Justicia para Alejandro Treuquil

  • 08-06-2020

Hace tres domingos, en mayo, se contactó conmigo, en tanto director de Radio Universidad de Chile, una persona cercana a la comunidad We Newen de Collipulli, para contarme sobre lo que estaba ocurriendo allí. Al manifestarle nuestro interés y solidaridad, tuve la posibilidad de conversar con el werkén de la comunidad, Alejandro Treuquil, con quien hablamos sobre el asedio policial al que venían siendo expuestos hace varios días, sin órdenes judiciales, y al miedo que tenían de que pudiera haber heridos o fallecidos, en una situación que a ratos se volvía desesperante. Así, nuestros colegas le hicieron en los últimos días dos entrevistas que nuestros seguidores pudieron escuchar en el noticiario y leer en el diario electrónico.

Apenas algunos días después, Alejandro Treuquil está muerto. Luego de haber tenido esta experiencia, el tema no podría ser para nosotros cualquier noticia, si pretendemos hacer periodismo con humanidad. El análisis, por lo tanto, también está teñido de sentimientos como la conmoción, la rabia y la impotencia. El Werkén nos decía que el hecho que los medios de comunicación dieran cuenta de estos abusos podía ayudar a que cesaran los ataques. Pero esta vez no fue suficiente.

En la entrevista Treuquil denunció, entre otras situaciones, que estaban siendo asediados por funcionarios que disparaban balines y lacrimógenas en contra de los comuneros hiriendo a varios de ellos, sin dar razones de su actuación; que le dispararon a un niño con discapacidad en la mano, y como tiene una dificultad en el pie no pudo arrancar; que Carabineros le informó que tenía una orden de detención en su contra, pero nunca se le mostró, ni se le dieron razones; que una balacera le había pasado un perdigón en la cabeza, que lo dejó mareado; que llevaban varios días sin poder dormir; y que los niños tenían que dormir debajo de los árboles por el efecto de los gases lacrimógenos, entre otras situaciones.

Es decir, lo más parecido al infierno.

El asesinato de Treuquil, el jueves pasado, ocurrió luego de una emboscada de entre 20 y 25 personas. Hubo testigos porque estaba acompañado por otros comuneros heridos, algunos de los cuales debieron ser hospitalizados. El nuevo werkén, Héctor Cabrapán, ungido durante la triste mañana del domingo pasado en una ceremonia previa al funeral de Treuquil, relató a nuestro medio la sospecha de que el crimen fuese un ataque directo por parte de funcionarios del Estado. Es evidente que no podemos afirmar lo señalado sin las pruebas respectivas, pero también es de público conocimiento el largo historial de comuneros mapuche asesinados por Carabineros durante los últimos lustros. Para que no haya especulaciones, se hace imprescindible una investigación con celeridad que dé garantías, puesto que otra de las lamentables tradiciones en este tipo de asuntos es la recurrencia de montajes, que han pretendido ocultar la participación de los verdaderos responsables.

Nos enerva que apenas días después de que invitáramos a ver, a propósito del asesinato de George Floyd, cómo estaba el racismo en nuestra propia sociedad, nos encontremos con este atroz acontecimiento que confirma la idea. Las vidas mapuche también importan, justicia para Alejandro Treuquil.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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