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La educación: una tarea postergada

Columna de opinión por Jaime Hales
Miércoles 21 de octubre 2009 19:00 hrs.


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En plena campaña presidencial y de Congreso Nacional, todavía no escuchamos medidas sustantivas que apunten a enfrentar la calidad de la educación. La discusión está siempre centrada en los recursos, la infraestructura, los sueldos de los profesores, la defensa corporativa de los colegiados para que nadie más entre en la aulas. Se construyen salas, se las dota de ciertas bibliotecas básicas, se han subido los sueldos, en todas partes hacen las clases profesores recibidos en las universidades, pero las cosas siguen andando mal.

Parece que nadie sabe muy bien lo que quiere o lo que se persigue con la formación de jóvenes y niños. Se habla de reformas y de cambios, pero no hay nadie que le ponga el cascabel al gato.

El gran error de la reforma propuesta en 1990, lo que muy pocos denunciamos entonces y aún,  es que las modificaciones pretendían iniciarse en la básica, es decir, tratando de cambiar en el más bajo nivel, sin entender que una reforma profunda y significativa necesita de líderes capaces de encabezar el proceso.

Si los mismos profesores de siempre, con su secuela de fracaso y de resentimiento, están a cargo del proceso, que para agravar más las cosas fue diseñado por teóricos de la educación sin experiencia en sala de clases, es imposible producir cambios de  verdad. El único camino para el éxito era partir por una reforma profunda de la educación superior, para que al cabo de cinco o seis años, ya pudieran aparecer nuevas personas formadas, capaces de conducir las reformas en los niveles de básica y media.

Pero no había suficiente valentía ni mínima voluntad para ello. Porque las universidades, todas, las nuevas y las viejas, han estado manejadas en términos generales por personas que se sienten poseedoras de verdades inamovibles y buscan una excelencia a su medida, sin preguntarse qué es lo que la sociedad necesita verdaderamente.

Muchos de los intelectuales chilenos miran a México como un ejemplo. Pues justamente si ellos tienen universidades poderosas y exitosas, es porque abrieron la educación superior y, mientras el Estado ponía altas sumas en las que le pertenecían, se dejaba entrar a los privados para proponer sus esquemas, sus carreras, sus sistemas. Junto a eso, surgieron muchas instituciones que no son universidades pero trabajan con personas egresadas de la enseñanza media para generar los profesionales que el país requiere.

En esta hora de Chile se clama por mirar hacia el futuro. Pero los que hoy postulan a los cargos políticos tienen miradas de corto plazo y sus propuestas tienden a satisfacer lo inmediato, pero no lo importante. Es el debate entre lo urgente y lo importante, olvidando que lo importante tiene una urgencia dramática si lo medimos en el tiempo histórico.

Chile oye poco a sus intelectuales, sus pensadores, sus académicos, sus sabios, si se permite la expresión. Para responder a las  nuevas generaciones, es necesario hacer cambios de verdad. ¿Será alguno de los candidatos capaz de cruzar la frontera de los intereses?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.