El pasado lunes, el pasaje Arturo Godoy volvió a poblarse de personas ansiosas por entrar al Estadio Víctor Jara. Como tantas veces, apenas a unos metros de la Alameda había largas filas, vallas dispuestas para organizar la entrada y un clima de expectación general, pero la causa no era un evento deportivo ni menos un concierto.
Es la costumbre de los últimos años. Desde que fue cerrado para grandes eventos en 2009, el ex Estadio Chile encuentra fines diversos. Esta semana fue usado para recibir a miles de inmigrantes que debían regularizar su residencia en el país, en improvisadas oficinas dispuestas por Extranjería. En años anteriores, se ha acondicionado como albergue para indigentes, durante las frías noches de invierno. Administrado por el Instituto Nacional de Deporte (IND), el resto del año acoge pequeñas actividades deportivas y talleres para la tercera edad, entre otras iniciativas.
Su presente es lejano a un pasado plagado de historia. Concebido en 1948, durante el gobierno de Gabriel González Videla, el primer estadio techado de Santiago tuvo que esperar largo tiempo antes de concretarse. Hubo discursos y promesas, pero poca acción.
Con diseño del arquitecto Mario Recordón, se inauguró recién en abril de 1969, con la presencia del presidente Eduardo Frei Montalva. Poco más tarde se hizo ahí la primera versión del Festival de la Nueva Canción Chilena, donde se impusieron Víctor Jara y Richard Rojas, con “Plegaria a un labrador” y “La chilenera”, respectivamente. Paralelamente, entre otros deportes, acogía campeonatos de vóleibol y combates de box que llegaron a desbordar su capacidad. “Desde la Copa del Mundo de fútbol, en 1962, no se advertía tanta expectación por un espectáculo deportivo”, escribió la revista Estadio cuando el campeón Godfrey Stevens venció a Bobby Valdez.
El resto de la historia es más o menos conocida: en 1973 se convirtió en centro de detención y tortura y allí perdieron la vida muchas víctimas del golpe de Estado, entre ellas, el cantautor que hoy le da nombre al recinto. Pasado el horror, fue la casa de innumerables conciertos. Su acceso privilegiado -a pasos del Metro y la Alameda- y su capacidad de poco más de seis mil personas bajo techo fueron argumentos para llevar ahí a James Brown, Morrissey, Lou Reed, The White Stripes, The Strokes, Kraftwerk, Mecano, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Soda Stereo, Virus, Charly García, Los Prisioneros, Quilapayún e Inti Illimani, por nombrar tan solo unos cuantos.
Esa época parece remota y la muestra más patente es el pasaje Arturo Godoy, donde están los accesos principales. Hoy es un callejón poco recomendable, no solo porque el pavimento está en mal estado, sino también porque se ha convertido en un espontáneo baño y basurero público. “Cualquiera que pasa por ahí se da cuenta que la situación es grave”, dice Cristián Galaz, director ejecutivo de la Fundación Víctor Jara, que el año pasado comenzó a trabajar en un proyecto basado en el valor patrimonial de la pequeña calle.
El Estadio Víctor Jara fue reconocido como monumento histórico en 2009, pero a mediados de 2017 esa categoría se amplió al pasaje. En la declaratoria del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) se explica que ahí “se efectuaron simulacros de fusilamiento a los prisioneros” y que el muro del estacionamiento fue construido por los propios prisioneros, en noviembre de 1974.
La Fundación Víctor Jara encargó un proyecto de recuperación al arquitecto Cristián Castillo, que busca convertir el pasaje en una suerte de plaza de 120 metros de largo, que facilite el acceso al estadio pero también extienda sus actividades hacia el exterior.
El proyecto, con un costo superior a los 300 millones de pesos, contempla instalar adoquines donde se grabarían los versos de “Somos cinco mil”, el poema que Víctor Jara escribió mientras estaba detenido. También habría un mosaico, a cargo de la artista Pelagia Rodríguez, y un mural de “Mono” González, acompañado por bancas reposaderas, mesas de ajedrez y espacios para ubicar carros de comida. Al centro, frente a la puerta principal del estadio, se instalaría un memorial que recuerde a las víctimas de la dictadura.
