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Mujeres y Filosofía: doblemente molestas

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Viernes 2 de marzo 2018 14:03 hrs.


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Cuando se hace referencia a una señora de 70 años que habla de corrido y sin equivocarse sobre la exigencia de libertad, igualdad, solidaridad, respeto a los Derechos Humanos de las tres primeras generaciones, esto es, libertad de expresión, de asociación, de conciencia como también respeto de los derechos económicos, sociales y culturales, lo más probable es que el imaginario del lector se dispare y la asocie a la iconografía de esas mujeres que, como “reserva moral nacional” no han cejado de luchar en nuestro país, desde el quiebre institucional de hace casi medio siglo. La vinculación no es casual. Porque han sido mayormente mujeres, tanto en Chile como en Argentina, quienes no han cedido frente al afán de ciertos grupos de poder por dar vuelta la página de la historia y echarle mucho polvo a los silenciados.

Pero quien habla sobre estos derechos como “valores mínimos sobre los que todos los grupos políticos deberían estar de acuerdo”, no es ninguna de aquellas grandes activistas latinoamericanas, sino que una de las más importantes filósofas españolas, Adela Cortina, y lo dice en una entrevista concedida al estupendo blog recientemente creado por Editorial Herder llamado Filosofía & Co.

Adela es académica y hasta ahora, es la única mujer que ha sido admitida, en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de España. De modo que fácil no le ha sido o, para decirlo de otro modo, infinitamente más difícil que a sus masculinos colegas. ¿Es que acaso a las mujeres no les interesa la filosofía? Dejemos esta respuesta para más adelante. Por ahora, centrémonos brevemente, en el trabajo intelectual de Adela Cortina que resulta de primera necesidad cuando se ha dedicado a una de las ramas de la filosofía: la ética. Desde allí, ha puesto el ojo agudo y la mente lúcida en otro coto masculino: los negocios, cuestionando la ética aplicada del mundo del emprendimiento, un ejercicio innovador y atrevido que ha plasmado su trabajo en títulos fundamentales como, Etica de la empresa y una serie de libros de una colección de Editorial Trotta llamada Claves para una nueva cultura empresarial como también en una Fundación destinada a trabajar este tema. “Debemos tener claro que hay unos mínimos de justicia que todos debemos compartir, porque, si no, los miembros de una sociedad no tienen nada en común y no pueden construir nada juntos. Y eso es lo que me fastidia de nuestra sociedad actual: que todo el mundo está protestando, unos contra otros, pero no hay modo de que esos mínimos salgan adelante. Y eso es algo de lo que se tienen que convencer todos los partidos políticos, todos los sindicatos y los ciudadanos de a pie”, dice con comprensible hastío.

Adela Cortina representa en esencia aquello que de molesto, se ignora y se busca acallar en el Chile del siglo XXI. Un gesto que es patente en la disposición del Consejo Nacional de Educación de prescindir de la filosofía en los últimos cursos de la enseñanza secundaria y que repugna a la razón, aunque lo hayan tratado de justificar con argumentos que presumen de racionales pero que son sofismas.

Para hacer filosofía se requiere de facultades cognitivas superiores, esto es lo que hoy llamamos inteligencia y que hace unos siglos, se denominaba como razón o logos. El ejercicio racional ha sido parte del quehacer científico desde siempre, de ahí el surgimiento del método científico. Sin embargo, filosofía y ciencia tomaron cursos diferentes hace solo un par de siglos atrás, y hoy, los que se quieren pasar de listos pretenden hacernos creer que son independientes una de otra. ¿Qué haría la investigación científica sin las preguntas esenciales? Entonces dicen que necesitamos un país desarrollado, con científicos que apuesten por la innovación y, para ello, les quitamos a los jóvenes lo esencial de la vanguardia, como es el pensamiento de avanzada.

El problema de la filosofía es que al cuestionarlo todo no se pone límites, y eso significa hacer preguntas que resultan incómodas para el poder. El filósofo es fastidioso no solo hoy, que lo digan Diógenes o Sócrates, y más aun Aspasia, Hipatia, Hildegard von Bingen, Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Juan Inés de la Cruz, Germaine de Stäel, Concepción Arenal, Hannah Arendt, María Zambrano o Carla Cordua, algunas de las excepciones femeninas que se salvaron de quedar bajo el epíteto de “anónimo” en el histórico patriarcado filosófico. Las más molestas dentro del grupo de los molestos al final, son ellas, las mujeres que han venido aguijoneando a la sociedad de su tiempo con preguntas que cardinales dejan sin aliento a los más inteligentes. Titánico trabajo el de cuestionar a sus propios pueblos después de pasar el impenetrable círculo de sus compañeros de oficio.

Mujeres y filosofía son una ecuación imposible en el Chile de los tiempos que corren, porque ellas ponen su dedo acusador sobre la inequidad de género, el femicidio y un sistema en extremo neoliberal que hiede a patriarcado. Mejor no enseñar filosofía en la formación escolar, piensan los que dominan. Es más fácil domesticar sin preguntas. Lo que ignoran es que la inteligencia y su ejercicio no son actos que acepten barreras como un corral de infantes.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.