¿Cómo se levanta una sociedad que se ha traicionado así misma? ¿Cómo se rearma la vida y los sueños de los sobrevivientes de una guerra? Estos eran los dilemas que a mediados de los años 40 atormentaban a los artistas alemanes tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La primera respuesta que vino desde el cine la lanzó el director Wolfgang Staudte, quien en 1946 consiguió dirigir y estrenar Los asesinos están entre nosotros, la que se convertiría en un valioso documento histórico y social por el contexto en el que fue producido. El filme además planteaba interrogantes incómodas, incluso para el mismo realizador, quien había actuado en numerosas películas de propaganda nazi y ahora debía reinventarse con nuevas escalas morales.
La película narra la historia de amor entre una sobreviviente de un campo de concentración y un médico alcohólico, traumado por haber colaborado con el régimen de Hitler, quienes se conocen en una Berlín en ruinas, la que sirvió de escenario real para el rodaje.
“Fue una de las películas más vistas en los inicios del Cineclub Universitario en la década de 1950, pero luego ha sido muy poco difundida”, cuenta Valentina Ávila, coordinadora del Cineclub Sala Sazié, sobre una de las razones por las que se escogió el filme para ser proyectado este próximo martes 14 de diciembre a las 19:00 horas en Casa Central de la U. de Chile, en lo que será la primera función presencial de este espacio de discusión cinematográfica, desde que fue declarada la pandemia por Covid-19.
“Es una película que habla de las (des)lealtades, las (des)confianzas y la reparación por los errores políticos cometidos en el pasado. Creemos que la coyuntura política que atraviesa Chile posiblemente generará discusiones potentes con el público”, agrega Ávila.
La función especial – que se enmarca en los 60 años de la Cineteca de la U. de Chile- se realizará esta vez en la Sala Eloísa Díaz. El ingreso será por orden de llegada y se solicitará pase de movilidad.
“Los públicos están necesitando con urgencia actividades culturales presenciales. Es necesario comenzar a romper el miedo a habitar el espacio público, pues para muchas personas aún resulta difícil salir de su casa, independientemente de los avances o retrocesos en los contagios. Creemos que es importante reflexionar sobre las películas vistas en conjunto, fuera de nuestros trabajos, estudios y hogares. Es importante para la salud mental volver a la diversidad de experiencias con las que nos enriquecíamos antes del confinamiento, aunque sean experiencias transformadas”, reflexiona la también encargada del Área Educativa de la Cineteca de la U. de Chile.
Esta edición del Cineclub Sala Sazié también es especial porque se realiza en conjunto con el Cineclub La Reforma, un nuevo espacio de discusión y visionado de películas nacido en plena pandemia, bautizado así por una antigua sala donde funcionaba la Cineteca de la U. de Chile, antes del golpe de Estado de 1973. “Esta sala nos fue despojada, al igual que se intentó aplicar una política de desmemoria que secundarizó el rol que hemos históricamente cumplido. En 2021 comenzamos una iniciativa conjunta con estudiantes de la carrera de Cine y Televisión del ICEI (Instituto de la Comunicación e Imagen) para romper este proceso de desmemoria y activar un cineclub que entienda lo universitario no como un mero productor de profesionales, sino como instancias que reubiquen el horizonte de sentido que le damos a los saberes en las sociedades actuales”, explica el coordinador de la Cineteca de la U. de Chile, Luis Horta.
Una Cineteca que conserva y conversa
Durante la crisis sanitaria, la Cineteca de la U. de Chile suspendió por algunos meses la realización del Cineclub Sala Sazié, que regresó de forma virtual en agosto de 2020. Desde entonces el espacio de diálogo y reflexión ha experimentado con diferentes formatos de participación, entre ellos el ciclo “El algoritmo somos los públicos”, que invitó a auditores a convertirse en programadores y panelistas y también la realización de un cine foro colectivo, en que el público pudo inscribirse para participar dentro de la plataforma Zoom y aportar al debate.
“Creemos que hoy los desafíos están dados no por promover un centralismo institucional, sino también la vinculación de las comunidades con sus lugares de pertenencia, por situarnos en relación a las demandas de una comunidad que repiensa su historia y aborda su relación con las memorias no en términos instrumentales, sino como gatilladores de sentido de nuestra realidad actual”, plantea Horta.
“El cine es un elemento que posibilita preguntarse por los elementos centrales de nuestras comunidades, ya que las imágenes en movimiento son un lenguaje universal. Pero, para que esto ocurra, las películas deben primero conservarse, y luego exhibirse en las condiciones que posibiliten que la experiencia del saber ocurra”, concluye el académico.