Latinobarómetro: Chile es el país más "desideologizado" del continente

Dos Latinoaméricas coexiste en la región: quienes viven y disfrutan de la prosperidad económica y aquellos que protestan mirando el bienestar del que ellos no son parte. En lo político, el continente vive creyendo menos en sus autoridades y presidentes.

Dos Latinoaméricas coexiste en la región: quienes viven y disfrutan de la prosperidad económica y aquellos que protestan mirando el bienestar del que ellos no son parte. En lo político, el continente vive creyendo menos en sus autoridades y presidentes.

Según los datos dados a conocer en el Informe Latinobarómetro 2013, la región vive un momento de disminución de pobreza, aumento de la educación y aumento del crecimiento económico, situaciones que han proporcionado el mayor nivel de satisfacción desde 1995.

Sin embargo, existe otro continente dentro del mismo descrito anteriormente, donde la precariedad, la pobreza, la desigualdad y la discriminación siguen siendo el talón de Aquiles de la región.

En el informe, que desprende cifras de 18 países, un total del 68% de su población se percibe en la clase baja, un 30% en la clase media y tan solo un 2% en la clase alta, cifras que se contraponen a las divulgadas desde el Banco Mundial.

La mayoría de las personas se perciben por debajo de la clasificación del organismo internacional, situación que, a juicio de los expertos, refleja la ineficacia de las políticas sociales sostenidas en el continente, ya que se orientan a personas que se clasifican diferentes a sí mismas.

Son estos números los que retienen a la democracia. La desigualdad en el acceso a bienes políticos y también económicos, de esa importante parte de la población que mira como otros disfrutan de la prosperidad, enarbolan una creciente desideologización, marcada por la desconfianza ciudadana en su clase política.

Chile no es la excepción: un país que ha elevado sus índices de crecimiento económico se ubica en el primer lugar de la diferencia entre quienes se perciben como pobres y los más ricos. En ese sentido, el país se vuelve el más desideologizado de la región, ya que sólo cuatro de cada diez chilenos se identifican políticamente con un sector de las izquierdas o derechas tradicionales.

Marta Lagos, directora de Mori Chile, señaló que “Chile es el país de América Latina más desideologizado: 38% de la gente no se ubica en la escala izquierda-derecha, es decir, cuatro de cada diez chilenos no se identifican ni con la derecha ni con la izquierda. Ahora, eso dice relación con la no participación en el sistema de partidos y con el sistema binominal que ha estigmatizado a la izquierda y la derecha como incapaces de solucionar los problemas de la gente”.

La analista política Francisca Quiroga leyó de manera diferente este escenario. Para la académica de la Universidad de Chile no se trata de una desideologización, ya que la región sigue respondiendo a ideas de uno u otro sector político, sino que ha cambiado la identificación con los rostros tradicionales que encarnan las ideas: “Hay que sumar nuevos actores y tener discusiones políticas también, porque una cosa es cambiar rostros, pero ese no es el eje central, sino recomponer sus principios y declaraciones públicas respecto de lo que es el Estado y el mercado, las visiones de los temas valóricos, sobre posiciones de cómo los partidos políticos van a canalizar su rol de intermediarios. Repensar y declarar y ser mucho más claros y menos ambiguos, respecto de sus posiciones sobre los tópicos de la ciudadanía”.

En el contexto social, según datos del estudio, se entiende que las protestas provienen desde las clase baja del continente, quienes salen a exigir que el país, y no un determinado color político, responda a sus expectativas: “Voy a salir a protestar para que el país me oiga y me responda, no para que el partido A me responda o el partido B. Voy a salir a protestar por hechos, por temas, por sucesos del entorno, por derechos que se creen vulnerados, pero no para que haya una institución que canalice esta demanda y de alguna manera la interprete devolviendo políticas públicas”.

Corrupción, delincuencia y problemas económicos son las principales preocupaciones de los ciudadanos latinoamericanos, en un momento donde el “hiperpresidencialismo” vivido hasta hace algunos años en la región entra en claro retroceso para no volver, según declaran las organizaciones parte del informe.

En cuanto a esta última afirmación, la analista Francisca Quiroga vuelve a disentir: para ella sigue existiendo una cultura política presidencial en el continente y lo que se ha visto mermado sería la imagen de los líderes actuales, no así de su función.





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