Hasta la Plaza Fanor Blanco, en la comuna de Ñuñoa, llegaron alrededor de 50 personas la fría tarde del sábado 16 de noviembre para conmemorar la vida de Diana Aron Svigilisky, periodista y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria que fue detenida el 18 de noviembre de 1974 por una brigada de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
La actividad contó con talleres de reflexión en torno a la vida y desaparición de Aron. Así como también el rol de las mujeres en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura militar y culminó con un acto de conmemoración donde participaron amigos y compañeros de la periodista.
En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, Maxine Lowy, integrante de la Agrupación Judía Diana Aron, convocantes de la actividad, señaló que el encuentro “es la mejor forma de recordar y celebrar la vida de Diana Aarón, que vivió sus últimos días cerca de esta plaza, en la calle Rosita Renard”.
“La ausencia de ella dejó una huella imborrable en cierta forma y no nos percatamos a veces. Hace falta este tipo de actividades para recordar la esencia, lo que compartimos como los seres humanos”, reflexionó Lowy.
Diana Aron y su sonrisa inolvidable
Todos quienes conocieron a Diana Aron recuerdan su sonrisa, su compromiso militante y su audacia en el periodismo.
La periodista María Eugenia Camus recordó sus días con Diana, desde el trabajo en la revista Onda de la Editora Nacional Quimantú, hasta las labores partidarias que compartieron como militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
“El primer recuerdo que se me viene a la cabeza es su risa con la que invadía todos los espacios, oficinas, el alma, todo. Era una persona y una mujer muy bella, muy optimista y muy solidaria”, recordó Camus en conversación con nuestro medio.
María Eugenia y Diana se conocieron en 1971 en la revista Onda, la cual fue un proyecto juvenil de la Quimantú que mezcló lo político, cultural y social.
“Hicimos periodismo, sin restringirnos en pautas y contenidos: la gira de Fidel Castro a Chile, el Festival de Viña, la policía por dentro, reportajes de investigación y entrevistas a autoridades y artistas. Su audacia y sentido del humor la llevó a postular como corista en el legendario Bim Bam Bum cuando decidió contar la vida cotidiana y la realidad de esas mujeres que la adoraron y lamentaron que no se integrara como vedette, ya que quedó seleccionada”, contó Camus respecto al trabajo realizado en la revista Onda.
Respecto al trabajo político de Aron, la periodista rememoró que Diana comenzó su actuar en la toma de La Bandera, organizando a las pobladoras que exigían un rol mayor en la defensa de sus terrenos, cuestión que para muchos de sus compañeros, marcadamente machistas, era considerada una locura.
“La última vez que estuvimos juntas fue tres días después del Golpe de Estado. Nos echaron de la Quimantú y tuvimos que ir a firmar. Posterior a eso, unos meses después, la divisé mirando unos libros en una librería. Tuve el impulso de acercarme, pero no podía. Estábamos clandestinas. Me enteré luego por Lidia Baltra que Diana había sido secuestrada. Ella fue quien me lo contó”, revivió la periodista.
María Eugenia cuenta que Diana era una joven militante con una entrega apasionada y responsable que dividía su tiempo entre el trabajo profesional y político, como si el día tuviera más de 24 horas.
“Tenía energía para disfrutar la vida en todas sus dimensiones. Con una inmensa capacidad de amar, de entregarse, de comprender y perdonar. Fue una gran compañía durante mi primer embarazo, era maternal por esencia y uno de sus grandes anhelos era ser madre. Por más que trate de recordarla triste en alguno de sus momentos difíciles, solo me aparece su sonrisa, su sentido del humor y su generosidad infinita para preocuparse del otro”, señaló
Camus tuvo acceso al expediente completo de Diana Aron por el trabajo que realizó para el Plan Nacional de Búsqueda. Ahí pudo conocer en detalles la brutal detención y tortura a la que fue sometida su amiga y compañera.
“Es brutal cómo se ensañó Krassnoff con ella. Yo creo que por su belleza, su inteligencia, su valentía y porque era judía. Testimonios de sobrevivientes dan cuenta de su ensañamiento y crueldad, la que se acentuaba a medida que Diana agonizaba sin que de su boca saliera una sola palabra. ‘No solo es comunista esta perra, sino que además es judía… hay que matarla’, fueron las palabras del asesino que escucharon otros agentes que entregaron estos antecedentes a la justicia”, dijo Camus.
