"Antares de la Luz, la secta del fin del mundo": el documental que recrea uno de los crímenes más recordados de Chile

Netflix lanzó un nuevo documental que se sumerge en todos los detalles de la historia del líder de este culto y sus seguidores. Críticas de cine y series desmenuzan la más reciente apuesta del streaming por el true crime producido por Fábula.

Netflix lanzó un nuevo documental que se sumerge en todos los detalles de la historia del líder de este culto y sus seguidores. Críticas de cine y series desmenuzan la más reciente apuesta del streaming por el true crime producido por Fábula.

En abril del 2013, Juan Emilio Garica, entonces fiscal jefe de Quilpué, recibió una llamada que marcaría para siempre su historia profesional. Todo arrancó en los últimos meses del 2012, cuando una denuncia anónima advirtió de una situación que a todas luces develaba la operación de una secta religiosa. Era la primera vez que los miembros de la Brigada de Investigaciones Policiales Especiales (BIPE) se enfrentaba a un caso así.

Al poco andar de la investigación, los efectivos de la Policía de Investigaciones reconocieron que se trataba de un caso mucho más grave de lo usual. Tras un peritaje en los alrededores de un cerro donde el grupo solía asentarse esporádicamente, la policía descubrió una serie de restos que parecían ser humanos. Los informes así lo confirmaron: en ese lugar, los seguidores de Ramón Castillo, conocido popularmente como Antares de la Luz, fueron cómplices del asesinato y posterior incineración de un niño de apenas dos días de vida. Esto, luego de que el líder -que también era su padre biológico- lo acusara de ser la reencarnación de un ser maligno.

Lo sucedido en Colliguay quedó grabado en la memoria colectiva de Chile como una de las historias más insólitas del último tiempo. A 12 años de los hechos, un nuevo documental de Netflix trajo de vuelta la biografía de la secta que más ha marcado a nuestro país.

Bajo la producción de Fábula, la dirección de Santiago Correa y el nombre de “Antares de la Luz: la secta del fin del mundo“, la más reciente apuesta del género del true crime por parte del gigante del streaming llegó para unir todos los puntos de la historia en un relato que ya conquistó el top de los contenidos más reproducidos. Aunque su valoración tiene distintos matices.

Un producto de alta manufactura

Entre la crítica especializada, uno de los puntos que generan consenso es la calidad técnica con la que cuenta el largometraje. “En el aspecto formal posee muy buena fotografía. La forma en que hablan los entrevistados está bien manejada para que se les entienda todo, porque generalmente los chilenos hablamos más bien entre cortado y muy rápidamente”, señaló Lya Rosén, periodista y comentarista de cine, cable y streaming.

Era claro que este documental iba a ser un éxito entre la audiencia de Netflix, no solo porque están muy en boga todas las series y documentales que se basan en crímenes reales. Puede ser porque la gente se guía por el morbo, pero también porque muchas de estas piezas están muy bien elaboradas. Ese es el caso de Antares de la Luz, porque en lo formal está muy bien realizado. Cuenta con la estructura básica de este tipo de producciones. Están los profesionales refiriéndose al caso, cuentan con testigos, uno de los mismos miembros de la secta, y también familiares”, sumó Rosén.

Para Ana Josefa Silva, crítica de cine y presidenta del Círculo de Críticos de Arte de Chile, uno de sus valores está en la variedad de perspectivas que ofrece la diversidad de fuentes que prestan su testimonio, tanto frente como detrás de las cámaras.

Algo que, sin embargo, es lo esperable para un documental de esta categoría. “Cinematográficamente tiene dos puntos a destacar. Uno, que, como tal, cumple incluyendo un amplio espectro de informantes y puntos de vista. Y luego, y casi como si me contradijera con lo anterior, tiene su propio punto de vista”, dijo Silva.

Esta perspectiva a la que refiere Silva tiene que ver con el testimonio de Pablo Undurraga, el único exmiembro de la secta que presta su voz en la película para hablar desde el presente, y cuyo relato ejerce como el principal hilo conductor. “Eso es importante porque efectivamente los documentales no son datos objetivos, como las personas suelen pensar. Ni si quiera las notas periodísticas lo son. Lo interesante es reunir muchos puntos de vista, y eso lo tiene este documental. Reúne puntos de vista y tiene, a su vez, su propio punto de vista“.

