoción en su rostro.
Es un barrio peligroso o poco querido, un espacio olvidado y con olor a sumidero, oscuro pero transitado por quienes buscan un aliño o un trozo de carne. Nueva York tiene su Barrio Chino, Boston su Barrio Irlandés, París su Barrio Latino, pero Chile tiene el barrio Franklin.
El Matadero Franklin se formó en torno a la calle San Diego y Franklin a mediados del Siglo XIX. En la actualidad, sus carnes, fiambres y restaurantes de comida casera o rápida, lo han convertido en un sector frecuentaddo, sobre todo por los sectores más precarios, para quienes comer aquí es mucho más económico.
En la actualidad el Barrio Matadero-Franklin se configura con un área residencial y otra de comercio, servicios y empleo. En el sector hay dos estaciones de metro, además de dos corredores especiales para buses en las avenidas principales. El mercado Franklin se ha caracterizado por su capacidad para adaptarse ante cualquier situación, así mismo lo ha hecho en la actualidad con el fenómeno de la migración y por tanto con la llegada de migrantes peruanos, bolivianos, venezolanos, colombianos y haitianos.
A medida que la población extranjera se ha incorporado a las dinámicas del mercado como clientes, trabajadores, independientes o asalariados, la diversidad de productos y materias que se pueden encontrar en Franklin se ha ido modificando, tanto en la variedad de comidas que se pueden degustar, hasta los productos que están a la venta. Asimismo, Franklin en estos últimos años ha resultado ser un espacio de diversidad cultural en el cual se pueden ver modificadas las relaciones sociales, personales e interpersonales, incluso los gritos típicos para promocionar un producto han tomado otro sonido, otro aire y se han nutrido de diversas lenguas y acentos.
Desde la perspectiva sociológica, la académica y coordinadora de la cátedra de racismos y migraciones de la Universidad de Chile, Ximena Poo, declaró que los motivos de la concentración de migrantes en este sector son “el precio de arriendo más económico que en otras partes de Santiago, el acceso a una alimentación más barata y también el contacto o las redes con negocios ya establecidos”.
“Quienes han migrado, sobre todo si lo han hecho de forma precaria, buscan trabajos relacionados con los servicios, con la alimentación, con lo que significa también ir haciendo ciudad, quizás sin darse cuenta, en lugares donde el arriendo es más barato. Hay posibilidades de redes anteriores, que habían llegado antes, en el caso del barrio Franklin se mueve muchísimo, pero eso esconde algo muy complejo, que es el trabajo informal, muchos de quienes han migrado y no han tenido la posibilidad de regular sus papeles trabajan en condiciones muy precarizadas, con contratos basura, que ni siquiera son contratos muchas veces. De alguna manera están al acecho de personas que hacen trata de personas”, señaló.
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En algunos pasajes del Matadero, hay una mezcla de diferentes frutas, acentos, verduras y colores de piel, la capital de un sincretismo cultural, étnico e incluso estético. Es el sector o el pasillo en el que diversos migrantes tienen sus locales.
Alicienne Cherenfant es una de ellas. Es haitiana, tiene 40 años y lleva seis en Chile. Pese a no hablar un español fluido ya es dueña de su propio negocio desde hace tres años, en el que vende diversidad de verduras, aliños y comestibles. Alicienne nos comenta que tiene tres hijos y que está juntando dinero para traerlos, porque según ella “en Chile hay más oportunidades”
“Yo trabajo todo el día en Franklin, desde las 6:00 a.m hasta las 15:00 p.m. El trabajo es duro, me levanto a las cuatro para llegar a las seis. Uno trabaja duro en Franklin, ahora está lenta la cosa. Yo vengo a trabajar todos los días, es difícil y un trabajo que cansa. A mí me gusta mucho Chile, no puedo decir que Chile es malo, para mí este país ha sido bueno”, contó.
Al respecto la académica de la Universidad de Chile, señaló que “este sector de Santiago, históricamente, ha recibido a quienes han tenido trabajos precarizados y que sobre todo tienen que ver con servicio y comercio. Por eso hay un asentamiento importante de personas que han migrado a ese sector de la ciudad, que van transformando y que al mismo tiempo van haciendo una forma de continuidad de lo que significa ser periferia, pero una periferia céntrica”.
