En 2017, la realizadora mapuche Claudia Huaiquimilla comenzó a sumergirse en un tema que, hasta entonces, le era completamente ajeno: la realidad de los niños, niñas y adolescentes que eran custodiados por el Servicio Nacional de Menores (Sename).
Entonces, la directora se encontraba en plena exhibición de su primera obra: Mala Junta, largometraje que a partir del encuentro de dos jóvenes aparentemente distintos, abordaba temas como la lucha por la recuperación de las tierras en La Araucanía y los prejuicios en contra del pueblo mapuche.
En ese contexto, la realizadora llegó hasta un centro del Sename para presentar una nueva función de Mala Junta, presentación que la marcaría de forma rotunda y que influiría en su segundo largometraje: Mis hermanos sueñan despiertos, producción que recientemente fue reconocida en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara con el premio a la Mejor Película, Mejor Guion y Mejor Actor, y que se estrenará en nuestro país el próximo 21 de octubre.
La película, que cuenta con un elenco liderado por Iván Cáceres, César Herrera, Paulina García, Andrew Bargsted, Julia Lübbert y Sebastián Ayala, narra la historia de Ángel y Franco, dos hermanos que llevan un año recluidos en una cárcel juvenil. Allí, ambos anhelan su libertad, sufren por una madre ausente y luchan por mantenerse lúcidos en un sistema que los relega al olvido. Esto, hasta que surgen los planes de fuga.
“Todo comenzó con Mala Junta cuando le mostramos la película a los chicos y chicas de los centros. Fue una de las funciones más bonitas, porque ellos viven en carne propia el hecho de vivir los prejuicios de la sociedad. Entendieron la película mejor que cualquier otro espectador”, relata Claudia Huaiquimilla.
“Fue súper emocionante y, en ese momento, comenzamos a conocer testimonios y empecé a preguntarles qué les gustaría comunicar al mundo. A partir de ese tipo de testimonios comenzamos a construir los personajes de la película Mis hermanos sueñan despiertos”, añade la realizadora.
¿Qué te llevó a relatar esta historia basada en el Sename?
Cuando trabajé en mi primera película, Mala Junta, me interesaban los personajes que eran prejuiciados en nuestro país, aquellos que no pondrían en una postal y, como mapuche, encontraba que había similitudes con el trato hacia la juventud que había tenido un paso por el Sename. Eso nos llevó a algo muy lindo y, de algún modo, me tocó enfrentar mis propios prejuicios con este lugar, porque cuando me tocó conocerlo vi a niños con mucha luz, con ganas de vivir, con ganas de poder desarrollarse, pero con vidas que corren peligros dentro de esta institución. Entonces, era importante dar cuenta de eso que me tocó mirar en primera persona. Hay mucha desinformación respecto del Sename. Se nos olvida que esto es urgente de atender, porque son vidas de niños que están siendo vulneradas.
En la película, no existen caricaturas, sino protagonistas con quienes uno empatiza fácilmente. ¿Cómo fue esa construcción de personajes?
Eso tiene que ver con la investigación de campo, de ir, conocer a las chicas, chicos, saber qué es lo que les interesa, pero, sobre todo, para poder intentar que esto, más allá que una película de denuncia, sea una película que dé cuenta de lo que puede significar emocionalmente el estar dentro de un centro de reclusión, alejado de la familia, en donde no tienen noción del tiempo, en donde se ven coartadas muchas de las libertades en una época en que uno, justamente, necesita de su contacto con otras y otros. Ahí lo importante era poder trabajar las relaciones humanas más que la estructura dramática de la película para poder reflejar un poco qué pueden sentir estos chicos al interior y que los espectadores puedan trasladarse a ese espacio.
¿Cuál es el porcentaje de jóvenes mapuche en estos centros? ¿Qué fue lo que ustedes pudieron explorar?
