reducir la tasa, unido a la creciente actividad en EEUU y un menor valor del peso por el aumento de su liquidez, puede incrementar su devaluación, encareciendo las importaciones y afectando el consumo de dichos productos -relevantes en la canasta promedio-, aunque, al mismo tiempo, mejore las expectativas de resultados de los exportadores y no obstante que un menor poder adquisitivo de la moneda nacional tienda, por otra parte, a incrementar el malestar social.
Investigadores y economistas afirman que Chile no ha logrado convertirse en una potencia alimentaria porque no aporta valor agregado a sus productos. Los alimentos funcionales han desarrollado una industria incipiente en el país aunque todavía muy exclusiva, según recalcaron los expertos.
Junto a los desafíos y oportunidades que ofrece esta revolución tecnológica para los aumentos de productividad, los actores del mundo público, privado, industrial y formativo de ambos países, que exploraron estrategias y espacios de cooperación en el encuentro, apuntaron a las amenazas y debilidades que esta integración a la modernidad tiene para naciones en desarrollo como Chile.
El profesor de la Universidad de Chile afirmó que la apertura de los mercados mundiales ha derivado en un aumento de la desigualdad en países como el nuestro y que ese es un fenómeno que no ha sido suficientemente atendido por las autoridades.
La economía chilena presenta hoy una posición deudora neta con el resto del mundo de más de US$45 mil millones, equivalente a 20 % del PIB, cifra 5,4% superior al año anterior. Y aunque el guarismo es razonable si se lo compara con la deuda neta de naciones como EE.UU. China, Japón, España o Grecia, no hay que olvidar que la deuda externa total de Chile se elevó a US$156 mil millones, equivalente a 70 % del PIB, superior en 8,5% a la del año anterior.
Sin posibilidades de políticas contra cíclicas protagonizadas por un Estado que no tiene “un puto peso”, trabajadores temerosos de perder el empleo, por lo que reducen su demanda; empresarios sin la decisión confiar y arriesgar en los muchos proyectos de infraestructura que podrían mejorar la productividad nacional, pareciera que todos estuviéramos colaborando al unísono a que, muy luego, caigamos realmente en “recesión técnica”, paso penúltimo para un desorden social que materialice la profecía autocumplida, últimamente tan repetida: el verdadero desastre institucional.
Una acción combinada del Estado y del sector privado, dada la obvia salud que aún muestra el joven Chile a pesar de sus remilgos adolescentes, es el remedio para que nos comencemos a ver con mayor optimismo al espejo.
Para un Chile enredado en una fútil polémica política y con un sector empresarial cada vez más nervioso y pesimista, el aumento del déficit fiscal producto de los mayores gastos de las reformas ha terminado operando de modo contracíclico y apoyando el crecimiento económico, evitado así mayores alzas de la desocupación.
Luego que recientes encuestas aumentaran hasta 74% las probabilidades de que Gran Bretaña permanezca en la Unión Europea, los mercados internacionales iniciaron la semana con ganancias de más de 3 por ciento, tras siete días en que el fantasma del “Brexit” suscitó aversión total al riesgo, haciendo caer la renta variable, tipo de cambio y precios de los commodities en todo el orbe.
Ante un “estancamiento” en el crecimiento económico del país, el economista de la Fundación Sol, Gonzalo Durán, sostuvo que es necesario disminuir la brecha salarial para poder hacer frente a un crecimiento económico sostenido.
El TPP en particular, fue negociado durante cinco años con cláusulas de confidencialidad. Los parlamentarios chilenos no tuvieron acceso a esas discusiones y, ahora que el texto ya está firmado, solo tienen dos alternativas: votar a favor o en contra. En concreto, este tratado tiene más implicancias en la soberanía que los diferendos con Perú y Bolivia en La Haya, y es más constituyente que cualquier proceso constituyente. Ahí es donde radica la gravedad del asunto.
Una serie de operaciones fraudulentas en los mercados a futuro del cobre han sido denunciadas desde hace años ante todas las instancias judiciales y legislativas de Chile. Y nada ha pasado, excepto que las pérdidas acumuladas para el Estado chileno son por más de 21 mil millones de dólares. No obstante, esto podría cambiar ahora, pues las denuncias –primordialmente hechas por una ONG– acaban de llegar a la Fiscalía de Alta Complejidad, instancia acostumbrada a investigar la corrupción tan a fondo que la clase gobernante le teme.
La visita del Presidente de Erdogan a Chile es en el marco de su gira por Latinoamérica. En ella, el país pretende mejorar las relaciones económicas.
Los economistas creen que los beneficios de una baja del petróleo para la economía global son que los consumidores gastan la renta extra del ahorro energético de forma rápida, mientras que los gobiernos, que se quedan con buena parte de los tributos o ingresos petroleros, suelen mantener sin cambios su gasto público cuando el petróleo cae.
El economista Julián Alcayaga sostiene que el impacto de la disminución va a perjudicar las políticas públicas, por lo que deberían usarse recursos recaudados en años anteriores.
La actividad financiera navega, pues, en ese turbulento margen de la economía, haciendo ganar o perder miles de millones a sus actores, aunque también, entregando señales -muchas veces aleatorias o especulativas- que, sin embargo, sirven a los agentes de la economía real para evaluar sus propios proyectos de inversión, reduciendo sus riesgos mediante una planificación más ajustada a los precios que dichos mercados se muestran dispuestos a pagar por determinados bienes o servicios.
En las perspectivas más pesimistas, es decir, aquellos operadores que creen que la inflación terminará 2016 por sobre el 4%, seguramente hay más desconfianza sobre el crecimiento del PIB (que para éstos podría ser menos de 2%); prevén un tipo de cambio alto, en torno a los $710 promedio, el que estará presionado al alza por el bajo valor del cobre (menos que el promedio estimado por la autoridad) y, por tanto, precios de bienes importados y nacionales (sustituidores de importaciones) más altos, dada una menor oferta (por menor actividad) y demanda débil, debido al alza en las cifras de desempleo.