Luego de seis días de protestas ininterrumpidas en Irán, el ayatolá Alí Jamenei rompió el silencio y culpó a los “enemigos” por la ola de violencia.
A través de un comunicado de prensa, el líder supremo del país acusó a “los enemigos” de haber puesto “dinero y armas, así como apoyo político, a disposición de los incitadores de las protestas para dañar a Irán”.
Las manifestaciones iniciadas el pasado jueves han ido en ascenso. Los contrarios a Jamenei exigen su renuncia, criticándolo por la forma en la que ha dirigido al país, por los problemas de corrupción que tendría su gobierno, pero también por la inflación y la austeridad económica del mandato. Hasta el momento se reportan 21 personas muertas a causa de la violencia o la represión policial.
Sin embargo, ellos no son los únicos que han salido a la calle. Luego de las declaraciones del ayatolá, decenas de miles de simpatizantes del gobierno se manifestaron en apoyo al régimen, mientras condenaban con pancartas los disturbios ocurridos durante los últimos días.
Si bien Jamenei, en sus declaraciones, no identificó a los “enemigos”, los simpatizantes de su gobierno culpan a Estados Unidos por la presión que buscan ejercer para desestabilizar la política interna, plan en el que habrían contribuido Arabia Saudita e Israel.
Los opositores advierten que la crisis social desencadenó en una crítica a la forma en la que se lleva el gobierno. La teocracia iraní es representada por el ayatolá, nombrado por la Asamblea de Expertos, que controla todas las decisiones importantes a través de los organos administrativos disponibles. Bajo él, el presidente, que desde 2013 es Hasan Rohani, tiene las atribuciones de controlar al Ejecutivo, a su gabinete de ministros y al Consejo de Guardianes.