Venezuela, hoy por hoy, asoma como el conflicto político de occidente más mediático de los últimos años, en el cual las mayores potencias del mundo tienen algo que decir.
El devenir del siglo, aparejado al resurgimiento de Rusia y China, es lo que, precisamente, nos permite hablar de “superpotencias”, y no solo por Estados Unidos que, a pesar de representar la mayor amenaza de intervencionismo en territorio venezolano, pareciera saber que algo ha cambiado.
Su marco de actuación no es el mismo de hace 20 años, o al menos así lo deja ver el analista internacional Sergio Rodríguez, quien aseguró que estaríamos frente a una “fiera herida, lo cual vuelve muy peligroso el momento político actual, porque es una fiera herida con unas garras muy grandes y poderosas dando zarpazos”.
Una posible intervención de Estados Unidos en Venezuela no se daría de la misma forma que en Irak hace casi 20 años. Debido al posicionamiento preponderante de Rusia y China, el panorama ya no es el mismo de aquel entonces. A partir de esto, ¿cómo uno podría definir el cuadro actual de la escena internacional?
Con Trump, Estados Unidos está regresando a sus principios fundacionales, que son el aislacionismo en lo político y el proteccionismo en lo económico. Estados Unidos, desde su fundación, fue un país aislacionista y abandonó esta condición solo al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Después de la Segunda Guerra Mundial la única potencia incólume fue Estados Unidos, así que pudo construir un sistema internacional en la medida de sus objetivos. Construyó el Fondo Monetario, Banco Mundial y las Naciones Unidas. El problema es que eso empezó a cambiar. Europa se recuperó. La Unión Soviética desapareció, pero renació diez años después cuando Putin llegó al poder. Y, por último, China experimentó un crecimiento que la llevó a transformarse en la segunda potencia económica.
Con todo esto, el sistema que había creado ya no le servía y, por eso, Estados Unidos ahora busca un outsider. El establishment republicano y demócrata no tuvo la capacidad para resolver el problema que se les presentaba. Entonces Trump, que es pragmático y que ejerce el Gobierno como si fuera una empresa, debe sacar cuentas.
En su momento, una de las manifestaciones más elocuentes del poder irrefrenable de Estados Unidos era que pudiera implantar conceptos tan excéntricos como el de la “guerra preventiva”. Hoy día tiene contrapoderes. No solo en situaciones como la de Venezuela, sino que en otros lugares del mundo. Entonces, ¿qué ocurriría si Estados Unidos iniciará campañas como las de antaño?
Si tu analizas lo que va de siglo, a Estados Unidos no le ha ido bien. En Afganistán están negociando con los talibanes después de una guerra de 18 años. En Irak están en el poder los aliados de Irán, con quienes tiene una relación compleja. En Siria perdieron. Entonces, ante esa dinámica, y con la necesidad de enfrentar en términos estratégicos al único contrapoder que lo puede equiparar, que es China, necesita tener tranquilo a su entorno. Es decir, necesita tener bajo control a América Latina.
Ahora, pesar de esto, lo que les interesa a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos son China y Rusia. Venezuela no es un objetivo para ellas. Cuando tu lees los discursos de los militares norteamericanos, ellos están pensando en China y Rusia. No están pensando en otra cosa.
Con todo esto, yo creo que la problemática estratégica del siglo XXI se va a dar en Asia y, muy probablemente, también el declive definitivo de Estados Unidos.
Y en ese sentido ¿cómo se podría interpretar que Trump, en el mismo momento en que se incrementa la tensión en Venezuela, haya entrado en una fase de distensión inimaginable con Corea del Norte y se siente a negociar con China?
Lo de Corea del Norte es muy sencillo. Trump se involucró en un conflicto, pero en Corea no hay nada. Ni petróleo ni nada. Al final todo es un problema de números. Así lo ve Trump.
En la confrontación con China partieron de un supuesto falso. Trump parte del supuesto de que China está ejerciendo un cambio desigual, y eso no es verdad. Como en China y en otras partes del mundo es más barato hacer, por ejemplo, un lápiz, las transnacionales se fueron. Es por eso que hoy Estados Unidos es un país desindustrializado.
Entonces se dieron cuenta que los que más necesitaban el intercambio eran ellos. Se dieron cuenta que China sí tiene la capacidad para resistir dos años, y en dos años Trump se tiene que reelegir. Los analistas económicos dicen que, de mantenerse la guerra con China, en el último trimestre de este año va a haber una alta inflación en el país e, incluso, podrían entrar en recesión. Trump no puede ir a una reelección así.
Como actuaron a partir de impulsos, lentamente han tenido que retroceder. Salieron del impulso a la realidad.
Si analizamos el discurso de Trump en su campaña, que iba en la línea de recuperar la gloria perdida de Estados Unidos, junto al escenario retórico belicista que ha predominado en sus declaraciones, ¿podemos dar cuenta de un país que se está reposicionando, o de un país que está desesperadamente desposicionándose?
Creo que es lo segundo. Creo que Estados Unidos, de a poco, comienza a mostrar señales de crisis.
Por un lado, China se ha posicionado tanto en África como en América Latina, donde ya es el principal socio económico de los países de la región; y para que hablar de Asia.
Por el otro, la imposibilidad que ha tenido Estados Unidos de evitar la venta de gas ruso; de parar la construcción de gasoductos a pesar de todas las presiones que ha ejercido, van configurando un mundo distinto. Y la pregunta es si estas cosas pasan porque Estados Unidos es más fuerte o más débil. Yo creo que es porque es más débil.
Cuando uno lo analiza en términos globales, uno se encuentra con la figura de la fiera herida dando zarpazos. Por eso es que es muy peligroso el momento político actual, porque es una fiera herida con unas garras muy grandes y poderosas dando zarpazos.
En tu libro, “La Balanza de poder”, advertías que no existen registros de cambios en la hegemonía mundial que sean pacíficos…
Así es, aunque en el libro también digo que no creo que vayamos hacia una tercera guerra mundial. Yo digo que la confrontación es básicamente retórica y la expresión más alta de esa retórica es Trump.
Hasta ahora no he tenido el tiempo, pero me gustaría poder registrar todas las amenazas que Trump ha realizado, y que, finalmente, ninguna se cumplió.
A raíz de la situación de Venezuela y del paso hacia delante de Duque y Piñera, se habla de un avance de la derecha en América Latina. También se habla de un cambio en nuestras subjetividades; que tenemos idiosincrasias más capitalistas y neoliberales. En definitiva, se augura un futuro de derecha. ¿Estás de acuerdo con esa tesis?
Creo que hay una crisis de la democracia en el mundo y, en particular, en América Latina.
Nos dijeron que la democracia es la separación de poderes, pero en Brasil quedó claro que no es así. Moro metió preso a Lula y después lo nombraron Ministro de Justicia. Es decir, la democracia representativa está en una crisis bastante profunda.
Al mismo tiempo está pasando un fenómeno muy curioso; las derechas son radicales y las izquierdas son conservadoras. ¿Quiénes son hoy los defensores del Estado de derecho? Las izquierdas, y son las derechas las que se apropiaron del discurso de la izquierda y están violentando la democracia representativa.
Ahora, volviendo a la pregunta de antes, ¿esto es porque son fuertes o porque son débiles? Yo creo que porque son débiles. Ellos violentan la democracia porque ya no les sirve. Es por eso que tienen que hacer un golpe de Estado en Brasil y destituir a Dilma.
Creo que todo esto ha llevado a un proceso de desconocer el sistema internacional y, en eso, la derecha está actuando con una ceguera absoluta, que ni siquiera las dictaduras del siglo pasado hicieron.