Avenida Costanera 701, en la intersección con Freire, justo frente al borde costero y a pocos metros del puerto. Ahí, con vista al mar, es donde se ubica la Biblioteca Guillermo Francis Jones de Coquimbo, la más afectada por el terremoto y maremoto que sacudió a la zona hace casi un mes, el pasado 16 de septiembre.
La de Coquimbo es una de las 23 bibliotecas repartidas por la región, de las cuales otras dos permanecen cerradas hasta hoy: la de Salamanca, que está en un sector que se declaró inhabitable y esta semana será reemplazada por un punto de préstamo temporal que se instalará en la Casa de las Artes de la ciudad; y la de Illapel, que no puede funcionar por motivos de seguridad y espera que el municipio determine si será arreglada o se reinstalará en otro lugar.
En ninguna, sin embargo, el panorama es tan dramático como en Coquimbo, donde el mar arrasó con las colecciones, los computadores y un mobiliario que había sido adquirido recientemente. En total, unos 30 millones de pesos en pérdidas y cerca de 200 usuarios diarios que quedaron sin un lugar donde leer, obtener préstamos de libros, conectarse a internet o recibir capacitaciones, entre otros beneficios.
La principal preocupación es la colección de actas municipales y ejemplares de diarios como El Lonjitudinal, El Regional y El Progreso, algunos de los cuales datan de hace más de un siglo. “La fuerza del mar fue tanta, que los estantes quedaron a cuadras de la biblioteca. Hay gente que ha encontrado diarios patrimoniales y los ha ido a dejar a la Armada, a la misma biblioteca o a otras instituciones, pero todavía nos faltan más de 20 tomos”, relata la coordinadora regional de Bibliotecas Públicas, Lorena Arenas.
La semana pasada, una profesional del Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) visitó la ciudad y capacitó a grupos de voluntarios que han continuado con la recuperación de los diarios que no se perdieron, una labor que se realiza “contra el tiempo”, dice Lorena Arenas.
“Los diarios se están secando hoja por hoja, con toallas de papel y aplicando elementos para limpiarlos, porque quedaron llenos de arenas. También se están moviendo constantemente para que se aireen, pero hay algunos que ya generaron hongos. Por eso estamos nerviosos, porque nos tenemos que mover más rápido”, explica la profesional.
“Una parte de estos diarios, los ejemplares de El Día, están como depósito legal en la Biblioteca Nacional, pero hay otros que no están, así que son únicos. Por eso es tan delicado para nosotros”, advierte Lorena Arenas.
El rol de los voluntarios
El pasado 2 de octubre, el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SNBP) comenzó una campaña para que instituciones, establecimientos educacionales y personas en general se sumen al rescate de la colección de diarios.
Esto, aprovechando que la ayuda de voluntarios ha sido clave para recuperar las bibliotecas de la región: “Hubo una recuperación de materiales, de libros, para la cual hubo un trabajo mancomunado. Hay gente que muy generosamente recogió libros en la calle y los fue a dejar, incluso algunos que ya no tienen reparo. Además, hay gente que se llevó los libros para la casa a secarlos y otra gente que ayudó a moverlos a otros lugares mientras se sacaba la basura”, dice Gonzalo Oyarzún, subdirector del SNBP.
“Ha sido una experiencia bien notable. En 2010 hubo mucha destrucción en Tirúa y otras bibliotecas, pero la catástrofe era de tal magnitud, que nadie podía ayudar. En este caso, como los efectos fueron menores, hubo mucha gente disponible para ayudar también a la biblioteca, lo que ha sido súper simbólico”, agrega.
Aun así, Lorena Arenas advierte que se necesita ayuda con urgencia: “La tragedia ya no es visible, ya no estamos en la tele, entonces cuesta que sea algo permanente, pero este trabajo necesita de muchas manos y mucha paciencia”, enfatiza.
Para la recuperación a mediano plazo, se espera que en las próximas semanas se abra una convocatoria especial del Programa de Mejoramiento Integral (PMI) para bibliotecas públicas, que contempla 500 millones de pesos en total y del cual se utilizarán recursos para mejorar o construir nueva infraestructura.
En ese marco, algunas bibliotecas, como la de Coquimbo, podrían ser reubicadas: “Hace rato que la biblioteca ya nos había quedado chica, así que queremos que nos reubiquen”, admite Lorena Arenas. “Esto ya pasó una vez y puede volver a pasar, no sabemos. Podríamos reubicarla en un nuevo edificio, pero para eso necesitamos el apoyo del municipio”.
El caso Tongoy
42 kilómetros hacia el sur de La Serena se encuentra Tongoy, una de las localidades más golpeadas por el maremoto. Allí, las olas avanzaron más de 500 metros y unieron las playas Grande y Socos, transformando la península en una suerte de isla.
En ese escenario, la Biblioteca David León Tapia, ubicada a la entrada del balneario, se convirtió en mucho más que un lugar para guardar libros, diarios y computadores: fue el lugar desde donde se coordinó el operativo de emergencia y también funcionó como centro de acopio.
“La biblioteca tiene paneles solares, así que fue el único lugar que permaneció con electricidad. Además, ahí está el sismógrafo, porque es de los pocos lugares que tiene conexión a internet durante las 24 horas del día”, explica Lorena Arenas.
“Después del feriado volvimos a abrir la biblioteca. Ordenamos los libros que se cayeron, pero nada más que eso, así que seguimos funcionando normalmente”, cuenta la encargada de la biblioteca, Paola Barraza.