En una muestra más de la debilidad en la recuperación de la economía mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) de Japón se contrajo en el segundo trimestre 1,6 por ciento anual ante el retroceso del consumo y las exportaciones, al tiempo que cayó 0,4 por ciento respecto del trimestre anterior.
Tras seis meses de crecimiento, el dato es la primera baja para la tercera economía mundial desde el tercer trimestre de 2014, luego que el consumo, que explica casi 60 por ciento del PIB nipón, disminuyó 0,8 por ciento en relación el primer tercio del año. A su vez, las exportaciones, sufrieron una caída del 4,4 por ciento, en claro reflejo de la ralentización China, el principal socio comercial de Japón.
La inversión de capital corporativo, una de las piezas claves para la recuperación, retrocedió 0,1 por ciento, y solo la inversión pública, fortalecida por el programa de reforma económica del Ejecutivo (“Abenomics”), se mantuvo en buen nivel, con un alza intertrimestral del 2,6 por ciento.
Si bien las cifras alimentan la esperanza de inversores en que el Banco de Japón (Central) potencie su plan de estímulo con medidas adicionales para fortalecer la economía, la reciente devaluación del yuan chino pone en riesgo su velocidad de recuperación.
En efecto, la semana pasada el banco central de China envió las bolsas mundiales a pique, tras dos devaluaciones monetarias sucesivas que sumaron una baja de casi 5 por ciento, sucumbiendo así a la realidad de su debilidad económica y asestando un duro golpe a los activos de riesgo y mercados emergentes de la región. Al mismo tiempo, la devaluación es una clara advertencia a EE.UU. y Europa de que Beijing no trepidará en devaluar su moneda, avivando el riesgo de una guerra de divisas, si las decisiones se adoptan con impacto negativo para China.
En el primer semestre de 2015, la máquina exportadora china se derrumbó por primera vez desde 2009, en un retroceso que amenaza con seguir en 2016. Si bien una de las razones del débil crecimiento fue la baja demanda en sus principales mercados: Europa, Estados Unidos y Japón, la otra ha sido la pérdida de competitividad de sus precios, que se han “encarecido” a medida que competidores como Japón, Corea, Taiwan, Malasia, Tailandia e Indonesia han devaluado sus monedas frente al dólar.
El comercio en yuanes ha aumentado desde el 0 por ciento en 2009 al 22 por ciento del comercio mundial en 2014. Sin embargo, el yuan tiene aún un largo camino por recorrer si quiere romper la hegemonía del dólar. Mientras China mantiene US$ 16 millones de millones en valores de Estados Unidos (casi el 100 por ciento del PIB de ese país), los inversores extranjeros han invertido solo unos US$ 200 mil millones en acciones chinas.
Una baja en el precio relativo del yuan respecto a las otras monedas, ayuda a China a recuperar su industria, aunque podría crear caos en la industria occidental. Asimismo, no obstante que FMI no ha permitido considerar al yuan dentro de las monedas de reserva, sí lo han hecho en la práctica bancos centrales de más de 50 países, para los cuales se ha transformado en moneda refugio frente a la inestabilidad del euro y el dólar.
Para naciones asiáticas como Japón, Corea, Tailandia, Indonesia, Singapur, Malasia y Vietnam, la devaluación implica una caída de sus exportaciones, reduciendo empleo y demanda. Los países emergentes y productores de commodities, sin cambio flotante, como Brasil, Sudáfrica, Rusia, México, Venezuela o Argentina, sufrirán una nueva caída de sus exportaciones y el derrumbe de sus precios, afectando también su crecimiento y empleo. Asimismo, implica un golpe duro para Europa y EE.UU., que con sus tasas de interés cerca de cero están sin margen de maniobra. En los países desarrollados el efecto s casi inmediato por el desplome en el valor de los activos, lo que significará eventuales nuevas reducciones en el comercio y empleo.
En sus actuales condiciones, China no puede contener la baja de la economía global por la vía de estimular la demanda y los precios de los commodities en los mercados emergentes, enfrentándose así a un declive largo y pronunciado que la ha obligado al ajuste devaluatorio para controlar su derrumbe bursátil y baja de los precios.
Los datos económicos indican que la economía se desacelera, su mercado de valores baja y las exportaciones se desploman a los menores niveles en 6 años, no obstante que EE.UU. se recupera y los mercados esperan el alza de tasas de la Política Monetaria, razón por la que el dólar se ha fortalecido, mientras el euro y el yen japonés se han debilitado. Y mientras China mantiene un relativamente alto superávit comercial, la tasa de cambio real del yuan se fortalecía, lo que era incoherente con las expectativas del mercado. Para los analistas, en consecuencia, parecía un buen momento para mejorar la cotización de la paridad del yuan y hacerlo consistente con el mercado.
Más allá de los equilibrios macro, la devaluación es una señal clara de la preocupación en Beijing de caer por debajo de su meta de crecimiento de 7 por ciento anual –que se ajusta al ritmo de aumento de su fuerza de trabajo- y se produce tras la fuerte caída de los mercados de Shanghai y Shenzhen, cuyos valores cayeron hasta 30% desde junio. Los esfuerzos del gobierno por apuntalar los precios de las acciones fracasaron, obligándose a devaluar.
En este marco, el petróleo se ha desplomado desde los US$ 110 el barril hace un año a US$ 45 (60 por ciento). Dieciocho de los 22 componentes del índice de materias primas de Bloomberg han disminuido más de 20 por ciento en los últimos meses, una caída solo comparable a la de octubre de 2008: el precio del cobre muestra una baja del 40 por ciento y el hierro del 60 por ciento desde 2011.
La producción de acero en China se ha multiplicado por ocho, pero en los últimos dos años la actividad de la construcción en China se ha estancado y en los últimos 6-12 meses ha sido negativa. La abultada inyección de dinero por parte de los bancos centrales no estimuló la economía y creó más burbujas, haciendo florecer los mercados de renta variable especulativos de los grandes inversionistas.
Si consideramos que la burbuja china está en pleno desarrollo y que la actividad en la construcción en ese país podría tardar 4-5 años en recuperarse, los precios seguirán a la baja por más tiempo. Y si bien Europa y EE.UU. podrán crecer a una tasa del 1 y 2 por ciento, esa débil fuerza no compensará la desaceleración china.