En pleno levantamiento popular, el músico Nano Stern lanzó dos canciones que estaban fuertemente conectadas con el descontento social que desbordaba las calles: Regalé mis Ojos y Ojo x Ojo. Para el compositor era imposible desconectarse de ese movimiento crucial. Y salió a la calle, cantó en las plazas, participó en cabildos y fue escribiendo una serie de versos que quedaron plasmados en el libro Décimas del estallido. Cronología en verso de la rebelión en Chile, texto que fue lanzado en 2020 a través de Cuño Editor.
Hoy, a dos años de la revuelta de octubre de 2019 y en medio del debate de la Convención Constitucional, el músico vuelve a presentar este libro que registra el día a día de la movilización de 2019. De forma paralela, el multiinstrumentista también protagoniza una agenda que revela cómo la escena artística se ha ido activando, lentamente, en Chile.
“Este jueves a las 24:00 horas vamos a lanzar un adelanto de mi nuevo disco, una canción que se llamará Inventemos un país. Después empezamos a tocar: el 12 de noviembre en Quilpué y el 19 en la UFRO en Temuco. El 20 tenemos en la SCD Egaña dos funciones seguidas y en diciembre algunas fechas que iremos anunciando. Viene un periodo de reactivación paulatino”, adelanta el compositor.
“En marzo del próximo año presentaremos el nuevo disco y vamos a ir lanzando algunos temas de aquí hasta entonces”, añade.
Este martes 26, en el espacio Literario de Ñuñoa, volverás a presentar el libro Décimas del Estallido. Para ti, ¿por qué era importante relanzar este texto?
El libro fue publicado en medio de la pandemia, cuando estábamos en la cuarentena más profunda y cerca de la fecha del plebiscito. Entonces, no tuvo una dimensión social, no pudimos compartir en torno al libro, sino que solamente a través de actividades digitales, por Zoom, etc. Y, particularmente, necesitábamos juntarnos en torno a este libro, que habla del estallido social y espero que esta no sea la última actividad. Al contrario, ojalá haya una serie de actividades y no en torno al libro, sino que utilizando el libro como una excusa para hablar de lo que ha pasado, de lo que está pasando. Pero también, para conversar de poesía, disfrutar el verso, entender y sentir lo que pasa cuando la historia se convierte en verso, que es algo muy hermoso que viene pasando desde que la humanidad es humanidad. Creo que es súper importante darle este contexto colectivo, comunitario.
¿Por qué consideras relevante seguir reflexionando sobre ese momento?
Porque estamos en medio de un proceso de transformación profunda de nuestro país. Eso solamente tiene posibilidad de llegar a buen puerto si es que es un proceso colectivo y donde lo que impera es el diálogo. Creo que eso es lo más importante: conversar en todas las instancias, en todos los niveles. No puede ser que la única acción política sea ir a votar al plebiscito y elegir los constituyentes y sentarse a mirar lo que pasa por la tele. No. Esas conversaciones que se dan ahí en el ex Congreso se nutren de incontables conversaciones en todos los niveles, en todas las escalas y de la manera más colectiva posible. Y me parece que hablar del libro es una manera sana de hacerlo. De conducir esa energía que está ahí y que se manifiesta con esperanza, con frustración, con violencia, con voluntad de trabajar.
¿Cómo nace esta idea de comenzar a plasmar todo este movimiento social en décimas?
Esa no es una idea mía. La décima de los movimientos sociales en Chile tiene por lo menos un siglo de historia, desde que los poetas populares comienzan a migrar desde el campo a la ciudad, a principios del siglo XX y surgen muchas cosas, probablemente, la Lira Popular que empieza a hacer crónica, a veces más política, a veces más de la prensa roja, de los crímenes. Si lo extrapolamos y salimos de nuestra pequeña isla llamada Chile, la crónica poética social es algo que existe desde que existe la literatura.
Como artista, ¿cuánto te transformó el estallido social?
Mucho, como a todas las personas. El estallido fue muy tremendo y ahí el verbo despertar es interesante. Tiene muchas acepciones, pero nos dimos cuenta de que teníamos mucho más que hacer respecto del devenir de nuestra sociedad de lo que estábamos acostumbrados. Teníamos un rol mucho más importante como ciudadanos de salir, de marchar, protestar, colaborar con ideas, de denunciar. Eso nos transforma para siempre. Ahora, estamos completamente en la otra cara de la moneda, estamos en otro proceso y no podemos volver a quedarnos de brazos cruzados mirando lo que pasa. Tenemos que ser actores involucrados, cada uno desde su rincón. Para mí eso fue muy transformador .Esa es quizás la enseñanza más potente de todas. Tenemos la capacidad y tenemos los medios y los espacios para empoderarnos y ser más activos dentro de las decisiones de cómo vivimos en colectivo.
