La actividad financiera navega, pues, en ese turbulento margen de la economía, haciendo ganar o perder miles de millones a sus actores, aunque también, entregando señales -muchas veces aleatorias o especulativas- que, sin embargo, sirven a los agentes de la economía real para evaluar sus propios proyectos de inversión, reduciendo sus riesgos mediante una planificación más ajustada a los precios que dichos mercados se muestran dispuestos a pagar por determinados bienes o servicios.
Los mercados mundiales confirman que la desaceleración económica parece, pues, haber licuado el optimismo de comienzos de 2015, cuando autoridades de diversas naciones desarrolladas y organismos internacionales anunciaban “una sólida recuperación”, tras los años post crisis 2008-2009, hecho que reaceleró el otorgamiento de créditos que hoy muchas compañías no pueden servir.
Alrededor del 50 por ciento del mineral de hierro y cobre producido está destinado a China. Pero la desaceleración de la potencia reduce sus importaciones. En los hechos, la demanda de ese país por el mineral de hierro ha retrocedido a niveles de 2001, cifra similar a lo ocurrido con el cobre. Y como las perspectivas de la economía mundial se han debilitado, tampoco se prevé una recuperación a corto plazo de esos precios.
La caída de la inversión ya comienzan a sufrirla China, Brasil, Nigeria y otras 30 economías y las salidas no sólo son en acciones, sino en divisas y bonos. El rublo ruso se ha devaluado 45 por ciento respecto al dólar; el peso colombiano ha caído 32 por ciento y la lira turca ha descendido un 27 por ciento. Las monedas de Indonesia, Chile, Malasia y Sudáfrica también han sufrido caídas significativas.
Desde que los BRIC se veían a sí mismos como las futuras potencias económicas que podían quitar el protagonismo al G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá), han pasado catorce años y las últimas noticias económicas parecen poner a prueba ese futuro esplendor.
Los planes incluyen la introducción de lo que denominan “propiedad combinada”, permitiendo la inversión privada y venta de acciones en bolsa y no se esperan “resultados decisivos” sino hasta 2020. El Gobierno –dijo Xinhua- no forzará la “propiedad mixta” ni establecerá un calendario, dando a cada empresa la luz verde para los cambios de propiedad sólo cuando las condiciones lo permitan.
La decisión del 11 de agosto pasado, de desconectar el yuan del dólar, desató gran volatilidad, con caídas de mercados no vistas desde la crisis de 2008 y en las últimas cuatro semanas, los valores bursátiles promedio han mostrado fluctuaciones de hasta 5 por ciento diarias.
Si bien las cifras alimentan la esperanza de inversores en que el Banco de Japón (Central) potencie su plan de estímulo con medidas adicionales para fortalecer la economía, la reciente devaluación del yuan chino pone en riesgo su velocidad de recuperación.
Autoridades del Ejército confirmaron la presencia del tóxico químico que puede provocar grandes daños a la población. Por otra parte, los ciudadanos acusan al gobierno Chino de imponer censura comunicacional respecto del accidente.
El profesor de la Universidad de Portland, invitado a nuestro país por el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, afirmó que “muchos demócratas piensan hace tiempo que era una locura la política del boicot, pero se trataba de una inercia fuertemente basada en la realidad de los republicanos del sur”.
El consenso del mercado era que la economía china crecería del orden del 6,8 por ciento en el segundo trimestre, pero con la disminución del peso de la desaceleración del sector inmobiliario e industria pesada, pareciera que el crecimiento está en vías de un tipo de desaceleración más gradual en los próximos años.
En China, en tan sólo un mes, ha visto como se evaporan del mercado tres millones de millones de dólares, es decir, ocho veces más que la “tragedia griega”.
Por fortuna, el mercado chino tiene tras suyo al Estado, cuya situación financiera es sólida, no obstante que altos dirigentes consultados han confesado su temor de que un proceso acelerado de pérdidas, termine afectando la imagen política del Gobierno.