Mauricio Weibel: "Las violaciones a los derechos humanos siempre están muy ligadas a la corrupción"

El periodista lanzará este jueves su libro “El país del silencio” en la Casa Central de la U. de Chile. A 51 años del Golpe de Estado, el autor comparte la historia del secuestro de su padre, José Weibel, a manos del Comando Conjunto en 1976.

El periodista lanzará este jueves su libro “El país del silencio” en la Casa Central de la U. de Chile. A 51 años del Golpe de Estado, el autor comparte la historia del secuestro de su padre, José Weibel, a manos del Comando Conjunto en 1976.

Este jueves 10 de octubre, la Casa Central de la Universidad de Chile dará lugar a la presentación y lanzamiento del libro “El país del silencio” del periodista de investigación, Mauricio Weibel. En esa línea, es a 51 años del Golpe de Estado, que Weibel comparte en su nuevo obra su historia familiar e íntima que se alteró desde el secuestro de su padre, José Weibel, a manos del Comando Conjunto en 1976.

 El país del silencio” busca exponer la construcción de hechos verificables y dar espacio, de manera equilibrada con la investigación, las reflexiones de Weibel en el camino de medio siglo de la búsqueda de justicia para su padre desaparecido durante la dictadura militar, una historia que permite reinstalar la esperanza a pesar del tiempo transcurrido desde entonces.

En un trabajo que le llevó de ocho a nueve años, su memoria plasmada en las 167 páginas también es una apuesta que invita a las y los lectores a la reflexión en torno a la memoria histórica, así como a repensar desde el periodismo de investigación los formatos y la narrativa de los textos, siendo uno de los mayores desafíos “definir cómo narrar con una perspectiva ética el horror, en especial cuando indagamos un pasado que jamás concluye y que interpela los límites del lenguaje y de los formatos literarios. Cuando avanzamos sobre fronteras biográficas e íntimas”, según mencionó el autor en el libro.

– ¿Por qué crees que es importante que la sociedad conozca la historia que contiene este libro?

Creo que es importante que todas y todos trabajemos los temas de la memoria. En la larga historia de la humanidad, sólo dos países hicieron verdad, justicia y memoria, Chile y Argentina, y creo que es muy relevante eso, sostenerlo en el tiempo. Creo que cuando no sostenemos la verdad, la justicia y la memoria, ocurren violaciones masivas a los derechos humanos, como sucedió en el estallido social o se abre paso a la corrupción.

Las violaciones a los derechos humanos siempre están muy ligadas a la corrupción, que es lo que vemos hoy en día con el caso Hermosilla o el caso Audios, lo que está ocurriendo con algunas universidades privadas que se utilizan aparentemente para el financiamiento ilegal de la política. Yo creo que, más allá de la historia personal y social que hay en el libro, es sumamente relevante que como país seamos capaces de sostener la verdad, la justicia y la memoria.

Mauricio Weibel en la Casa Central de la Universidad de Chile

Mauricio Weibel, periodista de investigación y autor de “El país del silencio”. Fotos: Alejandra Fuenzalida.

– En otras entrevistas mencionas que el trabajo en este libro te tomó de ocho a nueves años, ¿cómo fue el proceso de investigación?

Yo diría que lo más difícil quizás, no fue la investigación, sino encontrar la voz narrativa. Cada libro, cada esfuerzo narrativo, tiene que tener una voz distinta, cada historia merece una voz que la narre. Y en este caso, lo más complejo fue encontrar esa voz que equilibrara entre el testimonio que es personal, el periodismo de investigación, que era sobre casos personales o sociales y una voz que era también más, si se quiere, de ensayo, de reflexión; encontrar esa voz que estuviera pausada, esa voz fue lo más importante. Por eso el título del libro, “El país del silencio”, que dejara un espacio bien grande para que el lector o la lectora construyera también su interpretación de los hechos. No es un libro que te cuenta todo, sino que deja varios recovecos o varios espacios para que tú reflexiones o te emociones sobre lo que hay escrito.

– ¿Qué temas de los que abarcas en el libro te hizo decidir el tono con el que querías contar la historia?

Yo creo que es una historia muy dramática, donde hay desaparición, asesinato, exilio y por lo tanto no necesitaba que se agregara nada sobre esa historia. Al contrario, había que contar de una forma muy austera, de una forma en que no fuera excesiva, que no fuera plañidera. En fin, creo que el libro está contado de una forma austera, balanceada y yo creo que impulsa, insisto, a quien lo lee a reflexionar sobre esos últimos cincuenta años de nuestra historia.

– ¿Qué significa para usted que lo acompañen Mónica González y Pedro Ramírez en la presentación de “El país del silencio”?

Para mí es un enorme honor y cariño. Mónica es una amiga, Pedro también, a quienes tengo un respeto enorme. Creo además que en el momento social y político del país era completamente querible que fueran ellos los que me acompañaran. Mónica por toda su trayectoria y Pedro por todo el trabajo que está haciendo hoy en CIPER. Creo que era ideal, además porque este libro lo que hace en el fondo -creo yo- es dar vuelta la cámara, es en el fondo mostrar qué significa construir derechos humanos en un país como Chile y qué significa hacer periodismo de investigación en un país como Chile y cuáles son quizás las consecuencias personales, familiares, sociales.

– A propósito de la seguridad en el periodismo y el golpe noticioso. Cuando narras la entrevista que realizó Mónica González a Papudo y que no la hayan escuchado cuando el “objetivo era divulgar la historia desde uno de los principales medios del mundo, una vez que todas las medidas de seguridad estuvieran firmes”, ¿dónde está el límite de la protección hacia sí mismo y del ejercicio periodístico?