“Desde lo cinematográfico también es un mérito la construcción de la historia. Comienza casi como en un racconto para ir añadiendo información que es cada vez más escalofriante. Entrega datos, aquello que se edifica”, agregó la crítica.

Entrar al mundo de las sectas

Hay temas que generan expectativas por sí solos. Ese es el caso de las historias que se sumergen en el funcionamiento de las sectas, un mundo que para la mayoría de los espectadores resulta desconocido e inaudito. “El true crime, como género, tiene que ver con que hay mucho interés con saber cómo funcionan las mentes criminales. Qué es lo que podría llevar a alguien a cometer un asesinato, incluso uno en masa. Y creo que ese es el caso de las historias que tienen que ver con sectas y con cultos que han tenido finales que tienen que ver con asesinatos”, afirmó Sol Márquez, crítica de cine y series.

Hay mucho interés por saber qué hace que una persona que parece común y corriente llegue a ser integrante de un culto o secta, y que termine cometiendo asesinatos, ocultando o encubriéndolos en nombre de este líder o lideresa, que en general son personas súper carismáticas. En esa línea, toda la historia de Antares de la Luz y de su secta es súper atractiva. Sabemos algunas cosas, lo que hemos visto en la prensa, hubo una cobertura mediática súper importante, que además lo muestra el documental”, agregó Márquez.

Aun así, la crítica de cine y series considera que la película quedó al debe en la indagación del misterio que reviste a estos casos. “Hay mucha anticipación cuando uno se acerca al documental y uno quiere saber mucho de lo que ocurre acá, de la psiquis de estas personas. Pero siento que el documental no profundiza necesariamente en ese aspecto. Toma un camino súper tradicional de tener a distintos testigos, el lado de la policía, de la prensa, y tenemos en pantalla el testimonio de Pablo más las lecturas de las declaraciones de Carolina y Natalia -dos de las mujeres que formaban parte del grupo de Antares-. Se ocupa un poco de recreación para generar hilos continuos en el relato, pero siento que no logra profundizar y explicarnos un poco más”, reflexionó.

“La historia está. Si googleas vas a tener un millón de noticias. Lo que uno quiere es entender más las capas de por qué ocurre esta historia, por qué ciertas personas actuaron como actuaron, más allá de que uno diga ‘bueno, es un asesino en serie, son problemas psiquiátricos’, o que le lavaron el cerebro. Tratar de entender el fenómeno de las sectas me parece que va a ser siempre súper atractivo“, aseguró.

De todas formas, el documental subsana esa falta con la incorporación de otro elemento que, para Ana Josefa Silva, resulta crucial: “Hay una delgada línea entre víctimas y victimarios, considerando que el principal victimario de todo esto murió y por lo tanto no está. Y entonces, quienes quedaron son aquellos que fueron víctimas de abuso de conciencia, que es un aspecto muy interesante que trabaja la psicóloga Isabel Soublette, que aparece dando su testimonio. Y que no es tan conocido. Es de una complejidad enorme y por eso es interesante el testimonio que ella da”.

“Ahí está el punto que nos incomoda y que es lo que a mí me parece interesante. Ese llamado a pensar, a reflexionar luego de la rabia. Ojalá que las personas que solamente les dio ira se sienten a pensar, porque el abuso de conciencia existe, las sectas existen, y pueden afectar a muchas personas”, concluyó Silva.

Una reflexión que también comparte Lya Rosén. “Más que un debate, es una condición real, una dualidad de los jóvenes que fueron parte de la secta“.

Según su punto, quienes estuvieron involucrado con Antares de la Luz “fueron víctimas y victimarios al mismo tiempo, ya que en el momento en que estaban con él fueron parte del crimen y estaban convencidos de que era una cosa positiva, porque lo estaban haciendo para salvarse del fin del mundo. Esto, al mismo tiempo que, con el paso de los años, ellos mismos se dieron cuenta de que esa coerción los había transformado en víctimas”.





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