Chile, uno de los países más desiguales de la OCDE, suma a su lista de desigualdades el concepto de pobreza energética. Así al menos quedó de manifiesto en el seminario “Pobreza Energética, una Definición para Chile”, encuentro internacional desarrollado este martes en Santiago.
En la instancia, el ministro de Energía, Andrés Rebolledo dijo que en materia de generación eléctrica, nuestro país es “un mercado libre donde las empresa determinan los precios en función de oferta y demanda”, monopolio hoy liderado por Enel y CGE.
El problema es que los precios a los que se fija la energía hace que miles de chilenos no puedan acceder a ella. Según datos entregados en la encuesta Casen 2015, un 0.2 por ciento de los hogares no cuentan con electricidad; además de estas 34 mil personas, hay otro 0,4 por ciento de la población posee conexiones informales a la red de energía.
Pero, ¿Qué es la pobreza energética? Según explicó el investigador mexicano del Colegio de la Frontera del Norte, Roberto García es cuando “las personas que habitan un hogar no satisfacen las necesidades de energía absolutas” es decir, deben privarse total o parcialmente de “una serie de satisfactores y bienes económicos que son considerados esenciales, en un lugar y tiempo determinado de acuerdo con las convenciones sociales y culturales”.
En Chile, esta vulnerabilidad está presente en los seis grupos poblacionales de más bajos recursos económicos: Si en el primer decil (el más pobre) un 66,8% de los hogares son vulnerables energéticamente; en el segundo esa cifra llega a 38,2%; en el tercero, 15,4%; y en el cuarto, un 4,9%. En tanto, y con relación a su presupuesto, los habitantes que ocupan el segundo decil destina el 7,4% de sus ingresos a gastos en energía.
Roberto García plantea que es necesario identificar y caracterizar la pobreza como punto de inicio para el desarrollo de la política energética, luego ésta debe dimensionar de forma particular el desarrollo territorial, reconocer y respetar las costumbres y dialogar constructivamente entre con los diferentes actores involucrados para resolver el problema.
¿Cuánto cuesta la luz en Chile?
Actualmente una cuenta de luz en un hogar con un ingreso de $1.263.000, por ejemplo, es de $38.710, cifra que sube a $63.150, considerando los gastos en gas u otros combustibles para calefacción o cocina, llegando al 5,3% de su ingreso. Pero en un hogar del primer decil (el más pobre), con un ingreso promedio de $254.000 por grupo familiar, el gasto promedio de energía alcanza los $24.130, es decir, el 9,5% de su ingreso.
Según explica la coordinadora de la Red de Pobreza Energética de la Universidad de Chile, Anahí Urquiza, “los hogares pobres en Chile y la clase media baja no solo gastan mucha energía en función de la proporción de su ingreso, en comparación con los grupos más acomodados; sino que además ese ingreso es gastado en energía que no es suficiente, porque -por ejemplo- pese al gasto, no logran tener una temperatura saludable en el invierno. A ese problema se suma que el tipo de energía que utilizan es altamente contaminante, al tener estufas a parafina dentro del hogar o de leña con un mal sistema tecnológico y un inadecuado modo de gestión del calor.
El problema, según explica Anahí Urquiza, es que esta situación se va a ir haciendo insostenible a medida que avanzan los años. Primero, porque el Cambio Climático traerá temperaturas más bajas que las actuales, por lo que tener una mala calefacción en los hogares deja propensas a las personas a padecer enfermedades respiratorias. Por si fuera poco, debiendo afrontar las consecuencias que la contaminación domiciliaria tiene en la salud.
La ecuación se complica si se suma el factor materiales de construcción. Principalmente porque en Chile, las viviendas de los más pobres no gozan de un correcto sistema de aislación. “Las casas no tienen el acondicionamiento térmico necesario requerido ni para el frío ni para el calor, entonces no solo pasan frío, sino que también calor”, subraya la experta, asegurando que las poblaciones más vulnerables son adultos mayores y niños pequeños.
