La ministra de Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, se mostró este viernes contraria a la posible entrega por parte de Estados Unidos a Ucrania de bombas de racimo, un tipo de munición criticada por su terrible impacto en civiles. Para Alemania rige el Tratado de Oslo, referido a la Convención sobre Municiones de Racimo que entró en vigor en 2008 y que prohíbe absolutamente la utilización de las bombas de racimo en 111 Estados.
El caso es que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, decidió aprobar el suministro a Ucrania de las polémicas bombas de racimo existentes en los arsenales del Pentágono y se disponía a hacer un anuncio oficial este mismo viernes al respecto, según informó la prensa estadounidense. Por ahora, el Pentágono no quiso confirmarlo.
Sin embargo, según medios de comunicación, los planes podrían anunciarse oficialmente en las próximas horas. La decisión del anciano presidente estadounidense, que elude la prohibición legal existente para la producción, empleo y suministro de este tipo de armas, se produce después de que organizaciones humanitarias y de Derechos Humanos pidieron a Washington no suministrarlas.
El diario The Washington Post destacó que la medida se produce en momentos en que los ucranianos están sufriendo una disminución en sus arsenales de munición de artillería convencional suministrada por Occidente y cuando crece la preocupación por la lentitud de la contraofensiva ucraniana contra las tropas rusas en el sureste del país.
El Tratado vinculante prohíbe todo tipo de producción, almacenamiento, transferencia y uso de bombas de racimo. Las municiones de racimo son misiles y bombas que estallan en el aire sobre el objetivo, dispersando o liberando muchos artefactos explosivos de menor tamaño que son conocidos como submuniciones o bombetas.
Este tipo de munición es criticado porque un porcentaje significativo de los artefactos explosivos no suelen detonar, sino que permanecen en el lugar donde caen, convirtiéndose en un potencial peligro para la población civil y suponen, además, un riesgo latente después de que finaliza el conflicto en que han sido empleadas.
Varias ONG internacionales como Human Rights Watch han denunciado el uso de estas armas por ambos bandos al tiempo que han pedido a Washington que no las entregue a Ucrania, que alega que sólo las utilizará contra tropas rusas atrincheradas. En este caso, ni Ucrania, ni Rusia, ni mucho menos EE. UU., forman parte del Tratado Internacional de Oslo que prohíbe las bombas de racimo.
Por su lado, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó este viernes que corresponde a cada Estado miembro de la Alianza, de manera individual, decidir si entrega bombas de racimo a Ucrania. “Corresponde a los aliados individuales tomar decisiones sobre la entrega de armas y suministros militares a Ucrania y corresponderá a los gobiernos decidir, no a la OTAN como Alianza”, declaró el político noruego durante una rueda de prensa previa a la cumbre de líderes aliados que se celebra en Vilna la próxima semana.
Al respecto, hay que recordar que Chile fue un importante productor de bombas de racimo a nivel internacional durante la dictadura civil militar, cuando éstas eran fabricadas por el empresario Carlos Cardoen, quien las vendía en el extranjero a países como Sudáfrica, Irak, Irán y Ecuador, aprovechando la coyuntura internacional para hacerse millonario con el negocio armamentístico. Esto le costó, amén de una serie de otros hechos punibles, una demanda judicial de su exprotector, Estados Unidos. Y en 1994 la Interpol lanzó en su contra una orden de captura internacional, lo que impide a Cardoen salir del país hasta hoy, pero que no impidió que en 2005 el Gobierno de Chile le condecorara con Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral.