Ataques a obras famosas: ¿Activismo, performance o mero vandalismo?

Uno de los ataques más recientes se dio nada menos que sobre la que probablemente es la pieza de arte más famosa del mundo, la "Mona Lisa" de Leonardo da Vinci en el Museo del Louvre, donde un grupo de activistas le lanzó sopa a fines de enero.

Uno de los ataques más recientes se dio nada menos que sobre la que probablemente es la pieza de arte más famosa del mundo, la "Mona Lisa" de Leonardo da Vinci en el Museo del Louvre, donde un grupo de activistas le lanzó sopa a fines de enero.

El pasado 10 de febrero dos activistas lanzaron sopa contra el cuadro “La Primavera” del pintor Claude Monet expuesto en el Museo de Bellas Artes de Lyon, en el este de Francia, en el marco de una acción del grupo Respuesta Alimentaria para alertar sobre el impacto del cambio climático.

A raíz de esto, es que muchos se preguntan ¿por qué vandalizar o atacar obras de arte? Radio y Diario Universidad de Chile conversó sobre esta interrogante con expertos de la Facultad de Artes y de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Casa de Bello y una artista, quienes reflexionaron en torno a estas acciones de grupos medioambientalistas.

El jefe de carrera del Departamento de Teoría de las Artes de la Universidad de Chile, Gonzalo Arqueros explicó que “las acciones se realizan justamente para llamar la atención acerca de la realidad de la catástrofe ecológica en el campo de la agricultura y de la explotación de los recursos y el cambio climático irreversible del planeta”.

Según Sergio Rojas, también académico del mismo departamento, “varios de estos grupos han declarado que el arte universal comienza a no tener lugar en un planeta devastado. El arte tiene que ver con el patrimonio universal, tiene que ver con la idealidad y en ese sentido se confronta con la realidad planetaria, material, concreta de la catástrofe”.

“Es como si dijéramos que los atentados de estos grupos activistas contra las obras de arte en particular, están anticipando o haciendo manifiesto el atentado contra la humanidad que significa la producción capitalista que trabaja como si el mundo fuese un objeto infinito”, añadió Rojas.

Por otro lado, Arqueros aclaró que “estas acciones no son directamente sobre las obras en la medida en que la mayor parte de ellas están protegidas, ocurren sobre los vidrios que cubren las obras dentro del museo, es decir sobre el aparato que mediatiza la experiencia estética, y no así como las acciones del capital expandido que sí van sobre la tierra”.

Pese a lo anterior, se refirió al caso de “La Venus del Espejo”, pintura de Diego Velázquez que sí fue dañada en 2023 por uno de estos ataques en que activistas quebraron a martillazos el vidrio que la protegía. “La dañó de manera mínima. Esa pieza además sufrió un ataque en 1914 en el contexto del movimiento sufragista. Mary Richardson atacó la obra con un cuchillo de cocina, según se ha registrado, como una forma de vengar la muerte de una activista líder sufragista. Sostienen que trató de destruir la imagen más bella de la historia mitológica como protesta contra el gobierno por destruir a la activista, que es el personaje más bello de la historia moderna”, contó el docente de la Facultad de Artes.

En este sentido es que Arqueros apuntó a que “antes de justificar o sancionar a priori, conviene informarse respecto del fenómeno, porque el concepto de vandalización de inmediato sanciona, porque sostiene que toda destrucción de obras de arte o de cualquier objeto valioso, es el resultado de un acto demencial, o sea, se criminaliza de inmediato”.

¿Estas acciones se podrían equiparar a una performance artística?

En torno a si las acciones realizadas por los distintos grupos activistas sobre estas famosas obras de arte podrían considerarse o no performance, Gonzalo Arqueros sostiene que “yo creo que no son performáticas en el sentido de que hay una acción, un desarrollo, pero la performance es un lenguaje estético formal, donde existe una evaluación estética. Uno podría hacer un análisis estético de estas acciones, pero no provienen de un programa estético, sino que de un programa meramente político”.

“No los llamaría performance, pero curiosamente pueden tener ciertos rendimientos que se asemejan al rendimiento del arte, porque la experiencia de la obra y la experiencia que uno pudiera tener en un museo, pone al destinatario a pensar”, agregó.

En la misma línea, el académico de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, Tomás Peters indicó que “la intervención de estos grupos medioambientalistas carece de elementos estético políticos, y creo que se requieren muchos más elementos en juego que califiquen a un acto como este bajo un registro de la performance”.

En contraste, Sergio Rojas argumentó que “hay algunos activistas artistas que lo ven de esa manera, en el caso de Fabiana Rodríguez, una artista queer estadounidense afro peruana, considera que este tipo de acciones son una forma de arte. Ella hablaba de estas protestas como una forma de teatro. En ese sentido muchas de estas acciones podrían ser consideradas como una forma de arte”.

El caso chileno

En tanto, consultado por el caso de la roca gigante que el artista Enrique Matthey instaló en el frontis del Museo de Bellas Artes, Sergio Rojas señaló que “lo primero es preguntarse si el artista tenía presente la eventualidad de que la obra pudiese ser objeto de vandalismo. Creo que sería ingenuo pensar que el artista no había pensado esa posibilidad. Esa agresión a la obra va acompañada de un discurso, y éste tiene que ver con un cuestionamiento o casi resentemiento respecto al arte contemporáneo, de cómo se puede considerar ese objeto como arte”.

“Y en otros casos es un cuestionamiento a lo que es el financiamiento del arte por parte del Estado, el hecho de que con ciertos criterios se financia ciertas producciones artísticas y otros proyectos carecen de ese financiamiento. Sin esta discusión probablemente la obra hubiera pasado desapercibida, no por sus características, sino como en general pasa desapercibido el arte en nuestro país y particularmente el arte contemporáneo. En este sentido, esta discusión le ha dado un protagonismo y ha puesto sobre el tapete discusiones que de otra manera no habrían tenido lugar”, reflexionó.

Finalmente, Tomás Peters se refirió a la protección de las obras de arte que se encuentran dentro de los museos chilenos. “Tiendo a pensar que las protecciones de las obras en Chile son relativamente mínimas. Se han hecho una serie de esfuerzos en seguridad, luego del robo a una pieza de Rodin el año 2005 en el Museo de Bellas Artes, donde a partir de eso, se implementó una serie de protocolos, se invirtió más en seguridad y en guardias”.

“Hoy en día es normal contar con alarmas de sonido cuando alguien se acerca demasiado a alguna obra, pero en general creo que los protocolos de protección más bien son bajos en Chile, por un tema de recursos económicos, y que se apela mucho a la confianza con los visitantes. Nuestro país no es un lugar donde esto se convertiría en algo común, o que sea un objeto de atentado”, finalizó Peters.

 

Imagen de portada: Agencia ATON

 





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