Otro caso similar es el de Natalie Salinas es de Lima, Perú. Llegó a Chile de vacaciones a visitar a su papás, actualmente lleva dos años en Chile y un año y medio trabajando en el Matadero como carnicera y atendiendo al público. Según ella, jamás ha vivido discriminación, declarando que solo ha recibido malos tratos de algunos clientes, pero porque no se les atiende rápido. Además, añadió que “hay muchos migrantes en Franklin, sobre todo venezolanos”.
Hacia 1900 el Matadero de Franklin y el vecindario del sector tenían una importante población y, pese a su lejanía del centro, el barrio era considerado como subdelegación urbana. No obstante, tenía muy mala fama, debido a las pestes, epidemias y delincuencia, esto último algo no muy diferente del contexto actual.
Actualmente este barrio histórico también es conocido por la delincuencia, tanto por los robos o las mafias criminales del sector. Según el Centro de Estudio de Análisis y Estadísticas (CEAD) Barrio Franklin, éste es uno de los sectores donde hay mayor registro de homicidios, al igual que de robos. Tan solo en 2022, el número de robos con violencia de por medio era de aproximadamente cinco al día.
Pese a esto, muchos migrantes aseguran que se sienten seguros trabajando en el Matadero. Sergio Salvatierra es uno de ellos. Es de origen boliviano y llegó hace cuatro años a Chile. Actualmente, es mesero en un local donde venden desayunos, lleva un año en ese puesto. Según él, cada día trabajando en Franklin “es un aprendizaje nuevo”. Respecto a la seguridad o mejor dicho crisis de inseguridad que viven, aseguró que “el trabajo es agradable, porque nos ayudamos entre todos, tanto extranjeros como chilenos, se puede decir que somos compañeros, entre todos nos cuidamos”.
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Por los callejones de Franklin se encuentra uno de los locales más antiguos, con letreros pintados a mano. En él atiende Iris Ureta de 86 años, quien ha trabajado desde niña en el local. Su abuelo fue el primer dueño, luego le siguió su papá y finalmente quedó ella. Iris, además de haber sido reina del Matadero dos veces, lo ha visto construirse y destruirse. Así, vivir el cambio y el transcurso del tiempo la han convertido en una de las voces y vendedoras más antiguas del sector.
Iris claramente ha visto cómo fenómenos como la migración han afectado el Matadero, específicamente a los locatarios, asegurando que “las ventas han bajado, el inmigrante se pone con cualquier tablero a vender y eso nos afecta, porque acá nosotros no solo compramos mercadería, también pagamos gastos comunes, se pagan impuestos, hay muchos que arriendan y tienen que tener ese dinero, en cambio los extranjeros se ponen con un tablero en cualquier parte y venden cualquier cosa, eso ha bajado las ventas”, aseguró.
A pesar de eso, Iris cree que esto ha permitido que haya un aprendizaje, ha permitido que el extranjero aprenda del chileno y viceversa. Asimismo, declaró que ha tenido que adentrarse en el mundo de las especias, porque a veces le piden aliños que ella no vende.
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En los estacionamientos del Matadero se encuentra una fuente de agua, por donde precisamente no hay agua, demostrando, nuevamente, que si bien es un sector transcurrido día a día también es uno olvidado. Franklin es un patio chico de Santiago. Para agunos el Matadero es la delincuencia, la prostitución, la suciedad, el narcotráfico, todo lo que se ve día a día, pero también es el hogar y el sustento de miles de migrantes y chilenos, que se han decantado por elegirlo como su lugar de trabajo.
En esta línea Ximena Poo comentó que “hay que tener en cuenta la forma en que el Estado puede asegurar el derecho a la ciudad y eso pasa por espacios públicos seguros, por condiciones de viabilidad seguras y mínimas para las personas”
“Es importante también el trabajo con las organizaciones migrantes y pro migrantes, para que se puede tener el derecho a la ciudad desde un punto de vista feminista. Además, hay una falta de Estado importante. O sea el Estado en ese sector, a partir de las políticas públicas, tanto del municipio como del gobierno central, tienen que ser mucho más efectivas y propiciar el derecho a migrar junto con el derecho a la ciudad”, finalizó.