¿Cuáles son los límites entre arte y activismo? ¿Es algo que se puede disociar?
No sabría. No soy sociólogo y no es mi tema saber cuáles son los límites entre un ámbito y otro. La verdad es que tampoco me interesa mucho. Me interesa difuminar lo más posible esos límites. Somos personas, vivimos juntos y, en esa dimensión, los que trabajamos en cosas comunicativas como la música, también podemos cruzar líneas y participar de cabildos. Recuerdo con mucho cariño las conversaciones que hicimos con la comunidad de músicos de Chile en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile cuando Fernando Atria dio una charla extraordinaria respecto del derecho constitucional y lo que estaba pasando, en un momento que era bastante difuso. Después me tocó moderar una conversación con Gastón Soublette y fue muy hermoso, muy profundo. Todos aprendimos muchísimo, porque nos puso en una perspectiva mayor, temporal, histórica, en una profundidad humana, espiritual respecto de lo que estábamos viviendo. Son días que guardo en mi memoria con mucho cariño, porque nos hicieron crecer a todos. Hoy eso nos hace falta, porque estamos de vuelta entre las elecciones presidenciales y las tensiones propias de la constituyente. Estamos muy metidos en la pelea política chica y se nos olvida tomar la perspectiva necesaria para entender que el momento que estamos viviendo es una cuestión que va a definir lo que venga para adelante a una escala mucho mayor de la pelea del día a día y ojo: no es solamente Chile. No sé si para bien o para mal esto coincidió con un terremoto social a nivel mundial que tiene que ver con la pandemia, con la crisis climática y un montón de otras cosas que están haciendo que el mundo cambie precipitadamente.
¿Qué expectativas tienes de este proceso constituyente?
Como muchos, me debato entre la esperanza y la frustración. Creo que hay una voluntad de diálogo real, muy profunda, con mucha gente muy valiosa, pero también hay otras voluntades más oscuras y esto no necesariamente ligado exclusivamente a uno u otro lado del espectro político y si es evidente que en la derecha más recalcitrante hay un afán de hacer que esto fracase. Eso casi que lo dicen. Pero también hemos visto operar fuerzas oscuras en otros espacios y ahí es donde hay que cuidarse, tener firmeza y una suerte de estatura ética muy grande de entender la importancia de lo que estamos haciendo. Ojalá que las personas que están ahí sean capaces de ver que esto va mucho más allá de sus pequeños intereses puntuales, particulares. Me imagino que vendrá un periodo que, insisto no soy sociólogo ni analista político, no me interesa serlo, pero me imagino que en cinco años, una década o más incluso, va a haber una readaptación, porque hay que deconstruir ciertas cosas primero para construir cosas nuevas. Y eso va a ser difícil, pero necesitamos gente que tenga firmeza en ese sentido. Que tenga convicción profunda y que sea capaz de afirmar el timón y sortear las turbulencias cotidianas, porque la dirección es clara: Chile tiene que avanzar en pos de la igualdad, de disminuir esa brecha absurda que nos divide en dos: en el Chile de los privilegiados y el del resto del mundo.
Hace poco participaste en una gira por España, ¿cómo fue ese reencuentro con el público?
Lo de España fue fenomenal. Hice 6 conciertos ahí y terminamos armando fechas. Fue muy hermoso reencontrarse con la gente de allá, con esa energía distinta a la de Chile, porque después de dos años y encerrados, la cosa estaba muy comprimida. Fue una oportunidad increíble de liberar energías y darse cuenta, a través de la perspectiva que dan los viajes, de que aquí estamos viviendo una cotidianidad muy militarizada. Cualquier pueblo con dos años de toque de queda encima se acostumbra y se las arregla, pero llegar allá y ver que es posible vivir la pandemia de otra manera fue muy liberador. Ahora, de vuelta en Chile, estoy en una semana álgida, por la presentación del libro y el miércoles grabamos un capítulo de Estado Musical, el programa de La Red.
Respecto de tu nueva canción, ¿es algo que tiene que ver con este momento constituyente?
Tiene que ver, pero de manera bastante personal. No la veo como una hermana de Regalé mis Ojos y Ojo x Ojo. Es desde otro lugar, pero obviamente, tiene que ver. En el mundo entero estamos viviendo un momento de crisis de cambio profundo en donde todos nos tenemos que preguntar para dónde va la cosa y cómo lo hacemos. Me parece que es bacán ese ejercicio mental, porque nos hace crecer.