“El Instituto Pedagógico representa el tercer hito cultural del país, durante el siglo XIX, tras la creación del Instituto Nacional y la Universidad de Chile”. Así de categórico fue en su momento el historiador Rolando Mellafe (1929-1995), al señalar la importancia de la institución de la cual él mismo egresó en 1958, y de la cual se conmemoran 125 años de fundación.
El “Peda” nació en 1889, mediante el decreto 1.113 del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, impulsado entre otros por Valentín Letelier. El político y abogado radical, muy interesado en educación, había sido enviado en 1882 a Alemania por el gobierno de Domingo Santa María junto a Claudio Matte y José Abelardo Núñez, en una misión pedagógica que concluye que el sistema educacional germano es adecuado para Chile y culminaría con la llegada de nueve profesores alemanes.
Era una época en la cual en Chile la educación secundaria estaba en manos de profesionales como abogados, médicos e ingenieros, etc., y ni siquiera existía la enseñanza básica obligatoria, implantada recién en 1920.
Laica y profesional
Letelier argumentaba la necesidad de crear el Instituto en dos razones principales: “Porque la función docente estaba antes encomendada de una manera casi exclusiva al cuerpo eclesial de cada nación; y “porque reducida la enseñanza a la tarea mecánica de dar y recibir lecciones de memoria, no se necesitaba preparación alguna para ocupar una cátedra de profesor”.
El abogado contó con la ayuda política del ministro de Instrucción Pública de la época, Federico Puga, quien le dijo al radical: “Sin buen profesorado no podemos tener buena enseñanza”. El sucesor de Puga, Julio Bañados, sería el responsable de firmar el decreto 1.113 que daría origen a la entidad, en medio del impulso económico que brindaba la explotación del salitre.
El Instituto se enfocaría en formar profesores para la enseñanza media, ya que la preparación de los docentes de educación primaria era tarea de las escuelas normales -impulsadas por Domingo Faustino Sarmiento- desde 1842.
Desde su creación, el “Peda” debió enfrentar múltiples resistencias, tanto al interior de la universidad -cuya Facultad de Humanidades llevaba medio siglo ajena a la formación de profesionales, dedicada exclusivamente al cultivo de las letras y humanidades, como fuera de la entidad, entre otros en los docentes que ya ejercían en la enseñanza secundaria.
La llegada de los alemanes además consistía en un cambio desde una educación basada en la enseñanza memorística a otra centrada en el razonamiento inductivo, en el contexto de una reforma educacional que apuntaba a restar poder a la Iglesia, en cuyas manos estaba gran parte de la formación.
Valentín Letelier defendió a brazo partido a los germanos y a la nueva entidad de las críticas, que también era atacada por ser identificada con el derrocado gobierno de Balmaceda.
Los alemanes
Se estableció que los alemanes -que venían con un contrato de seis años- se dedicarían exclusivamente al a docencia, y no a la investigación u otras áreas. Muchos de ellos se convertirían en destacadas personalidades.
Sus nombres y especialidades: Federico Johow, botánico, quien fue designado como primer director del Instituto (ciencias naturales, biología, zoología, botánica e higiene), y se quedaría hasta su muerte en 1933; Jorge Enrique Schneider (pedagogía, filosofía, lógica, metodología, moral y filosofía de las ciencias), que fundaría el Liceo de Aplicación, Juan Steffen (historia y geografía), residente hasta 1914, Federico Hanssen (filología, gramática general, lingüística, latín, griego, francés, inglés, alemán, retórica e historia literaria), muerto en Santiago en 1919, Reinaldo Von Lilienthal (aritmética, álgebra, geometría, trigonometría y mecánica), quien sólo estuvo hasta 1890 y fue reemplazado por Augusto Tafelmacher (volvió a Alemania n 1904); Federico Albert, botánico, paleontólogo y ornitólogo, profesor de Ciencias naturales fallecido en Chile en 1928, Rodolfo Lenz (gramática), máxima autoridad en mapudungun en su época; y Alfredo Beutell (química y mineralogía). También había un chileno, el filólogo Enrique Nercasseau y Morán.
Las materias claves eran pedagogía y filosofía, historia y geografía, filología, matemática, ciencias físicas y ciencias naturales.
Los cursos durarían tres años, con cupos de un máximo de 25 alumnos, de los cuales cinco estarían becados, con un sueldo mensual. A cambio tendrían que servir en el Instituto durante su estancia y luego durante nueve años en un colegio público. En la primera promoción hubo 98 postulantes y 39 admitidos, todos hombres. En 1893 se eliminó la pensión y el internado para economizar y permitir el ingreso de mujeres.
