La periodista brasileña Eliane Brum ha sido testigo privilegiado de los cambios políticos y sociales de su país. Como comunicadora y a través de sus colaboraciones en El País y The Gurdian y por medio de sus múltiples publicaciones, ha intentado desenredar temas tan variados como el cambio climático, la violencia contra las comunidades indígenas, la historia reciente del Partido de los Trabajadores y las prácticas del gobierno de Jair Bolsonaro.
Pero esto no es todo, ya que la escritora también ha sido una de las voces que ha denunciado la falta de rigurosidad en la investigación del asesinato de la concejala feminista Marielle Franco en 2018. Esto ha quedado impreso en su cuenta en Twitter, donde día a día lanza una pregunta que aún resulta dolorosa para los ciudadanos brasileños: ¿quién mando a matar a Marielle y por qué?
Por medio de sus documentales (Laerte‑se, 2017; Gretchen, Road Movie, 2010; y Uma História Severina, 2005) también ha incursionado en temas como el género y la desigualdad del sistema judicial. Es una reportera curiosa y aguda, labor que le ha valido más de 40 reconocimientos, entre ellos, el Premio Rey de España, el Premio Esso, el Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa y el Premio Vladimir Herzog.
No obstante, hoy uno de sus puntos de interés es otro: “Necesitamos entender que sin el Amazonas regulando el clima del planeta, no hay posibilidad de regular el calentamiento global”, dijo durante su participación en el Congreso Futuro. “Sin el bosque amazónico el futuro será hostil”, sentenció, instando a los presentes a tomar un rol activo frente a la catástrofe.
Durante el último tiempo, Latinoamérica se ha visto remecida por distintas manifestaciones, ¿cómo lee este levantamiento popular en la región?
Cada país tiene sus especificidades. Lo que me interesa investigar, dentro de todas estas manifestaciones, es cómo la crisis climática es determinante. El capitalismo hoy está en un nuevo estado de violencia y eso está relacionado con la emergencia climática. Hay que comprender que estas movilizaciones están conectadas con el tema del agua, con la vida cotidiana, con la pobreza, las mujeres, la población negra e indígena. Me interesa mucho comprender esta relación, porque se está viviendo un momento determinante.
En esa línea, ¿cómo el gobierno de Jair Bolsonaro ha respondido a la demanda por la protección de la Amazonía?
Desde su campaña electoral, Bolsonaro y su grupo dejó claro que el principal proyecto de su gobierno sería explotar el bosque amazónico y propuso una iniciativa para favorecer a la minería y la explotación. Entonces cometió un grave error, porque desprotegió la zona. Desmanteló la relación ambiental construida durante muchas décadas de democracia en el país. Con Bolsonaro hubo un proceso muy rápido de destrucción de los bosques, lo que está directamente ligado con los incendios que consumieron el Amazonas durante agosto.
¿Cómo explica esta postura cuando la demanda global va por otro camino?
Bolsonaro está haciendo justamente lo que dijo que haría. Para él la crisis climática es una fantasía. En sus palabras, es un “complot marxista”. De seguir así, la Amazonía va a llegar a un punto de no retorno y si eso acontece, la vida en el planeta va a ser muy difícil. Éste no es un problema de Brasil, es un problema global. Amazonía es el centro del mundo.
En una de sus columnas publicadas en El País señala que hoy existe una generación sin esperanzas. ¿Qué mundo futuro deberíamos imaginarnos considerando esta tesis?
La cuestión ambiental es un proceso que atraviesa todo y la desesperanza es un tema muy delicado, porque en las generaciones anteriores la esperanza era un valor importante. Aquí en el Congreso Futuro se habla mucho de esperanza, pero ahora estamos en un momento de la trayectoria humana que nunca habíamos vivido. entonces no podemos ser personas mimadas por la esperanza. Cuando comencé a ir a las manifestaciones por el cambio climático y a los foros de la Amazonía me impresioné con los adultos que hablaban de esperanza. Eso no es entender la vida, porque hay personas que ya viven en la catástrofe y lo han hecho por muchos años. La alegría sí, esa es una forma de resistencia, la alegría de vivir juntos.
Respecto del gobierno del Partido de los Trabajadores, ¿qué responsabilidades tienen dentro de la crisis climática y de la Amazonía?
Con Lula hubo grandes avances: la llamada clase media creció, la primera generación negra llegó a la universidad, se abordaron temas raciales y los sueldos de las empleadas domésticas fueron igualados al del resto de los trabajadores. Por otro lado, fue un gobierno que se corrompió y el resultado fue desastroso para la Amazonía, porque se implementó el mismo proyecto de explotación forestal que tenía la dictadura militar. Durante el gobierno de Lula se construyó una de las grandes obras: Belo Monte. Esta empresa fue inaugurada con Dilma y, ahora, fue inaugurada nuevamente con Bolsonaro. Actualmente, esta hidroeléctrica está generando una calamidad humanitaria y medioambiental, porque está violando una serie de derechos humanos.
Llevándola a otro tema, ¿cómo interpreta el asesinato de Marielle Franco?
Su asesinato fue muy impactante. Yo estaba en la ciudad de Anapu (estado de Pará), donde se había vivido una situación en la que los agricultores, que conservaban los bosques amazónicos, habían sido asesinados. Estaba allí para hacer un reportaje cuando supe que Marielle había sido asesinada, entonces para mí fue muy claro que algo se había quebrado en Brasil, sobre todo, porque Brasil es un país fundado sobre pactos: primero con los indígenas, pero luego con los negros. ¿Quién era Marielle Franco? Ella era mujer, negra, lesbiana y venía de una favela muy compleja. Es decir, representaba a un Brasil que comenzaba a ocupar los espacios de poder, articulando un movimiento feminista y negro. Ella representaba las demandas de un grupo de personas que no tienen voz. Cuando ella es asesinada, ese Brasil emergente también es asesinado.
¿Cree que el gobierno de Bolsonaro perjudicó el ejercicio democrático en Brasil?
Bolsonaro es un antidemócrata, él gobierna contra el gobierno. Surge producto de una democracia deformada, una democracia que se deformó, en gran parte, porque no se supo condenar los crímenes de la dictadura. Hoy puedes encontrarte con un torturador en una esquina y no pasa nada. Bolsonaro es el resultado de eso.