Bueno, eso tiene que ver con la libertad. Generalmente el periodista o la periodista de investigación asume un riesgo. Estoy hablando, quizás no tanto en Chile, pero en países como Colombia, Venezuela o en Centroamérica, son colegas que asumen un riesgo, y hay momentos también en que dicen: ‘No, yo esto no lo puedo comunicar porque si no me matan’. Y cuando dicen ‘me matan’ es muy literal en esos países, entonces es difícil saber eso. Es un límite que lo construye cada quien, pero claramente nadie está obligado a traspasar ese límite. Yo siempre explico en las clases que el periodismo de investigación no tiene nada que ver con los manuales deontológicos que pueden pasar en la escuela sobre cómo entrevistar. El periodismo de investigación tiene que ver con estar dispuesto a desafiar al poder, con una pulsión por la justicia social que te hace ir más allá del resto. O sea, nadie se levanta en la mañana y dice “voy a escribir contra el comandante en jefe, hoy día voy a enfrentar al presidente”. No. Eso no es un trabajo normal. De hecho, es un poco anormal.

– ¿Y eso es algo que te sigue motivando o hay otro cúmulo de motivaciones?

Yo creo que uno de los mayores desafíos, quizás de las escuelas de Periodismo es cómo construimos, para usar una frase prestada de un libro, un periodismo fuera de sí, que sea capaz de dialogar con otro formato narrativo o artístico, que sea capaz de dialogar, que es muy obvio, con la literatura, en el caso de los libros; con el cine, en el caso del documental; con la exposición museográfica que podemos ver en el caso de archivos, fotografía, un poco lo que está acá en la Casa Central; que pueda dialogar también con el teatro. Creo que ahí es importante darle una vuelta de tuerca a cómo desde el periodismo somos capaces de construir otras narrativas y creo que eso es relevante. Creo que es un enorme desafío.

– Al tema de la seguridad en el trabajo periodístico y sobre todo en el de investigación, ¿hay manera de un resguardo colectivo mientras se ejerce?

Yo creo que quienes ejercemos el periodismo de investigación tenemos un deber ético, social y colectivo de trabajar con la libertad de expresión, de participar en la promoción y defensa de la libertad de expresión, por muchas razones que son profesionales, pero también porque de todos los derechos humanos, probablemente la libertad de expresión, después de la vida, es el más importante, porque te permite exigir los demás derechos.

La defensa y promoción de la libertad de expresión en tiempos en que incluso la acción de pensamiento, con todo esto de las tecnologías de la inteligencia artificial, queda como en suspenso, o sea, ya alguien no tiene que escribir un paper, se lo escribe un computador, entonces el pensamiento queda en suspenso. Creo que es super importante hacer una defensa y promoción de la libertad de expresión en los espacios nacionales, regionales y multilaterales que existen. Y estar vinculado a eso. O sea, es súper importante para los periodistas de investigación vincularse a eso.

– En ese sentido, ¿qué consejo le daría a estudiantes  que están interesados en la investigación?

Yo creo que básicamente la investigación es un esfuerzo o es un camino por la libertad, es una pasión, es un deseo. No es una cosa técnica, inicialmente, luego viene lo técnico. Yo diría que recorran, que exploren, que busquen y que aprendan a ver lo que está invisible a los ojos. Yo siempre pongo como ejemplo lo del Sename. Tuvieron que morir mil niños y niñas para que los periodistas nos diéramos cuenta que había una masacre en ese órgano del Estado, porque era invisible. Entonces creo que es sumamente importante ser capaces de mirar con otros ojos. Hace quizás diez años costaba creer el nivel de corrupción que hay en el país. Bueno, hoy día ya no cuesta, sino que no sé si nos acostumbramos, pero ya sabemos que existe al menos. El periodismo de investigación también tiene que tener una pulsión por la verdad, pero en el sentido litúrgico, no la verdad por esta cosa que no existe, sino una capacidad de desnudar lo que no se quiere ver, pero no es por los hechos, es algo más profundo que eso.

– ¿De qué manera las nuevas generaciones pueden resignificar o enfrentar la historia de la dictadura en Chile?

Yo creo que lo importante es que dialoguen las memorias desde los colectivos ciudadanos, desde la ciudadanía. Creo que es importante, por ejemplo, que las memorias de lo que fue el golpe, que son distintas a las memorias de lo que fue la resistencia a la dictadura, dialoguen después con las memorias de lo que fue, por ejemplo, la revuelta social de octubre del 2019. Creo que es importante que esas memorias dialoguen, que esas memorias generen aprendizaje, que esas memorias nos permitan hablar de cómo habitar, de cómo construir un país más justo, más digno, un país donde estos eventos no se repitan. Eventos que si uno los mira en el tiempo se puede retrotraer hasta 1900 con las matanzas en la Escuela Santa María, con Ranquil, con Punta Arenas. O sea, no son eventos aislados, son eventos que históricamente se han repetido en la historia y por eso quizás es tan importante, que a diferencia de lo que pasó en el siglo 20, que en este siglo 21 seamos capaces de hacer dialogar esas memorias, de hacer dialogar esas experiencias y de construir en conjunto un país más amable, más solidario, más justo y, sobre todo, más digno para todos, que yo creo que es una gran demanda que además contrasta con las noticias que a diario vemos de abuso, de corrupción, de excesos, de impudicia, incluso, diría yo, del poder; un ejercicio impúdico del poder.





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