En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, el doctor en Ciencia Política, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y especialista en el estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las formaciones políticas de derecha en Argentina, Sergio Morresi, abordó el escenario sociopolítico de ese país de cara a las elecciones del 22 de octubre de 2023.
En las elecciones primarias PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) el candidato ultraderechista Javier Milei fue el más votado. El líder de La Libertad Avanza alcanzó poco más del 30% de los votos y competirá en las elecciones contra el candidato Sergio Massa, quien en 2019, volvió a las filas del kirchnerismo de la mano de Alberto Fernández, el candidato para la presidencia que había elegido Cristiana Fernández de Kirchner para la fórmula que ella integraba.
Además, disputarán la presidencia con Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio, misma coalición del expresidente Mauricio Macri; el peronista no kirchnerista Juan Schiaretti y la candidata del Frente de Izquierda y de Trabajadores Myriam Bregman.
Cabe destacar que el hecho de que el candidato de ultraderecha, el mismo que propone dolarizar la economía argentina, reducir al mínimo el Estado al eliminar 11 ministerios, derogar la ley de aborto y quien defiende la venta de órganos, sorprendió por el apoyo en las urnas en un país dominado desde hace años por dos grandes coaliciones: una peronista y una de centroderecha.
-¿Cómo llegamos a esto en Argentina?
Creo que fue un proceso bastante largo, por lo menos de unos 10 o 12 años, y quizás un poco más, en el cual confluyeron distintas dinámicas. Por un lado, el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el gobierno de Mauricio Macri, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, que estamos atravesando, no fueron buenos. Ni en términos de resultados económicos, ni de capacidad estatal de satisfacer ciertas demandas. Sobre todo en algunos rubros como seguridad, salud, educación y transporte. Y esa incapacidad de fortalecer esos servicios públicos llevaron a un deterioro de la relación entre los votantes de esos partidos con su dirigencia política, pero también una desafección con respecto al rol del Estado en este país.
En segunda instancia, creo que también fue importante la forma en que se dio una polarización en Argentina. Polarización que varios colegas de las ciencias sociales entienden como una cuestión identitaria, antigua de peronismo y anti-peronismo. Pero creo que no es eso solamente lo que está sucediendo, sino que es una polarización propiamente política, donde los dos actores principales que surgieron tras el 2001, el Kirchnerismo y Cambiemos, se impugnaron mutuamente, ambos se acusaban de no ser plenamente democráticos. Si bien eso no provocó una desafección con la democracia, porque Argentina es uno de los países latinoamericanos donde sigue habiendo mayor confianza en la democracia, pero sí hubo cierta desafección del pack democrático, de entender la democracia en un sentido más fuerte, atada a una serie de valores y hábitos que iban juntos.
Esas dinámicas permitieron que surgiera este tercer actor de derecha radical. Ahora, eso desde el punto de vista local, al mismo tiempo hay que tomar en cuenta una cuestión más regional y global del avance de este tipo de propuestas políticas en el mundo, que se dan en países en que este deterioro de la economía y del Estado no se ha dado, por lo cual, uno tiene que pensar también que hay una forma de apelar a las sociedad que algunos llamaban “nacional populista” o “populista de derecha” que es claramente efectiva y ha tenido su cosecha propia en Argentina.
-¿Cuál piensa que es el patrón en la sociedad argentina y/o de su institucionalidad que ha impedido que estos gobiernos logren sanear económicamente el país?
Argentina tiene su debilidad en una tolerancia a un cierto nivel de inflación que no es necesariamente compartido por otros países. Después de muchas décadas de altísima inflación e incluso de proceso de hiperinflación, a fines de los 80 y comienzos de los 90 gozó Argentina de unos años de estabilidad económica. Pero esa estabilidad sin inflación provocó también mucha exclusión social, un aumento de la pobreza muy acelerado y un aumento del desempleo que no era compatible con la tasa de América Latina, y sin el apoyo de una red social como la europea. Entonces, en el siglo XXI llegó un gobierno estabilizador como fue el de Néstor Kirchner, pero luego también una búsqueda de rescañar las heridas producidas por la primera estabilización. Esa cura implicó una cierta tolerancia a un nivel de inflación más razonable, no hubo estabilidad absoluta porque no había paridad con el dólar, pero con mayor inclusión, menor desempleo y tratando de bajar la pobreza. Ahora, esa tolerancia a la inflación que se fue desarrollando se fue acelerando en el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se hizo bastante más alto, un 20% anual, y se siguió tratando de buscar un mix de que fuera una inflación tolerable y se mantuviera la inclusión social.
-Inflación que siguió acelerándose en el gobierno de Mauricio Macri.
En principio uno hubiera pensado que el gobierno de Cambiemos iba a hacer una serie de reformas más excluyentes pero no las hizo. No las hizo porque no quiso, porque no pudo o porque no supo cómo hacerlas y no buscó el equilibrio económico tampoco. Esa inflación terminó llegando al doble al final del gobierno de Mauricio Macri y ahora estamos a más del triple. Es una situación en la que sobre todo los más jóvenes les pega una sensación de: “Mi futuro ya está oscuro, no importa cuánto me esfuerce yo”. Esa tolerancia a la inflación anterior tenía que ver con rescañar las heridas de la exclusión anterior, lo que tenemos ahora es que no se logró la inclusión y tampoco tenemos la estabilidad macroeconómica.
