En la antigua ciudad de Santiago, las horas no se contaban con relojes ni las noticias se anunciaban con titulares. El inicio de un nuevo día y el anochecer, la muerte de un obispo, la llegada de un gobernador o la alarma sobre una catástrofe: todo se informaba con campanadas que retumbaban por toda la ciudad.
El sonido de Santiago estaba atravesado por ese tañido que evoca el nuevo disco de Aula Records, Paisajes extintos. El lenguaje de las campanas en el Santiago colonial, que acaba de ser publicado en formato digital, vinilo y CD. Su lanzamiento se realizará durante enero y en la ocasión se estrenará un documental dirigido por Pedro Lorca y producido por Caudal Films y Aula Records.
El registro es obra de Campaneros de Santiago, quienes se han dedicado al rescate de toques litúrgicos en templos de la capital y también han trabajado en otras regiones del país. Iniciada en 2012 por el músico e investigador Eduardo Sato, la agrupación también es integrada por los compositores Sebastián Jatz y Tomás Brantmayer. Este último ya formaba parte del catálogo de Aula Records con el disco El país de sed, interpretado por la Orquesta Clásica Usach.
Un sonido de tres siglos
Paisajes extintos está centrado en cinco iglesias representativas del Santiago colonial: San Francisco, San Agustín, La Merced, la Catedral y San Ignacio, que figura como la actual versión de la Iglesia de la Compañía, destruida por un incendio en 1863. “Intentamos reproducir una jornada cotidiana que estaba marcada por el toque de las campanas, entonces la selección pasó mucho por iglesias que efectivamente son de la Colonia”, explica Eduardo Sato, quien además es autor del libro Con mi voz sonora: Campanas y toques de campana en la Catedral y otros templos históricos de Santiago (2018, Ediciones UAH).
“La gente no tenía relojes y su rutina diaria se basaba en el toque de las campanas, así que tratamos de replicar eso. Empezamos con el toque que se hacía a las 4:30 de la madrugada, pasamos por otros que se hacían a mediodía o en la noche e incluimos toques que no tenían horario definido, como el de incendio, que podía ser en cualquier momento. Así, seguimos un orden y mostramos distintas técnicas”, agrega.
De este modo, el álbum pretende revivir un paisaje sonoro que ha sido oscurecido por el tiempo, dice Eduardo Sato: “Lo imagino como una visión fantasmal de la Colonia que aparece en medio del Santiago actual. Entre todo lo que pasa hoy, todavía podemos escuchar exactamente el mismo sonido de la campana que sonaba en 1700. No tenemos instrumentos coloniales, no tenemos muchas partituras, y lo único que nos queda como vestigio sonoro de esa época son las campanas. Es el mismo sonido que escucharon tantas generaciones de santiaguinos”.
En ese sentido, los integrantes de Campaneros de Santiago advierten que el trabajo tiene un foco determinado: “No es un disco de música ni de arte sonoro. Nos identificamos más con el valor histórico de estos toques y el concepto de patrimonio sonoro. En general tenemos una noción de patrimonio muy ligada a la arquitectura y la ciudad, pero el sonido es efímero y si no se registra es como si dejara de existir”, apunta Tomás Brantmayer. “Esta es una tradición que vale la pena recuperar porque nos permite vincularnos con nuestra historia. Es un lenguaje que nos permite estar comunicados, a mi parecer, desde cierta belleza”.
Una postal santiaguina
Como es habitual en el catálogo de Aula Records, la carátula y el diseño para las diferentes ediciones de Paisajes extintos fueron encargados especialmente a un artista visual. En este caso, el elegido fue Vicente Cociña, dibujante que ha destacado en el arte contemporáneo, el cómic y la ilustración. Además de exponer en Chile y el extranjero, los dos volúmenes de su libro Alameda de ida y vuelta han recibido premios como el Amster/Coré (2016) y el Premio Municipal de Literatura (2018), entre otros.
En este caso, dice, tuvo como referencia la panorámica de Santiago que T.R. Harvey dibujó alrededor de 1860, que forma parte de la colección del Museo Histórico Nacional, y trabajó con serigrafía “porque tiene una cualidad particular al tacto, algo sensitivo, y creo que el registro de las campanas también tiene un tiempo diferente. Un formato digital no hubiera sido tan adecuado”.
¿Cómo se vinculan la carátula y el contenido del disco? “Una de las cosas que me explicaron los Campaneros de Santiago era cómo repercutía el sonido de las campanas en la ciudad. Traté de llevar eso a la imagen con una vista panorámica que en la parte superior muestra una arquitectura fragmentada, en la que van apareciendo campanas como un gran manto que cubre la ciudad. Eso sigue ocurriendo actualmente, pero entremezclado con la ciudad contemporánea”, responde Vicente Cociña.
“Estoy contento de trabajar con Aula Records porque la caja no es solo un contenedor del disco, sino que funciona como un dispositivo. En ese sentido, tuve la posibilidad de experimentar y no solo hacer el diseño de un disco. Es una obra que va a encadenada al sonido”, concluye.