El papa Francisco ha inaugurado este domingo en el Vaticano un sínodo de obispos dedicado a la defensa de la Amazonía y sus habitantes, en un momento en que esa enorme región es amenazada por incendios, devastación y miseria. En su inauguración, Francisco ha condenado “el fuego devorador” en la Amazonía, que destruye la diversidad.

La Amazonía abarca nueve países de América del Sur, mide 7,5 millones de kilómetros cuadrados, y es conocida por sus selvas tropicales ricas en biodiversidad. En total, 114 “padres sinodales” provenientes de la región panamazónica, además de los obispos de la región junto con expertos, misioneros e indígenas, participarán por tres semanas, hasta el 27 de octubre, en las reuniones convocadas bajo el lema “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.

Al término de la reunión, los obispos entregarán un documento final con sus recomendaciones al pontífice, quien en base a ese texto, aprobado por al menos dos tercios de los prelados, preparará una “exhortación apostólica”. Unos 87 mil indígenas amazónicos fueron consultados sobre las principales amenazas que pesan sobre sus comunidades, acechadas por los que codician el petróleo, el gas, la madera, el oro y sueñan más extensiones de monocultivos agroindustriales como la soja.

“La devastación de la naturaleza podría llevar a la muerte de la humanidad”, confesó el Papa recientemente en una entrevista al diario La Stampa en la que instó a salvar ese pulmón y a la vez corazón del planeta. Francisco considera la Amazonía “un lugar representativo y decisivo”, donde se juegan muchos intereses y se comprometió a luchar contra su devastación como respuesta al profundo sufrimiento de los indígenas por su tierra.

Los enemigos del Papa contra el sínodo

Esa posición irrita al ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien en su primer discurso en la ONU negó que los incendios estén devastando la Amazonía y afirmó que la mayor selva tropical del mundo no es “un patrimonio de la humanidad” sino de su país.

Las labores del sínodo, una de las instancias más democráticas de la Iglesia, fruto del Concilio Vaticano II, se basan justamente en un documento de trabajo de 80 páginas, en el que se reportan los mayores males de la región.

El documento pide escuchar el grito de la “Madre Tierra”, asaltada y gravemente herida por el modelo económico basado en un “desarrollo depredador”, “que mata”, “saquea”, “destruye” y “aniquila”, lo cual fue calificado de “herejía” por los sectores conservadores.

El presidente brasileño sostiene que se trata de pura “psicosis ambiental” y defiende la explotación comercial en áreas de preservación ambiental e indígena.

Los llamados “padres sinodales” debatirán también sobre la posibilidad histórica de ordenar como sacerdotes a hombres casados, muchos de ellos indígenas, un tema que desató también fuertes críticas de los conservadores.