No tengo el porcentaje exacto, pero nos pasó que, efectivamente, sobre todo en las regiones de La Araucanía y de Los Ríos el número era muy alto. De hecho, existe un documental de René Ballesteros que es testimonial de chicos que están en el Sename y, lo que pueda haber de relación con mi película, tiene que ver con que estos chicos, al estar encerrados y para calmar su ansiedad, muchas veces se les da antidepresivos, lo que los hace perder la noción del tiempo y el espacio. Muchas veces no se sabe si están soñando, si realmente están en el presente y eso pasó mucho con los chicos mapuche, en donde el sueño, la ensoñación o los pewma son muy importantes.
¿Cómo lo mapuche está presente en esta obra?
El hecho de ser mapuche es algo que me conforma, de lo cual no puedo escapar, sea lo que sea que narre. Yo llego al cine por eso mismo. En el mundo mapuche, uno tiene una responsabilidad. Uno no habla por hablar, sino porque tiene algo importante que decir y, con esa responsabilidad, llego a la temática del Sename que, pese a que no está directamente relacionado con el mundo mapuche, sí está vinculado en el modo en que exploro o miro el mundo. Entonces, esa sensibilidad me acompaña, más allá de la temática específica de la película.
¿Cómo ves el rol de los artistas mapuche frente a la situación que se está dando en la zona sur?
El arte es sumamente importante como espacio de resistencia, especialmente, el cine, por la difusión de distintos mensajes que no tienen cabida en otros espacios. Tenemos medios que sí nos ayudan a la difusión de comunicación importante de las comunidades, pero no son tantos, Entonces, el cine se transforma en un espacio de comunicación libre, de resistencia para lo que está pasando con nuestra comunidad mapuche. Nuestro pueblo también se caracteriza por ser sumamente solidario y eso tiene que ver con que mi temática no sólo sea mapuche. A partir de mi primera película, sentía la necesidad de trabajar un personaje que tenía una similitud con el pueblo mapuche respecto del prejuicio, al trato discriminatorio. Me sentía con la responsabilidad de abordar lo que está pasando en Wallmapu desde la mirada de la infancia y lo que eso puede significar en nuestro país. Pero vi que en este otro mundo había muchas cosas que yo también desconocía como realizadora y, al conocerlo en profundidad, sentí un llamado a la acción, sobre todo en este momento en que se está escribiendo una nueva Constitución. Poetas, cantantes mapuche, realizadores y cineastas podemos ayudar a este diálogo necesario. Podemos llegar desde otro lugar mucho más sensible.
En tu propuesta cinematográfica, ¿cuánto hay de búsqueda identitaria?
Creo que no es una búsqueda consciente, sino, simplemente, algo que me conforma. Me marcó muchísimo el hecho de que, siendo muy niña, los relatos de los libros de historia no coincidieran con los de mi casa. Eso me hace cuestionarme día a día cómo están siendo retratados los otros. En ese sentido, eso me mueve, más allá de buscar un tipo de cine.
Más allá de Mis hermanos sueñan despiertos, ¿estás trabajando en otro proyecto?
Si, estoy trabajando en una siguiente película que es mucho mas personal, biográfica. Tiene que ver con temática mapuche y con personajes femeninos. El proyecto en desarrollo se llama Mapurbe, que es un termino que hizo el poeta David Aniñir para representar a aquellos que, a pesar de ser mapuche, somos diáspora y no crecimos en nuestra comunidad, sino que nos toco vivir en la capital. Es una historia que está centrada en los años 90, cuando se iban a celebrar los 500 años de la llegada del español a Latinoamérica. Está inspirada en el 12 de octubre de 1992, cuando en Chile y en Latinoamérica se estaba preparando la celebración, sin embargo, por lo bajo, en la historia no oficial, se estaba desarrollando la resistencia indígena, especialmente, en Chile, dado en gran parte por mujeres mapuche, una de ellas nuestras presidenta de la Convención Constituyente, quien era parte de este movimiento. Cuando niña, me tocó ver esa historia en primera persona y, para mí, es importante contar esa otra historia no oficial de nuestro país, trabajar desde un lugar emotivo, porque siento que no está quedando en los libros de historia, ni tampoco en las noticias. Quiero entregar esta historia que me tocó ver desde niña, muy honestamente.