El domingo en la noche el candidato derechista Sebastián Piñera afirmó, una y otra vez, que todo lo que ha hecho, todo el dinero que ha invertido, todas las designaciones políticas que realizó como presidente, se ajustaron a la ley chilena. En el programa Tolerancia Cero de CNN Chile y Chilevisión, Piñera se vio incómodo […]
Con su mísero 6 a 8 por ciento de apoyo en las encuestas, Ricardo Lagos está más cerca de volver a la presidencia que varios de sus contrincantes.
El temor no verbalizado de la élite política es que la elevada abstención pueda resquebrajar el modelo político al restarle, en los hechos, toda legitimidad representativa. Peor aún para el orden establecido, una parte importante de esa abstención puede ser en realidad un voto político duro.
Después de que el movimiento ciudadano “No + AFP” movilizara a cientos de miles de personas durante este invierno, exigiendo el fin del sistema privado de pensiones, sus dirigentes todavía esperan una respuesta seria de la Presidenta Michelle Bachelet respecto de sus demandas.
Las ceremonias “republicanas” de estas Fiestas Patrias fueron una vez más una demostración del abismo que existe entre los representantes que dicen resguardar el patriotismo y La República de Chile, con lo que verdaderamente sucede entre la ciudadanía. Y, como siempre, nuestros gobernantes se prestaron servilmente para agachar el moño y rendir tributo a la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas.
¿Por qué Chile ha caído, una y otra vez, en esta trampa del exportador de materias primas? La respuesta más sencilla es: el rentismo de su élite empresarial y estatal. En efecto, mirado de manera fría, Chile es un país rentista, es decir, donde sus élites prefieren las ganancias seguras de hoy a la ganancias futuras que dependen de inversiones, innovación y –peor aún- de la movilidad social.
Con La Moneda 2018 en la mira, los candidatos del duopolio Ricardo Lagos y Sebastián Piñera recurren a lemas e ideas clichés como “si yo puedo contribuir, no me restaré”. Más allá de frases de buena crianza –“la ciudadanía hoy está empoderada”, reconociendo, de paso, que antes estaba sometida- poco les importa lo que ha pasado y cambiado en los últimos años. Apuestan a que vivimos en un país provinciano que se contenta con ver El Padrino I una y otra vez. Así no es de extrañar que las salas de cine estén cada vez más vacías.
“El lugar más violento del infierno está reservado para aquellos que permanecen neutrales en tiempos de grandes conflictos morales”, afirmó a inicios de los años 60 Martin Luther King. Es lo que Carlos Mesa entendió en Bolivia en 2006. Antes de que Evo Morales llegara al poder, Mesa convocó a una Asamblea Constitucional en ese país. Por cierto, Mesa es periodista… igual que Alejandro Guillier.
¿Por qué razón en los sondeos del CEP el tema de la colusión de las grandes empresas para estafar a los consumidores chilenos, o el financiamiento irregular de las campañas políticas no aparece como preocupación ciudadana? La respuesta está en ver quién financia a ese centro de estudios y cuál es la ideología que sostienen.
A juzgar por quienes pretenden ser candidatos presidenciales en 2017, Chile seguirá siendo el mismo país ad aeternum. La diferencia de otras elecciones es que ahora existe al menos una docena de candidatos que piensa que pueden capitalizar el malestar, pese a ser casi todos ellos representantes y ganadores del ahora tan cuestionado “modelo chileno”.
Acorralada por los sectores conservadores de la ex Concertación y por el bombardeo constante de la prensa tradicional, cuyos periodistas repiten cuan loro todo lo que la derecha permanente pronuncia en su típica lógica insular respecto a lo especial que es el modelo chileno, Bachelet optó por lo que en el Chile de hoy es políticamente ventajoso: correrse a la derecha.
¿Quién marca la agenda política semanal del país? Nadie y todos. El desplome de la popularidad de la Presidenta, unida al derrumbe moral de toda la elite debido a casos de corrupción, colusión y captura del Estado, abre un período de incertidumbre política. El ejemplo que ilustra esto es cómo La Moneda ha perdido en las últimas semanas la capacidad de dictar la agenda nacional.