¿Dónde están?

  • 21-04-2010

¿Dónde están? Es la pregunta que ha rondado en forma sistemática en América Latina desde el tiempo de las dictaduras militares y civiles de derecha en el Cono Sur a partir de los años setenta. Han pasado varias décadas y como continente aún no somos capaces de responder indicando el lugar, los sucesos, los autores, el destino exacto.

¿Dónde están? Son decenas, cientos, miles. Queremos que aparezcan para darles su lugar, para que no queden borrados en el olvido.

Los familiares han auscultado servicios médicos legales, regimientos, el desierto y el mar, las montañas y los archivos judiciales, buscando indicios, estableciendo conexiones, formulando hipótesis que les permitan hacer una genealogía y reconstrucción de lo sucedido, de los últimos días e instantes, en que imaginan las mirada vivas de sus hijos, maridos, vecinos, camaradas. Jóvenes en su mayoría, portadores de proyectos y sueños de emancipación, los mejores según los sobrevivientes, arrancados del cotidiano por una máquina de Guerra que aún hoy nos pesa.

Vivos se los llevaron, vivos los queremos, fue el primer reclamo cuando la esperanza todavía resultaba verosímil. Luego el tiempo hizo su implacable trabajo, como implacable ha sido el mal código de silencio de los represores, y surgió el dónde están, gritado o clavado sobre el pecho, en carteles, afiches, fotografías, engalanando con triste rebeldía las marchas, los rogatorios públicos y protestas, los encadenamientos, las huelgas de hambre.

Las madres y viudas también comenzaron a desaparecer. Algunas tragadas por la misma operación, como en Argentina. Las más recientes, por la edad, la enfermedad, la pena.

¿Dónde están? surge la insistente interrogación, y los gobiernos de las postdictaduras se quedaron en la medida de lo posible, incapaces o faltos de voluntad de hacer frente en forma enérgica a quienes poseen la preciosa información. Se dice que los detenidos desaparecidos no tienen testigo, pero esa no es verdad. Ellos no pueden dar testimonio, excepto cuando aparecen abruptamente como Marta Ugarte, desde las profundidades del mar. Pero los otros sí pueden testificar.

¿Dónde están? preguntamos hoy, cuando sabemos que ayer fueron ascendidos, que siguieron sus carreras militares, que han viajado en comisiones de servicio, reciclados y pasando desapercibidos cual ciudadanos probos, intachables en su conducta, con una bitácora de vida limpia. Buenos funcionarios, que solo respondieron órdenes, para quienes el libre albedrío no corre, que se ven exentos de manera mágica de su responsabilidad ética y moral como seres con capacidad de raciocinio y facultad para juzgar lo que es bueno o malo, para decidir, como cualquier otro. Obediencia debida, línea de mando, o simplemente funcionario que estaba sin estar, que estuvo no estando, justo ese día, en ese momento, y al día siguiente o el anterior.

¿Dónde están? pregunto yo ahora. Y cuestiono desde la memoria traída al presente nuestra actualidad, a nombre de los muertos, pero sobre todo en virtud de los vivos. ¿Dónde están? Ahí aparecen, nunca se fueron. Son designados como directores nacionales de algún servicio o como gobernadores, teniendo nuevamente responsabilidad de mando, administrando los recursos públicos de todos, haciéndose del Estado, sin haber pagado un día con cárcel o dicho perdón, lo siento, nada. Retornan desde otra desaparición al espacio público.

¿Dónde están? Son decenas, cientos, miles. Queremos que aparezcan para darles su lugar, para que no queden borrados en el olvido.

http://manuelguerrero.blogspot.com

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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