¿Dónde quedó el espectáculo?

Consecuente con este mal manejo directivo, se siguen repartiendo injustamente los excedentes de la gestión, favoreciendo siempre a los mismos y haciendo cada vez más difícil la necesaria equidad que debe existir para que todos los clubes puedan aspirar a formar planteles competitivos y a pelear por ganar alguna vez un título.

Consecuente con este mal manejo directivo, se siguen repartiendo injustamente los excedentes de la gestión, favoreciendo siempre a los mismos y haciendo cada vez más difícil la necesaria equidad que debe existir para que todos los clubes puedan aspirar a formar planteles competitivos y a pelear por ganar alguna vez un título.

Cuando en el año 2005 se aprobó la participación de las sociedades anónimas deportivas (SADP) en el fútbol, se pretendía ordenar los asuntos monetarios y transparentarlos, mejorar las condiciones laborales de los futbolistas, recuperar y perfeccionar la infraestructura deportiva, reducir la violencia de las barras y elevar la calidad del espectáculo deportivo. Al filo de completarse una década de la entrada en vigor de la ley nada de eso se ha cumplido. La violencia sigue triunfando, las asistencias a los estadios son cada vez más bajas, los socios se reemplazaron por abonados que no asisten por miedo y los hinchas ya no tienen ningún peso en la toma de decisiones.

La Asociación Nacional de Fútbol Profesional, organismo rector, defiende sistemáticamente a sus socios sin velar por el buen funcionamiento ni el correcto uso de los recursos. Los mismos dirigentes que ayer eran vapuleados por sus oscuras acciones y por tener a sus clubes en el piso, hoy se asignan millonarios sueldos y se disfrazan de grandes directores. Como olvidar que el mismo presidente, que hoy se relaciona con los más altos dirigentes de la Confederación Sudamericana y de la FIFA, mintió vergonzosamente sobre sus calificaciones y que aún pesa sobre él la acusación de haber golpeado a su ex mujer. Vergonzoso resulta también que se opongan a cualquier auditoría que no sea a modo con su rapaz ambición y que no tengan una visión crítica de lo que claramente sucede en el fútbol nacional.

Consecuente con este mal manejo directivo, se siguen repartiendo injustamente los excedentes de la gestión, favoreciendo siempre a los mismos y haciendo cada vez más difícil la necesaria equidad que debe existir para que todos los clubes puedan aspirar a formar planteles competitivos y a pelear por ganar alguna vez un título. En la cancha cada año ganan los mismos, incluso cuando su juego no emociona ni entusiasma a nadie. Los demás compiten por estar cerca o no perder la categoría y eso es realmente triste porque deteriora la calidad del juego y las aspiraciones de los hinchas. A veces se da alguna sorpresa, pero esa siempre es esporádica y viene de la mano del esfuerzo especifico y de la suerte.

En cuanto a la infraestructura, hay que señalar que en rigor los estadios nuevos han sido construidos con recursos públicos, es decir, de todos los chilenos y no de las administradoras. Además la inversión en centros de entrenamientos acordes con la actividad profesional solo se han realizado o se han mantenido en los equipos más populares quienes por esa misma condición, han obtenido mayores recursos como era imaginable. Salvo O’higgins SADP, quienes manejan al equipo de Rancagua, el resto de los equipos naufraga en los mismos problemas de siempre y los recursos generados sirven para los bolsillos personales de los directores de turno y no para mejorar la infraestructura de los clubes y su buen funcionamiento deportivo. En este escenario tampoco resulta extraño que esa misma sociedad fuera la única que manifestó públicamente su desacuerdo con la actual dirigencia y la forma de llevar los asuntos relacionados con el fútbol profesional justo cuando se aproximaba una nueva elección.

No puede discutirse que los últimos torneos han sido de una mediocridad enorme. Pobreza que solo confirma todos los cuestionamientos que se han realizado desde los diferentes sectores sociales al “nuevo” manejo deportivo. Y eso no es todo pues el nivel del arbitraje, el accionar del sindicato de futbolístas y el de los mismos jugadores es cuando menos cuestionable. Hoy tenemos un “espectáculo” lleno de errores groseros, ficciones, agresiones y muchas palabras que intentan soslayar la falta de calidad deportiva y de trabajo profesional. Nuestros futbolistas solo sueñan con irse pronto, llenarse de dinero rápidamente y ser famosos. Salvo algunas honrosas excepciones, se entrenan mal, son irresponsables en su preparación y en su alimentación. Siguen de moda los asados y las bebidas gaseosas, tan criticadas por su alto contenido en azúcar y su papel preponderante en el creciente sobrepeso nacional. Incluso muchos de ellos ya deberían incluirse en esa misma preocupación de salud pública que aqueja a tantos connacionales. Lo que más sorprende es que desde los clubes no hayan exigencias estrictas al buen comportamiento en todo orden de cosas relacionadas con su actividad profesional.

Para muestra del deterioro, los niños hoy portan camisetas de Real Madrid, del Barcelona, del Arsenal o del equipo de moda en Europa. La gente prefiere ver la Liga BBVA, La Premier League, la Bundesliga, el Calcio italiano o cualquier evento internacional que tenga un mejor nivel que nuestro alicaído campeonato nacional. La Federación de fútbol de Chile y la selección nacional siguen secuestradas por los dueños de los clubes y su juego y valores representados están de nuevo, cada vez más lejos del sentimiento de los hinchas y de los valores que como país debiéramos decidir.

El jueves recién pasado la Ministra del deporte Natalia Riffo comunicó que las SADP quedan vetadas para ser sujetos de donaciones públicas. En hora buena el gobierno actual ha entendido, al menos en el deporte, que no se puede seguir privilegiando a los dueños de los clubes que paradójicamente son los dueños también de las empresas más rentables del país. Los señores del dinero ahora tendrán que arreglárselas solos lo que puede desatar un alejamiento masivo de empresarios que ya no verán con tan buenos ojos su participación en el fútbol. Por otra parte, esa huída podría convertirse en una oportunidad inmejorable para que los clubes retomen sus sentidos deportivos y sociales y que aparezcan o se mantengan solo aquellos dirigentes interesados realmente en el tema, honestos, con vocación y sabiduría. Por el bien del fútbol, ojalá así sea.





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