“La idea es dotarlo del contenido que debería tener ese espacio como sitio de memoria. Hoy no existe ninguna placa que diga algo sobre la situación que le da la categoría de monumento histórico. Solo existe el cartel que dice Estadio Víctor Jara, pero tenemos que ponernos al día con eso”, explica Cristián Galaz.
El año pasado, representantes de la fundación se reunieron con el Instituto Nacional del Deporte (IND), la Intendencia Metropolitana y la Municipalidad de Santiago, pero el cambio de administración en los dos primeros dejó las conversaciones en pausa. “Estamos haciendo toda la ronda de nuevo”, dicen ahora.
“El estadio está impecable”
Al proyecto para recuperar el pasaje Arturo Godoy le sigue una pregunta obvia: ¿qué pasa con el Estadio Víctor Jara?
El 21 de mayo de 2015, en su cuenta pública, la Presidenta Michelle Bachelet dijo que para “recuperarlo como espacio de memoria y de encuentro” se diseñaría un proyecto de remodelación, con el fin de “iniciar obras durante el año 2016”.
Parecía una buena noticia, considerando la intensa agenda de conciertos que hoy recibe Santiago y la falta de espacios cerrados en torno a los cinco mil espectadores. “De marzo a noviembre lo recomendable es trabajar bajo techo y no hay ningún lugar sobre unas dos mil personas que puedas tener para un montón de espectáculos medios. Por eso, creo que le iría muy bien al Víctor Jara. Para una capital como la nuestra, tener solo el Teatro Caupolicán y luego dar un salto al Movistar Arena es muy poco”, decía entonces Jorge Ramírez, gerente de la Asociación de Productoras de Espectáculos (Agepec).
Tres años más tarde, sin embargo, el estadio sigue igual. Cercanos al proyecto de renovación recuerdan que el IND comenzó a trabajar en el anuncio, pero el proceso se interrumpió para comenzar desde cero.
Así, a inicios de 2017 se llamó a una licitación para realizar estudios previos y un diagnóstico sobre el estadio, la que fue adjudicada a la oficina Mazo Arquitectos, por más de 76 millones de pesos. Allí, un equipo de ingenieros, antropólogos e historiadores, liderados por los arquitectos Raúl Muñoz, Marietta González y Cristóbal Valenzuela, hicieron un análisis que fue entregado recientemente al IND, que ahora debe decidir si incorpora al Víctor Jara en sus proyectos de mejoramiento.
“Esos estudios arrojaron que, en términos de ingeniería, está impecable”, dice Cristián Galaz. “Hay una idea generalizada, prácticamente un mito urbano, de que el estadio está clausurado, pero en realidad no hay ningún decreto ni ordenanza municipal que impida su uso. No hay un problema de seguridad, de acceso, nada. Todo eso está en regla y el estadio está en buenas condiciones estructurales”, explica el cineasta.
¿Por qué, entonces, no se usa para eventos masivos? “Lo que ocurre es que el plan regulador no permite que se ocupe con más de mil personas, lo cual es absurdo, porque hay seis mil butacas”, responde Galaz.
De hecho, el año pasado la Fundación Víctor Jara organizó conciertos de Los Vásquez, Bloque Depresivo, Illapu e Inti Illimani, con ese aforo limitado. Para septiembre, preparan un festival llamado Arte y Memoria, que además de música contempla teatro, danza y actividades para niños. “Lo que logramos fue demostrar que se podían hacer cosas. El límite es complejo, pero primero demostramos que se puede hacer. Hay que seguir y ojalá llegar a un acuerdo, para que en algún momento ese aforo pueda crecer”, afirma.
Es decir, el estadio no está cerrado ni abandonado, pero sí subutilizado. Y su anunciada remodelación continúa pendiente, como un deja vu de las casi dos décadas que pasaron entre su anuncio y su inauguración, hace casi medio siglo. ¿Será necesario, otra vez, esperar tanto tiempo?