Propuesta para superar la pobreza energética
Desde el Ministerio de Energía aseguran que la “política 2050 más bien está enfocada en tener cada vez más energía competitiva con fuentes renovables que utilicen nuestros recursos naturales”. Según explicó Andrés Rebolledo, Chile ha ido trabajando paulatinamente en la incorporación de energía solar, eólica e hidroeléctrica.
En esta vía, por ejemplo, se planteaba el proyecto Hidroaysén y Neltume, dos de los conflictos socio-ambientales que se han resuelto a favor de las comunidades rechazando su instalación por las consecuencias que tendrían sobre el medioambiente. Esta es la misma situación que viven las comunidades del Lago Ranco, que luego que se construyeran las represas Florin 1,2,3 y 4 se encuentra en estudio de impacto ambiental la construcción de 280 torres que llevarán la energía a insertarse en el sistema interconectado central.
Estos son solo ejemplos de las formas en las que el Estado ha impulsado la generación y exportación eléctrica que, pese a existir en abundancia, no logra llegar a todos los chilenos.
El investigador mexicano Roberto García, quien ha trabajado en sus estudios doctorales sobre la definición de pobreza energética explica que la mera inversión extranjera no garantiza mayor desarrollo en países en vías de desarrollo: “Somos países que dentro del circuito del capitalismo, jugamos un papel de suministrar recursos naturales y energía”.
La clave, según explica el profesional es pensar “qué podemos hacer para aprovechar las ventajas que nos ofrece la globalización” en pos de alcanzar un “desarrollo más equitativo”, donde la energía sería un “factor clave” al ser “uno de los motores de la economía”.
En lo micro, una solución para reducir la pobreza energética sería potenciar la producción de energía en hogares. Para Anahí Urquiza un buen elemento sería usar al Sol para autonomizar -lo más posible- a las familias. En paralelo, este cambio en la matriz energética debe ir acompañado de educación, empoderamiento comunitario y colaboración entre los habitantes de un territorio.
García insiste en la importancia de la autogestión: “Es un tema que moldea la democratización de la energía, es precisamente lo que se discute en Europa, donde ha tenido mayor fuerza precisamente en temas de producción y consumo de energía”.
A su juicio, si los gobiernos del mundo, incluido el chileno, son incapaces de satisfacer estas necesidades, “esto se va a transformar en un movimiento contestatario en el corto plazo”.
El mexicano fue crítico con la normativa nacional. A su juicio, “la reforma energética que se acaba de implementar no fue una reforma energética, fue una reforma administrativa y legal para facilitar el capital privado en la industria”, por eso su llamado fue a superar la pobreza energética con energías renovables: “La energía solar es democrática, la podemos obtener sin la necesidad de estas fuertes inversiones”.
La Red de Pobreza Energética de la Universidad de Chile ha levantado una propuesta que tiene como ejes el acceso, calidad y asequibilidad a la energía. La primera dimensión está pensada puesto que existen cerca de 20 mil compatriotas que no tiene red eléctrica en sus hogares, esto por su ubicación en zonas extremas y lugares rurales que aún no han sido incorporados al sistema Interconectado Central.
Por otra parte, la calidad de la energía que se produce es otro de los desafíos del desarrollo de una nueva matriz energética. Para la antropóloga Anahí Urquiza, es fundamental “favorecer el acceso a energías limpias dentro del hogar y con esto disminuir la contaminación intradomiciliaria”, para lo cual es necesario focalizar también una mejora en la calidad de las viviendas que el mismo Estado ha entregado, mejorando, por ejemplo, los tipos de aislación, cambio que permitiría desincentivar el uso de calefacción más barata, pero contaminante.
Sobre la asequibilidad, desde la Universidad de Chile proponen evaluar los precios de la energía. “Hoy no podemos decir ´vamos a eliminar la leña en el sur´, porque la leña es el combustible más asequible, entonces se necesitaría generar estrategias para mejorar la gestión del calor y quizás no reemplazarla completamente, pero sí disminuir su uso”, explica la experta.