Resistencia indígena y justicia socio-ambiental

El pueblo mapuche es y ha sido durante siglos la expresión más viva de la resistencia, de la lucha por sobrevivir como comunidades sobre un territorio ancestral, pero también por preservar, reinterpretar y proyectar hacia el futuro un marco ideológico –también ancestral- de sociedad no imperialista, no extractivista, comunitaria, igualitaria, no dueña- sino parte de la tierra.

El pueblo mapuche es y ha sido durante siglos la expresión más viva de la resistencia, de la lucha por sobrevivir como comunidades sobre un territorio ancestral, pero también por preservar, reinterpretar y proyectar hacia el futuro un marco ideológico –también ancestral- de sociedad no imperialista, no extractivista, comunitaria, igualitaria, no dueña- sino parte de la tierra.

“Indio, pero occidental,

yo me dedico a parar el mundo”

(Indias accidentales, Pedro Villagra, Santiago del Nuevo Extremo)

Hace 522 años comenzó el saqueo que perdura hasta hoy en los territorios de nuestro continente y que ha pasado por múltiples formas desde la era colonial hasta la neoliberal, donde las corporaciones multinacionales han ocupado –parcialmente- el lugar de los Estados imperiales.

La verdadera historia muestra que -de quienes hoy nos llamamos americanos- los pueblos originarios han sido las grandes víctimas de esta usurpación, mediante la violación de sus derechos, la invasión y el robo de sus tierras, la profanación de sus sitios sagrados, la destrucción de su hábitat y formas de vida, la negación de su lengua y sus creencias, el desplazamiento forzado a la pobreza rural o urbana.

Y, aun cuando muchas de estas agresiones a los pueblos indígenas -incluso de parte de gobiernos progresistas- se han hecho en nombre del bienestar general, los impactos y consecuencias negativas de estas acciones, amparadas en políticas públicas subordinadas a los mega-poderes empresariales, recaen de manera extendida y generalizada sobre la población.

Cuando la conflictividad socio-ambiental se ha multiplicado y extendido en los territorios rurales y urbanos de nuestro continente, los movimientos y organizaciones que luchan por la justicia socio-ambiental no sólo se muestran sensibilizados y aliados de la causa indígena por la recuperación de sus territorios, culturas y nacionalidades, sino que encuentran en las luchas de estos pueblos, en sus cosmovisiones y formas de vida, la fuente de inspiración para el cambio cultural, mediante la reflexión, el debate y la proyección de nuevos paradigmas de sociedad.

El pueblo mapuche es y ha sido durante siglos la expresión más viva de la resistencia, de la lucha por sobrevivir como comunidades sobre un territorio ancestral, pero también por preservar, reinterpretar y proyectar hacia el futuro un marco ideológico –también ancestral- de sociedad no imperialista, no extractivista, comunitaria, igualitaria, no dueña- sino parte de la tierra.

Conociendo y reinterpretando los saberes del pueblo mapuche, principalmente a través de su rica oralidad, libre de academicismos y tecnicismos, pero llena de sonidos de la naturaleza, podemos ya comprender la aberración de un sistema capitalista y patriarcal, que hace apología del crecimiento material y económico, causa estructural de las crisis ambientales y sociales que asolan nuestro planeta, y sólo posible en base a la explotación abusiva de la naturaleza y de los propios seres humanos; y encontrar las señales para los modelos alternativos.

Los abusos de las grandes empresas –nacionales y multinacionales- son cada vez mayores en América Latina, pero cada vez somos más los que –con toda nuestra carga occidental- nos sentimos indios, hermanados con los pueblos indígenas, y nos organizamos para parar este mundo de injusticia y depredación, y construir otros mundos posibles, de justicia y sustentabilidad.





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