Cierre de supermercados en la periferia: Un perverso modelo de negocios

El cierre de más de treinta supermercados pequeños en sectores periféricos de la capital ha sido justificado por algunos empresarios con motivo de la delincuencia. Sin embargo, la fidelidad a los almacenes de barrio y la evolución de las formas de consumo dan cuenta de que la retirada obedecería a una estrategia comercial diseñada para capitalizar estas dinámicas y aplicarlas en nuevos formatos.

El cierre de más de treinta supermercados pequeños en sectores periféricos de la capital ha sido justificado por algunos empresarios con motivo de la delincuencia. Sin embargo, la fidelidad a los almacenes de barrio y la evolución de las formas de consumo dan cuenta de que la retirada obedecería a una estrategia comercial diseñada para capitalizar estas dinámicas y aplicarlas en nuevos formatos.

Hace una década, el formato de supermercado de cercanía aterrizaba de la mano de las grandes empresas de retail para entrar de lleno al corazón de los barrios santiaguinos. Después de un tiempo de masificación, que se caracterizó por la compra de almacenes a pequeños empresarios y el cierre de otros, el escenario enfrenta un giro hacia el repliegue. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, han sido 33 los locales que han cerrado entre diciembre de 2015 y mayo de este año y al menos 25 de ellos son de este formato, que se caracteriza por ser un local pequeño con un stock básico de productos ubicados al interior de los barrios alejados de grandes supermercados.

De acuerdo a lo que han indicado las empresas de retail, esto se debe a una estrategia de reordenamiento de prioridades, en la cual han preferido seguir operando en lugares “con mayor rentabilidad”. Sin embargo, organizaciones como la Cámara Nacional del Comercio y la Asociación Chilena de Supermercados han expresado que la clausura de locales tiene directa relación con hechos de vandalismo.

Según denunciaron en El Mercurio, los continuos robos con violencia, saqueos y ataques contra el mobiliario de los recintos han sido clave en la decisión de abandonar sectores que han considerado “peligrosos”. Todo esto, en el contexto del llamado que han realizado los empresarios a aumentar las atribuciones de los vigilantes privados para actuar en situaciones delictivas, principalmente en referencia al uso de armas por parte de guardias de malls y supermercados.

Llama la atención que las clausuras se concentren en comunas periféricas de Santiago. No obstante, esta retirada tendría un sentido más allá de los hechos delictivos. Los vecinos, que vieron transformados sus barrios ante la llegada de estos supermercados de cercanía, hoy se ven enfrentados a un nuevo cambio de costumbres, ya que una de las consecuencias que trajo la instalación de estos locales en sus villas y poblaciones fue la amenaza de la continuidad de los almacenes y bazares tradicionales, cuyas clausuras forzaron una nueva configuración de las formas de comprar.

La idea de que los cierres se deban al vandalismo se matiza con la opinión de expertos y consumidores que le restan relevancia a ese factor y agregan elementos como la ejecución de un modelo comercial que, después analizar los patrones de consumo en determinados barrios, impulsa la creación de nuevos polos de consumo más grandes en lugares neurálgicos relativamente cercanos. En tanto, en los barrios la hegemonía sigue en manos de los canales tradicionales que suplen necesidades más básicas y puntuales.

Estrategia en vez de delincuencia

Para los expertos, el asunto no tiene que ver necesariamente con un tema de delincuencia. El sociólogo y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Rodrigo Figueroa, lo atribuye más bien a un cambio de hábitos impulsado por el crecimiento de la ciudad y la adaptación de dinámicas de consumo impulsadas por el retail. Así, no se trata necesariamente de que se cierren locales de cercanía en sectores denominados “conflictivos”, sino que se espera que la gente se desplace a sus tiendas principales y así continuar haciendo frente a los almacenes tradicionales, cuya resistencia a la competencia ha sido tenaz.

“En la medida que las periferias están más conectadas, están más circunscritas al circuito económico más desarrollado, las estrategias de venta y de consumo se van adaptando a ese proceso y las grandes cadenas de supermercado han visto una oportunidad de poder expandirse hacia la periferia. Por cierto, se está generando un cambio de patrón de conducta de consumo que ciertamente está aniquilando prácticamente a los mercados locales y redefiniendo cómo las poblaciones de la periferia se relacionan con las pautas de consumo desarrolladas por estas grandes cadenas de retail”.

Promociones, marcas propias de bajo costo y el uso de las tarjetas de crédito y débito, son los principales componentes que estos recintos introdujeron no sólo en los barrios, sino también en las costumbres de las personas. Cosas que, con la retirada de estos locales, quedan en conflicto con la decisión de elegir un nuevo lugar para comprar mercadería o acceder a servicios, o bien, desplazarse más lejos del barrio para poder satisfacer necesidades en locales que ofrezcan similares condiciones de venta o promociones.

No sólo sería una estrategia de ubicación, sino también de precios. Figueroa acota que las personas también suelen elegir el lugar donde su compra sea más barata. Los cambios a los hábitos que introduce el retail a través de sus locales de cercanía apuntan a consolidar una preferencia por su supermercado principal a través de la competencia de precios. Entonces, en este caso de las clausuras, los supermercados pequeños habrían cumplido su función y abandonan el barrio buscando atraer a sus clientes a nuevas y más grandes instalaciones de la misma cadena.

“El factor de la expansión de las cadenas de grandes supermercados que básicamente han estado ampliándose hacia cada vez estar más cerca de la periferia, cambia los patrones de conducta de consumo y también la competencia por los precios. Quizás a los retailers no les interesa tener supermercados pequeños y sí les interesa tener grandes plataformas y que la gente se traslade a ellas, que tiene además negocios asociados”, señaló el académico, haciendo referencia a que la industria del retail va aparejado con el negocio inmobiliario de arriendo de locales y servicios, los que a mayor afluencia de público, engrosan las ganancias de los grandes conglomerados.

La prevalencia por la feria y el almacén de barrio

El presidente de la Corporación Nacional de Consumidores (Conadecus), Hernán Calderón, también desestima que los cierres de locales tengan que ver con la delincuencia. A su juicio, la retirada de los locales barriales de grandes retailers en la periferia obedece a que las personas siguen prefiriendo las formas tradicionales de venta para sus necesidades básicas y la concurrencia a supermercados más grandes para las compras más complejas.

“Hoy día los consumidores están tomando una alternativa diferente de compra que es hacerlo en la feria. La feria está siendo un proveedor muy habitual de todos los sectores populares. La feria tiene abarrotes y todo tipo de mercadería a precios muy convenientes, lo que realmente está haciéndole una competencia muy dura a estos supermercados ‘económicos’”, asegura el presidente de Conadecus, quien considera que este tipo de supermercados son “muy poco rentables y poco atractivos para los usuarios”.

Además, hace hincapié en la prevalencia de los almacenes de barrio, que con la partida de estos supermercados pueden incluso fortalecerse. “No hay que engañarse con este tipo de comercio. El almacén de barrio sigue siendo tan fuerte como antes”, asegura Calderón, quien incluso confía en la adaptación de los comerciantes de barrio a las nuevas dinámicas, creando sus propios minimarket adoptando las actuales formas de pago; donde probablemente tengan una mejor lectura de las necesidades e identidad de los barrios donde operan.





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