Todo arrancó en un bar de Berlín, tras un reencuentro entre amigos que, en medio de conversaciones y desahogos, propició una confesión. “Al séptimo día que estuvimos juntos ella me contó todo esto”, recordó el actor y dramaturgo Nicolás Lange sobre el inicio del proceso creativo detrás de “Mi madre nada“, la más reciente obra que lo unió a la actriz Daniela Campos para sellar un montaje tan íntimo como emotivo, y que toma como punto de partida el Alzheimer que desde hace un tiempo sufre la mamá de ésta última.
“Vimos que había algo. Todo el proceso se demoró tres años. Y no es un teatro que documente algo. No es teatro documental. Se parece más a una carta de amor o algo así, que comenzó con esta idea”, explicó Lange desde su actual residencia en Italia.
Así fue como se configuró el montaje que estará en la cartelera del Teatro la Memoria hasta el 27 de julio, y donde Campos se interpreta a sí misma como una hija que excava en la memoria de una madre que olvida. Todo a través de una historia familiar marcada por el exilio y las pistas contenidas en un diario de vida.
“Se basó en nuestras conversaciones y también en cómo han ido cambiando las cosas. Queríamos una historia sin una moral definida, sin esa estética de sufrimiento cuando se habla de una enfermedad”, sumó el autor sobre uno de los pilares que sostienen la puesta en escena.
“Ha sido un trabajo en el tiempo, de amigos, de ir comentando y avanzando en nuestras vidas, de las cosas que nos han ido pasando. Y eso se sumó a esta escritura, profundizando nuestra amistad. Este año Nico conoció a mi mamá, se quedó en mi casa, aquí leemos los diarios enteros. Entonces, además de la obra, es a la vez nuestro vínculo artístico, nuestras conversaciones del teatro”, agregó Campos sobre el proceso.
Buscar las respuestas
La cercanía entre Campos y Lange data del 2015 y terminó configurando una relación de complicidad humana y artística que la actriz define como “amistad a primera vista”. “Nos une el teatro, la sensibilidad, el humor. Mucho humor, de reírse de las catástrofes”, confidenció la intérprete.
Intimidad que, en este caso, resultó crucial para definir el curso de la obra, la que tiene como base el diario que escribió la madre de Campos cuando recibió su diagnóstico.
“Es realmente un diario”, ilustró la actriz. “De hecho, parte con un ‘querido diario’, así lo escribió mi mamá. Y contiene su experiencia desde que ya estaba con licencia. No todos los días, pero sí en un plazo como de tres años, hasta que ya lo último que escribe es una ‘a’. Eso, Nico lo consideró como una imagen y una pista muy importante que seguir y que poner en la obra. También ahí se arma el recorrido, el puntapié inicial de lo que quiere hacer este personaje, esta mujer, que soy yo misma, en la búsqueda de esa respuesta inconclusa”.
“Es divertido. No está todo, por supuesto, pero está su manera de hablar, su manera de pensar. Yo creo que es una buena pregunta para el Nico qué sintió él cuando le leí el diario, porque él también construye la mayoría de los diálogos con mi mamá sin haber hablado nunca con ella, pero sí habiéndola escuchado en sus opiniones en el diario”, planteó Campos sobre la relación que ambos, desde sus distintas experiencias, sostuvieron con este artefacto.
Para Nicolás, lo fundamental estuvo en la forma en que llevaron a este personaje a la ficción. “Creo que lo mejor es cuando alguien puede imaginar y contar historias. Encontrar historias es algo demasiado noble. Es poner tu imaginación y hacer metáforas. Y eso lo hablamos mucho, el cómo es este personaje cuando estamos hablando en el arte. Porque conocí a Ximena y estuvimos ahí, con ella, pero en la obra se encarna a un personaje que hace una épica, y que al final es otra persona”, explicó.
“Y eso es lo maravilloso del arte. Tener otra posibilidad. Para mí la génesis es esa ‘a’. Nos permitió empezar a imaginar qué quería decir cuando no escribió nada. Ese es el máximo gesto. Realmente, la obra es ‘voy a buscar la respuesta de esa a, que hay en eso'”, afirmó.
Esa idea de transformar a la madre en la heroína de su propia historia encantó a Campos desde el primer momento. “Me encantó cuando el Nico propuso que esto tiene que ser una épica, un viaje. Y me sirvió también para entenderlo desde un espíritu lleno de fuerza. Decir ‘voy a hacerlo’, medio como un juego. Es como si yo levantara un escudo y una flecha y una espada, y dijera ‘voy a encontrarla’. Eso tiene algo de humor, de juego, y me da fuerza también para decir ‘okey, voy a tener la valentía de hacer esto’, porque sí, es doloroso, pero también es bonito. Y además me encanta que mi mamá esté en ese cuento. Porque yo la encuentro una mujer gigante, y me encanta que se haya levantado como eso”.
Una memoria que atraviesa al país
La excavación en la historia de su madre se conecta inevitablemente con un momento tan complejo para nuestro país como la dictadura civil-militar. Y es que tras el derrocamiento de la Unidad Popular y la llegada de la junta militar al poder, la familia de Campos fue una de las tantas que debieron partir al exilio.
“Toda mi familia materna es exiliada. Fue exiliada en Rusia la de mi mamá, otros estuvieron en Alemania, en Holanda, en Francia, después en algunos lugares de Latinoamérica. Pero todo se fueron porque militaban o en el MIR o en el Partido Comunista. El que tenía un cargo político era mi abuelo, que era subdirector de Policía de Investigaciones. O sea, un cargo directo que lo designa el presidente, Allende”, compartió la actriz. “Mi abuelo no tenía nada que ver con eso, él era ingeniero, pero el Partido Comunista ya lo había mandado a especializarse a Cuba. Son cosas de las que me he ido enterando más de grande. Y hablando con una prima concluimos que el exilio se nos ha romantizado mucho, y no sabemos por qué“.
“En general, mi mamá y su hermano lo pasaron bien en Moscú, vivieron una bonita adolescencia. Sin embargo, el contexto no dejaba de ser súper crudo, y eso no se traspasó. Sólo lo bello de la situación, pero lo triste es que estaban lejos. Es que sus papás se separaron, un hermano se enfermó, mi mamá no se llevaba bien con la suya y se fue a un internado sola, un internado de puros hijos de exiliados comunistas de todo el mundo. También me acuerdo de que mi mamá no dejaba a mi hermana decir que había sido exiliada a principios de los 90. Ella tenía cuatro años y era muy encima, todavía estaban pasando muchas cosas por abajo. Todas esas cosas han ido decantando y fue un shock verlo cuando llegué a Berlín“, agregó la artista.
Sin embargo, pudo transformar “Mi madre nada” en una oportunidad para poner esta conversación sobre la mesa. “Hay que hablar de esto, eso también lo concluyo. Todavía hay mucho que hablar, muchas cosas por debajo, escondidas. Y es triste. Es bueno hablarlo y eso ha sido bueno de la obra porque se habla, pero no desde una perspectiva política ni panfletaria, sino que se cruza con la memoria, con las vivencias, con lo que se olvida y por qué también se olvida“.
“Pero no algo literal -agregó-, sino que se va desarmando solo. Y es triste, nostálgico, pero a la vez tiene algo de decir ‘bueno, la vida también es así, eso sucede, no hay mucho control'”.