-¿Cuál es su apreciación respecto a esa manera de hacer política de “nosotros contra ellos” que parece haber tocado techo?
No sé si se ha agotado, porque el candidato que salió más votado en las últimas elecciones, que es Javier Milei, también apela a ese mismo tipo de retórica de “nosotros los que no gobernamos, contra todos los demás” y “todos los demás son castas”. Esa retórica yo creo que sigue funcionando y funciona en todo el mundo, lo que pasa es que no funciona siempre de la misma manera ni con los mismo actores. Javier Milei participa de esa idea de impugnar el carácter democrático de su otro político. Yo creo que es un problema muy grave no ver en el otro político a un competidor o un adversario, incluso un adversario horrible y con un proyecto de país que le parece muy malo, pero nunca ese nivel de enemistad pública de negarle el carácter de ser plenamente democrático. Impugnar al otro tiene consecuencias, el tejido social comunitario a nivel político se va resquebrajando de manera muy acelerada.
-¿Es posible deducir de ese análisis que las maneras de hacer política que están basadas en antagonizar terminan por debilitar las democracias?
Efectivamente, porque llevan a quebrar el pluralismo, que es una de las bases de la democracia liberal. A mi me gustaría una democracia más potente que la democracia liberal, más igualitaria, más deliberativa, más participativa, pero sobre la base del pluralismo político, sin esa base no se si podemos hablar de democracias, en el sentido moderno de la democracia. Me parece que ese tipo de retórica pública e identitarismo público efectivamente resquebraja las bases del pluralismo sobre las que la democracia liberal funciona.
-¿Qué opina sobre ese llamativo silencio que ha guardado Cristina Fernández de Kirchner?
Ella se podía presentar en el año 2019 y eligió no presentarse porque supuso, no se si acertadamente o no, que si ella era candidata tenía chance de perder. Pero, si ponía a otro candidato que era de ella, sus chances de ganar eran amplísimas y lo logró. Su convivencia con la persona que ella nombró como candidato a presidente, que es el presidente Alberto Fernández, fue mala, y según ella misma cuenta, fue mala desde antes de iniciarse la presidencia. Lo que hubo fue un combate por el liderazgo y la toma de decisiones desde el inicio del gobierno. El presidente se negaba a tomar algunas de las medidas que exige la vicepresidencia, y muchas de las medidas que se tomaron fueron por su propia decisión, entonces es también su gobierno. Un gobierno que se ve como fracasado. Entonces, si ella participa más activamente de la campaña uno puede decir que en vez de ayudar a su candidato, Sergio Massa, lo estaría tirando hacia abajo porque hay un rechazo muy alto de su figura. Por otro lado, de muchos que se sienten simpatizante del peronista, su no aparición pública es vista como una no preocupación como lo que fue su decisión.
-¿Cree que un eventual gobierno de Milei es tan inviable como así lo dicen algunas hipótesis? Dicen que de ganar, va a durar poco.
Es una posibilidad siempre que lo que Milei llama la casta, lo impugne, no colabore en ninguna de las iniciativas y siendo que, en el caso de ganar, va a hacer un presidente que tiene pocos diputados y poquísimos senadores en un país bicameral, que no tiene gobernadores propios, que prácticamente tampoco tiene intendentes en las ciudades, que no tiene el apoyo de trabajadores en sindicatos, que es impugnado muy fuertemente por el sector de la población que más se moviliza que se identifica con el peronismo, que son pocos los empresarios que al día de hoy han comprometido su apoyo para su eventual gobierno. Bueno, sería un presidente sin muchas chances. Una de dos, o negocia con lo que se encuentra y deja a un lado su plan de reformas y sobrevive a los tumbos de ese gobierno, o como dicen algunos, no sería extrañísimo que esa interpretación de que va a durar poco es correcta.
Mi impresión es que no hay tanta falta de apoyo, porque sí es cierto que el peronismo es el que sale a impugnar en las calles, los números que hay hoy indican que si Milei llega a ser presidente, una parte importante de los votantes de Juntos por el cambio, que también han demostrado capacidad de movilización y acción política, apoyaría a ese gobierno. No porque sea el que prefieran, sino porque es el que más cercano sienten dentro de las posibilidades que hoy tienen. Y conociendo buena parte del empresariado argentino, no veo por qué no podrían plegarse a las reformas que los beneficien. Finalmente, de parte de los sindicatos, siempre hay una parte del sindicalismo que esta dispuesto a negociar cuando hay beneficios del tipo más corporativo.
Lo que pasa es que el hecho que haya construido su política contra la casta parece frenar esas opciones de armado, es especulativo, pero yo creo que si gana va a intentar que ese haga ese armado.