En esa misma línea, María Eugenia lamentó no haberle transmitido antes sus prejuicios a Diana sobre una de las personas que trabajaba con ella en el MIR: “Un ser oscuro y resentido a quien Diana protegía, ayudaba y escuchaba. Marcia Gómez, colaboradora de la DINA y conocida en el MIR como ‘Carola’, actualmente jubilada del Ejército por sus servicios en Inteligencia, había sido detenida sin que Diana lo supiera. No tuvo ningún escrúpulo en reunirse con ella en un sector de La Reina, darle un punto falso para encontrarse el 14 de noviembre de 1974. Ella no llegó, sí lo hicieron sus nuevos jefes, los agentes de la DINA”.
“Me siento privilegiada y es un orgullo haber sido su amiga. Es necesario que su vida y testimonio se conozcan y que su sonrisa contagie a las generaciones que la han precedido. Por eso agradezco a quienes incansablemente trabajan por preservar y reconstruir la memoria, especialmente en esta fecha cuando se cumplen 50 años que dejé de verla”, finalizó la periodista.
Ley de Amnistía y falta de justicia: las heridas de la dictadura que aún persisten
Por la detención y desaparición de Diana Aron, el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Alejandro Solís condenó en mayo de 2004 a quince años de prisión al ex jefe de la DINA, general (R) Manuel Contreras y al coronel (R) Miguel Krassnoff. Al brigadier (R) Pedro Espinoza, al coronel (R) Marcelo Morén Brito, y al agente y torturador Osvaldo Romo a diez años de prisión.
Sin embargo, un año más tarde la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago anuló la condena al considerar el Decreto de Ley de Amnistía de 1978, la cual concede amnistía a los autores, cómplices y encubridores de delitos cometidos entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1978.
El caso finalmente llegó a la Corte Suprema, la cual ratificó la condena del ministro Alejandro Solís. Sin embargo, la Ley de Amnistía aún sigue vigente en nuestra legislación.
En conversación con nuestro medio, el abogado experto en materia de derechos humanos y quien hasta hace una semana se desempeñaba como consejero del INDH, Francisco Ugas, explicó que en todo proceso de justicia transicional hay cinco pilares; la verdad, la justicia, la reparación, la garantía de no repetición y la memoria.
“Es importante que cuando se transita de un Estado dictatorial a un Estado democrático, precisamente estas leyes o normas que impone una dictadura, deban ser eliminadas, ya que son obstáculos para el esclarecimiento de la verdad y el establecimiento de la realización de la justicia”, enfatizó Ugas.
En esa línea, señaló que es importante la “derogación de toda norma que impida el juzgamiento de estos casos, es una garantía de no repetición. Y precisamente eso lo ha abordado Naciones Unidas en una resolución de la Asamblea General del 2006, que es la Resolución 60/147″.
“En ese sentido, el que perviva en nuestro sistema normativo el Decreto Ley de Amnistía permite que algún juzgador o juzgadora estime aplicar, particularmente este tipo de institutos, lo puede hacer porque forma parte del sistema normativo. Lo que corresponde en este tipo de situaciones es que sea derogado o eliminado”, destacó.
El pasado 15 Noviembre, el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales presentó la edición 2024 de su Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile. En documento se evidencia que de las 3 mil 216 personas hoy reconocidas por el Estado de Chile como víctimas ausentes (personas detenidas-desaparecidas o ejecutadas), sólo el 42,2% tiene sentencias finalizadas en los tribunales nacionales.
Ugas, quien formó parte del equipo que elaboró el capítulo de memoria, verdad, justicia y reparación del informe, señaló que “hay un déficit de justicia que deviene particularmente también de lo tarde que nuestro Estado emprendió la persecución penal y sanción de crímenes de esta naturaleza”.
El abogado puntualizó que desde 1998, especialmente después de la detención de Pinochet en Londres, la justicia comenzó a emprender la persecución penal contra los criminales de lesa humanidad.
“Ese déficit de justicia, en definitiva, denota que estas heridas grandes que ha dejado la dictadura en nuestro país no van a poder ser cerradas respecto al alto porcentaje de casos no resueltos y que probablemente no los vaya a tener la solución a esta altura”, finalizó el abogado.