Para su funcionamiento se arrendó una casa con el número 178 de la calle de las Delicias (actual Alameda) y se adquirió el mobiliario necesario. Su primera sede propia sería en la esquina de Alameda con Duarte (hoy Lord Cochrane), pero en 1892 se le construyó un edificio especial, hoy sede del Liceo de Aplicación (Alameda con Cumming), creado para que los profesores del Instituto “aplicaran” sus conocimientos.
Así, desde 1893 una nueva generación maestros, con el grado de “profesor de Estado”, se distribuyeron por el país para diseminar nuevos métodos y nuevas ideas, aunque su ingreso al sistema fue más lento de lo esperado, en parte por la resistencia de las autoridades educativas de los liceos. Entre sus primeros egresados se destacaría Pedro Aguirre Cerda, que se tituló como profesor de Castellano y Filosofía en 1900, antes de seguir carrera como abogado y político para terminar como Presidente de la República en 1938. Más adelante se destacaría Pablo Neruda, que entró a estudiar Pedagogía en Francés en 1921.
Hasta 1915, un 75% de los titulados eran alumnos de provincia. Otra cosa importante era la participación femenina: en 1911 entre los matriculados había 83 mujeres y 52 hombres, un hecho que demuestra la importancia del rol de la mujer en la educación.
Época de gloria
En 1929, el gobierno optó por una nueva contratación de académicos alemanes para el Instituto.
Sólo dos se quedarían en el país: el matemático y botánico Carlos Grandjot y el químico Fernando Oberhauser. Grandjot sería uno de los fundadores de la Sociedad Matemática de Chile e incluso obtendría la nacionalidad.
La calidad del Instituto queda patente con lo ocurrido en 1936, cuando el gobierno de Venezuela contrata una misión para la fundación del Instituto Pedagógico de Caracas, integrada entre otros por personalidades provenientes del “Pedagógico” como Juan Gómez Millas, Eugenio González Rojas y Horacio Aravena Andaur. El primero había sido alumno y profesor del instituto, y luego sería rector de la Universidad de Chile y ministro de Educación bajo Eduardo Frei padre; el segundo también fue rector de la misma casa de estudios y senador, mientras el tercero sería luego rector de la UTE (actual Universidad de Santiago de Chile).
En 1948 se funda la sede del Instituto en Valparaíso, en el sector de Playa Ancha, mientras la sede central se mudaba al campus de Macul, donde además surgirían varios centros de investigación.
Numerosas personalidades se formarían y ejercerían la docencia en sus aulas, como los Premios Nacionales de Historia Eugenio Pereira Salas, Guillermo Feliú Cruz, Néstor Meza, Ricardo Krebs, Mario Góngora, Rolando Mellafe y Sergio Villalobos, de Literatura Mariano Latorre, Nicanor Parra, Rodolfo Oroz y Roque Esteban Scarpa, y de Educación Roberto Munizaga, Luis Gómez Catalán, José Herrera y Marino Pizarro y de Humanidades Humberto Giannini, mientras hicieron clases los de Ciencias Héctor Croxatto y Danko Brncic.
Otras figuras destacadas incluyen al historiador Hernán Ramírez Necochea y el sicóloco alemán Guillermo Mann, los escritores Poli Délano, Ariel Dorfman y Antonio Skármeta, así como los integrantes del Quilapayún, entre otros.
En 1969, el Instituto se transformó en Departamento y tres años después, en Facultad de Educación.
Huellas
Para Délano, el Pedagógico significó el encuentro con el conocimiento sin formas de restricción. “Como en el resto de la sociedad, se expresaba ahí la lucha de clases, pero a través de las ideas, la polémica, el enfrentamiento ideológico. Significó también un estímulo a mi carrera de escritor, que se había iniciado en el liceo. Profesores como el humanista Eugenio González, como César Bunster, Roque Esteban Scarpa, Rodolfo Rojo, me adelantaron en la comprensión de la literatura universal. Todos fueron importantes, cada uno dejó su huella”.
Para él, quién entrara a estudiar en 1954 y se desempeñara como ayudante, profesor auxiliar, y catedrático titular hasta 1973, fue un fuerte golpe la llegada de la junta militar y la posterior dictadura que terminó con la desarticulación del “Peda”.
También para el profesor Miguel Espinosa Didier la dictadura marcó el fin de una era. Él ex estudiante del Pedagógico y hoy director del Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos de la Universidad de Chile desde 1992, recuerda hoy lo decisivo que la institución en su formación.
