Para Joaquín Cociña, realizador audiovisual y co-director de “La casa lobo” junto a Cristóbal León, la materialidad es uno de los puntos centrales de su trabajo. “Hay varias razones y creo que las respuestas también puede darlas Cristóbal”, explicó en conversación con Radio y Diario Universidad de Chile. “Tenemos ideas conjuntas y por separado. Pero hay algo que, efectivamente, se mantiene en nuestros proyectos, y es que siempre hay dos guiones. El guion más o menos surrealista y el de los materiales”.
Eso es, precisamente, lo que se transmite en “Los Hiperbóreos“, su más reciente largometraje que cuenta con la actuación de Antonia Giesen y que, mezclando el realismo con la fantasía, indaga en una historia que también tiene mucho de intertextualidad. Sin embargo, las razones de ese protagonismo tienen que ver con las propias inquietudes de los cineastas.
“Nosotros siempre queremos contar una historia material, desplegar cómo se hizo la cosa”, aseguró Cociña. “El cómo se hacen las cosas tiene que ver con los materiales, y por razones muy arbitrarias y muy personales. Tiene que ver con que los dos venimos del mundo de las artes visuales. Cristóbal originalmente más del mundo de la animación, la escultura y todo el dibujo, y yo más del dibujo, algo de video”.
“Siendo honesto, tiene más que ver con la biografía. Y desde nuestra biografía y gustos arbitrarios y personales, aprendimos que hay que hacer las películas desde donde uno siente que puede sacar más y con más cariño. Siempre tenemos que hacer las cosas desde un lugar en el cual nos sentimos cómodos y jugando. Y para nosotros, el desborde material es un terreno muy rico donde podemos jugar con mucha libertad”, sumó.
Todas, características constitutivas del sello de la dupla León-Cociña que podrán ser disfrutadas en la pantalla grande con el estreno de “Los Hiperbóreos”, a partir del 28 de noviembre en diversas salas del país.
Un realismo fantástico
En términos narrativos, “Los Hiperbóreos” cuenta la historia de los mismos directores que, como dos personajes más, representan a una dupla de cineastas que perdieron materiales no digitalizados de una película. En esa búsqueda cuentan con la ayuda de la actriz y psicóloga Antonia Giesen, quien emprende un intento por reconstruir ese misterioso filme extraviado.
Una propuesta poco convencional que logró cautivar a la intérprete. “Es un juego que tiene un poco de realidad y ficción. Entro a este juego, entiendo que es un guion, pero me empiezo a perder también en él. Y eso es algo que a mí, personalmente, como Antonia Giesen, actriz, también me ocurrió. Yo misma también perdiéndome un poco”, compartió la protagonista, quien igualmente tuvo que ficcionarse a sí misma dentro del guion.
“Con la dirección de ellos entendí que el lenguaje era desde el naturalismo así, absoluto, a pesar de toda la materialidad, que es una cosa súper poco real. Los espacios, el set, las maneras visuales de contar todo esto. Máscaras, marionetas… Efectivamente, uno se podría haber ido a una cosa súper teatral, pero eso no ocurre. Y eso es muy bonito también. Compensa. Si uno hubiese entrado a una cosa muy mágica, un cuento, tal vez no habría tanta cercanía”, reflexionó Giesen.
Además -agregó-, “tiene que ver con que la naturalidad es importante tomarla por las temáticas, por la historia de Chile y el mundo. Son cosas atingentes, y lo que le da la distancia tiene que ver, por ejemplo, con el humor, con el terror. Pero lo que se está contando y que es la discusión basal es algo que es sumamente real”.
Sobre esas temáticas, Cociña especificó que, la primera intención, era “revisitar las películas que veíamos cuando chicos. ‘La guerra de las galaxias‘, ‘Indiana Jones‘, Spielberg y sus amigos. No porque las admiráramos especialmente, sino porque era realmente con lo que crecimos audiovisualmente. Queríamos visitar eso, pero se nos empezó a jibarizar el proyecto. Íbamos a grabar la película en Matucana 100 con Antonia, ya habíamos hablado con ella y todo, y tres o cuatro meses antes de entrar a grabar, nos dimos cuenta de que el guion estaba muy inmaduro”.
“Entonces, lo dividimos en dos, en ‘Los Hiperbóreos’ y ‘La Plaga‘. En esta última quedó la historia de amor y las relaciones maternales y paternales, y los cambios de géneros cinematográficos; en ‘Los Hiperbóreos’ quedó el nazismo esotérico, el discurso meta, de que aparecemos nosotros, y una cosa media humorística. Quedó la política y lo esotérico”, especificó el director sobre el filme, donde también se hace referencia al escritor nazi Miguel Serrano.