Recientemente, un grupo de mujeres escritoras, participantes activas de la Escuela Escritura para Mujeres, visitamos el Archivo Nacional Mujeres y Géneros, creado el año 2011. Este, según declara: “’busca visibilizar, proteger y poner en valor las producciones culturales de las mujeres, las construcciones de género y los quehaceres femeninos”’. Escritura para Mujeres es una Escuela que se dedica a formar autoras, organismo fundado y presidido por la visionaria escritora y profesora, María Rosa Casanova. Esta visita significó una experiencia relevante, para cada una de nosotras, por la conexión histórica con mujeres fundamentales de nuestra historia reciente. Visita que nos permitió reflexionar y conmovernos con la oportunidad de acceder a documentos reveladores que contiene el Archivo.
Quienes estuvimos allí, pudimos ser testigos del importante legado de tantas mujeres chilenas que, con su trabajo de maestras de escuela o de activistas por la reivindicación de los derechos de las mujeres, marcaron el camino para nosotras y las generaciones que vienen. Entre ellas, Elena Caffarena, Flor Heredia y Julieta Kirkwood, precediendo a muchas otras que han continuado en esa lucha.
Tuvimos el privilegio de sostener en nuestras manos enguantadas objetos de alto valor testimonial, “objetos inspiradores” que portan la fuerza de cada una de estas mujeres: los lentes con que Elena Caffarena miraba el mundo, algunos de los escritos en los que Julieta Kirkwood defiende y reivindica nuestros derechos, el material de trabajo de una profesora normalista con sus anotaciones y dibujos didácticos de una prolijidad y creatividad extraordinaria sobre el funcionamiento del oído. Experiencia sensorial que nos conectó con la lucha por la visibilización de la participación social de las mujeres, y la creatividad con la que cada una abordaba esa responsabilidad.
Si alguien se está preguntando quién es Elena Caffarena, debemos recordar que esta abogada no solamente fue una de las fundadoras del MEMCH, Movimiento proemancipación de la mujer en Chile, sino también una de las propulsoras del voto de la mujer, presentando en 1941, junto a Flor Heredia, un proyecto de ley al, entonces, presidente Aguirre Cerda. Sin embargo, y como es característico de la historia de discriminación femenina, durante la promulgación de dicha ley en 1949, Caffarena no fue invitada, ni se reconoció su participación en ese proceso, ¿por qué?, ¿por intentar conseguir un poco de igualdad en la vida pública? ¿Cómo se entiende que el derecho logrado por ella, no pudiera ser ejercido en su vida? Nuestras lectoras y lectores sacarán sus propias conclusiones.
El derecho a sufragio de las mujeres en nuestro país abrió el camino a nuestra participación en la política y los debates públicos, logrando incluso la doble elección de la primera mujer a la presidencia, en la figura de Michelle Bachelet. Podemos sentirnos orgullosas de que nuestro voto ha influido en la constante búsqueda por lograr hacer de éste, un país con más espacio para la mujer, convirtiéndonos en ‘agentes de cambios’ positivos y, a la vez, reivindicando a quienes nos precedieron para obtener derechos que ahora consideramos obvios: educación, trabajo, cultura, control de la natalidad, divorcio y uno recuperado en parte: el aborto, por el que tendremos que seguir vigilantes.
Para finalizar, esta visita nos ha llevado a reflexionar en torno a cómo damos nombre a espacios como este Archivo. Somos escritoras y creemos que las palabras levantan realidades e identidades. Porque… ¿qué es un archivo patrimonial?, ¿se trata de un lugar para almacenar los documentos oficiales heredados del padre? Entonces, un brazalete del MEMCH o los lentes de Caffarena ¿son objetos que están ahí, simplemente almacenados?, ¿de cuál padre hemos heredado el nombre? Subvertir la función paterna supondría nombrar nuevamente dicho espacio. Resignificarlo. Y si bien podríamos seguir con la etimología e inventar algo así como un “materium”, permaneceríamos aún bajo el colonialismo del latín patriarcal.
¿Cómo renombrar un espacio como éste? Compartimos esta pregunta abierta que quedó instalada como una colonia de termitas socavando nuestro escaso sosiego mental. ¿Cómo puede existir un espacio tan feminista que al mismo tiempo esté así de lacrado con el sello de la palabra de la masculinidad hegemónica?
Por Marcia Espinoza Salas y Mónica Osorio Vargas de la Escuela de Escritura para Mujeres