“Desde el primer día, desde el día de la recepción a mi curso, tuve la sensación de entrar a una etapa superior en que la cultura se abría para mi joven espíritu. Nos recibieron con un recital de poemas leídos ni más ni menos que por Pablo Neruda, María Maluenda y Roberto Parada. Un día inolvidable. Todo un símbolo”, dice.
Los recuerdos del “Peda” para Espinosa armonizaban muy bien la seriedad, la disciplina, el rigor y la exigencia en el estudio; con el estímulo a la iniciativa de los alumnos, de la creatividad; con al apoyo a la vocación pedagógica, cuestión que hoy se intenta recuperar por aquellas instituciones herederas de su historia: la UMCE y la Universidad de Chile.
Para Juan Carlos Llanos, ex estudiante de Historia del Pedagógico y actual profesor de la Escuela Alemania de la comuna de Santiago, lo destacado de su período de formación fue el comprender que la condición de universitario tiene relación con el compromiso de participación ciudadana.
“Había proyección con una visión de país que logre alcanzar metas y objetivos de desarrollo social, económico, científico y valórico e integrarse a una sociedad que sea respetuosa de la persona en relación con los derechos humanos y principios democráticos”, dice.
La educación entregada en sus aulas, para Llanos, se tradujo en un proceso integrado en el desafío de asumir responsabilidades que, durante los 60’ y 70’, respondieron a una Reforma Universitaria llevada a cabo por académicos, estudiantes, administrativos que componían cada comunidad. “Por lo tanto, la educación era analizada desde perspectivas diversas, de intereses a veces contrapuesto y con énfasis en la pluralidad de ideas y de enfoque multidisciplinario”.
Fin con la dictadura
Luego del golpe militar de 1973, al igual como ocurrió con el resto de las sedes y universidades, alumnos y profesores del “Pedagógico” sufrieron exoneraciones, expulsiones, torturas y asesinatos. Según el Informe Rettig, el “Peda” tuvo 42 víctimas mortales.
La represión tendría como corolario la separación de la Universidad de Chile en 1981, en virtud del decreto con fuerza de ley (DFL) número 1 de la dictadura, que reestructuró la educación chilena y entre otros eliminó la gratuidad vigente hasta entonces en el nivel superior.
El DFL número 7 del 17 de febrero de 1981 transformó la Facultad de Educación de la Universidad de Chile en el Instituto Profesional “Academia Superior de Ciencias Pedagógicas”. Lo mismo sucedió con su sede de Valparaíso, que en 1985 fue transformada en la Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación. Un año después, en 1986, la sede santiaguina tomaría su figura actual como en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).
“Tradición gloriosa”
Hoy, el profesor Jaime Espinosa, rector de la UMCE, afirma que para la institución el Instituto Pedagógico representa un sentimiento de orgullo. “Es un privilegio y honor darle continuidad a la tradición gloriosa de una institución señera en la formación de profesores”. Espinosa recata los principios educativos de la institución, que han tratado de perdurar en la actual UMCE a pesar de los dolorosos procesos de desarticulación del pasado.
“Su carácter fundacional de fortalecimiento de lo público a través del sentido de la educación para el desarrollo de la sociedad chilena. En el contexto cultural y político de su creación, el Instituto Pedagógico emerge como una acción que se funda en el concepto de ‘Estado-Docente’, laico, gratuito y democrático. La UMCE se ha mantenido fiel a esos principios y los ha preservado; a pesar de las vicisitudes dictatoriales de la historia chilena de hace algunos años, las cuales fueron resistidas por su comunidad universitaria”, dice.
Para el rector Espinosa, esta fecha no puede pasar desapercibida conmemorativa. “La celebración de hitos relevantes en la historia del país tiene potencia simbólica para fortalecer la identidad cultural. El Instituto Pedagógico, hoy Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación forma parte del imaginario social del país y sus valores representan lo mejor de su pueblo, por lo mucho de su aporte y porque Chile lo merece, “por la gloria de su empeño”.
Muchos son los recuerdos, muchas las enseñanzas. Sin duda, el Instituto Pedagógico seguirá marcando un hito dentro de la educación del país y son hoy día sus instituciones herederas, la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, la Universidad de Playa Ancha y la Universidad de Chile las llamadas a responder al legado histórico de la formación de docentes.
* Marco Fajardo y Nicole Cardoch son periodistas del Programa de Educación Continua para el Magisterio (PEC) de la Universidad de Chile
Foto: El Pedagógico en Cumming con Alameda, 1920. Dibam.