Fallecieron cuando querían llegar a Europa. Cuando sus cuerpos fueron rescatados del mar el mes pasado, las autoridades tunecinas decidieron registrar cualquier información que permita identificarlos un día.
Tatuajes, marca de las zapatillas, talla de la camiseta, prótesis, lunares, huellas dactilares, dentales y ADN. “Cualquier indicio debe ser examinado y registrado”, explica a la AFP el médico forense, Samir Maatoug.
Fotos, fichas descriptivas, datos médicos, cualquier cosa que permita encontrar el nombre de las 29 mujeres, 30 hombres y dos niños que murieron cuando naufragó su embarcación clandestina a principios de junio frente a las costas de Sfax (centroeste).
El capitán, un tunecino, fue identificado rápidamente. Pero de los pasajeros, todos de origen subsahariano, solo se conocen algunos perfiles de Facebook, identificados por conocidos en Túnez, aunque es imposible confirmarlo.
Los fallecidos han sido enterrados en un lugar del cementerio musulmán de la región, en tumbas numeradas, con la esperanza de que alguien, algún día venga a buscarlos, o se interese por su suerte, con ayuda de los objetos y datos cuidadosamente anotados.
Huellas digitales y ADN
En Túnez, se recuperan cada año decenas de cuerpos sin vida de migrantes extranjeros.
Este país del Norte de África siempre los había enterrado en el anonimato en cementerios improvisados. Pero en los últimos años, el trabajo de identificación se ha empezado a organizar tanto en Túnez como en los países vecinos.
Italia, que realiza pruebas de ADN de forma sistemática desde 2014, a raíz de la muerte de centenares de migrantes frente a sus costas en dos naufragios, es pionera.
Esto ha permitido identificar 40 cuerpos, según la forense Cristina Cattaneo, que dirigió las operaciones. Pero los procedimientos no están armonizados por lo que insta a las instituciones europeas a que “tomen el testigo”.
Desde 2014, más de 20 mil migrantes han muerto en el Mediterráneo, según la ONU. De ellos más de 16 mil en la zona entre Italia, Malta, Libia y Túnez. Solo un tercio de estos cuerpos sin vida han sido recuperados.
Libia, en guerra y presa del caos, desde donde salen muchos candidatos al exilio, entierra a los migrantes muertos sin recabar ninguna información.
Número
Túnez, pese a su falta de medios, ha armonizado los protocolos de análisis en colaboración con la Cruz Roja Internacional (CICR).
“Cada cuerpo de migrante ahogado debe ser sistemáticamente analizado por la medicina legal y la policía científica, para tomar huellas digitales y ADN”, dice el profesor Maatoug, jefe del servicio de medicina legal del hospital universitario de Sfax.
A su llegada al hospital, los cuerpos reciben un número que será inscrito en su dosier y en la tumba.
En la morgue de Sfax, los técnicos se afanan en torno a rostros desfigurados, cuerpos hinchados y envueltos en algas, anotando cualquier detalle.
“Quizá un día …”
Su servicio ha tomado 412 muestras de ADN desde la revolución de 2011, fecha en que aumentaron las salidas clandestinas desde las costas tunecinas.
Las muestras del hospital se complementan con las de la policía científica y la información enviada a la justicia, según Shahir Jdaim, subdirector de los laboratorios de la policía técnica y científica.
Pero es necesario “centralizar los datos y los protocolos” para compartir la información a nivel internacional, dice Bilal Sablouh, coordinador regional de medicina legal del CICR.
Las familias pueden dirigirse a la Media Luna Roja o a la Cruz Roja de sus países para solicitar información y el CICR contacta a las autoridades competentes, como la justicia o el servicio médico-legal de la zona donde el desaparecido podría haber iniciado su viaje.
Algunas familias han podido confirmar la muerte de un allegado, o incluso localizar el cuerpo, etapas claves para hacer el duelo, dice el CICR.
Pero el profesor Maatoug asegura que nunca ha habido una demanda de repatriar el cuerpo.
“Pese a ello, seguimos aplicando los protocolos de identificación. Quizá un día, un hijo o un nieto aparecerá”, dice.