El ministro de la Secretaría General de la Presidencia (Segpres), Nicolás Eyzaguirre, no dejó un buen recuerdo en su paso por el Ministerio de Educación. Al contrario, las críticas y cuestionamientos a su desempeño continúan, más aún en su nuevo rol dentro del Gobierno.
Y es que si bien encabezó el inicio del proceso de una de las emblemáticas reformas anunciadas por la Presidenta Michelle Bachelet, la improvisación y arrogancia con que se desenvolvió terminaron por jugarle en contra.
De hecho, el mea culpa que hiciera hace un par de semanas desde su nueva posición no necesariamente generó felicitaciones. “Una autoridad política debe tener responsabilidad política y, por lo tanto, responder por los errores de una manera consistente. Pero no basta un reconocimiento o una excusa”.
El planteamiento del ex rector de la Universidad de Chile Luis Riveros alude al gran daño que se le ha generado a la educación con las políticas que impulsó Nicolás Eyzaguirre, por abandonar la educación pública y favorecer la educación privada subvencionada.
“No escuchó ni aceptó otros puntos de vista e impulsó estas medidas con una arrogancia francamente incompatible con la conducta de un ministro de Educación. Me parece inaceptable”, acusa el académico.
Asimismo, se detiene en las expectativas que existían para impulsar un programa destinado a una educación pública de calidad y gratuita, donde finalmente –lamenta– nada de eso se ha cumplido. “Se forzó al Congreso para aprobar rápidamente un proyecto de ley que se llamó Reforma Educacional, que en definitiva no ha reformado nada fundamental respecto del protagonista esencial, que es la educación pública”.
En suma, improvisación en el diseño de las políticas, falta de consistencia y anuncios generales carentes de contenido, con permanentes correcciones y modificaciones de plazos.
La propuesta de Riveros radica en la necesidad de establecer algunos criterios. “¿Qué vamos a solucionar primero? ¿El problema de la gestión? ¿El problema del financiamiento? ¿El problema de la inversión? Nada se ha dicho sobre la inversión que debe hacer el Estado en la educación preescolar pública. Ahí hay un grave déficit”.
De hecho, también como ex rector de la Universidad de Chile, el académico Víctor Pérez responde a las lamentaciones que expresara públicamente Eyzaguirre a través de la prensa, donde reconoció que “el programa educacional padeció de exceso de ambición”.
A través de una carta publicada en El Mercurio, plantea que “el exceso de ambición y la pérdida total de rumbo están en la puesta en práctica del programa educacional, que establecía claramente que los esfuerzos y recursos se debían poner –con máxima prioridad y real voluntad política– en mejorar frontalmente la calidad de la educación pública parvularia y básica, que hoy es mala y que explica en gran medida las inaceptables desigualdades educacionales y sociales que existen en nuestro país”.
Precisamente, se cuestiona cómo es posible que aún no se haya producido un debate similar sobre los miles de millones de dólares que se necesitan invertir con urgencia en mejorar la calidad y cobertura de la educación pública parvularia y básica. “Especialmente la que reciben las familias que viven en ambientes de pobreza y carentes de oportunidades”, agrega Pérez.
Su preocupación la sintetiza en que los niños y niñas pobres de este país son el “vagón de cola” de la Reforma Educacional. Por ello, su sentencia es categórica. “El problema no está en el programa educacional, sino en la permanente improvisación errática con que ha sido implementado”.
Arrogancia e improvisación. Una fórmula desastrosa, que sumada a las declaraciones desafortunadas y a la obstinación de Eyzaguirre por no reconsiderar sus prioridades, a lo menos genera inquietudes. “Que la misma persona esté a cargo de la negociación entre el Gobierno y el Congreso para dar impulso a los proyectos, me llama la atención”, cuestiona el ex rector Riveros.
Las dudas también apuntan a los equipos asesores del Ministerio de Educación. “Tampoco ellos tienen claridad respecto de cuáles son las prioridades y los criterios que se deben privilegiar. Hasta ahora se han elegido mal”.
Sin embargo, el propio académico plantea la importancia de distinguir que la actual ministra de Educación, Adriana Delpiano, heredó una gran confusión en materia de prioridades. “Nunca se discutió qué venía primero y qué después”.
Y agrega: “En el caso de la educación superior se ha hablado del proyecto de ley, pero en realidad son varios proyectos que se relacionan con temáticas distintas”. Sobre esto, asegura que “simplemente ha existido desconocimiento y falta de información en todo lo que participó el ex ministro Eyzaguirre. Él es una persona que venía desde fuera del ámbito de la educación. Creo que comenzó a pensar esto recién cuando fue nombrado ministro”.
Junto con explicar que es un error tratar de enfocarse en aquellas situaciones que representan un mayor atractivo mediático, manifiesta su desconcierto respecto del nuevo rol como articulador de los proyectos de ley. “Como ministro de Educación no probó ser un hombre de diálogo, tolerante ni un hombre de negociación. No dio pruebas de que escuchaba, sino de arrogancia”.
Su proyección apunta a un deterioro de las expectativas sobre la Reforma Educacional, con una educación pública casi en estado terminal. “La educación pública va a la deriva, tal como ha estado en los últimos 30 o 40 años. Una educación desatendida y desfinanciada, con severos problemas de gestión, incluso segmentada”.
Un último desafío del ex rector Luis Riveros alude a una nueva organización del sistema de educación superior. “Por ejemplo, en educación superior desarrollar una política para el financiamiento de las universidades del Estado. Pero todo esto queda atrás, porque se entró primero al tema de la gratuidad, simplemente porque hubo un anuncio político”.