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Arica, ciudad de la eterna espera

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 22 de agosto 2011 9:24 hrs.


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Aunque Sebastián Piñera sea el presidente que más ha visitado Arica en los últimos 20 años, con cinco citas en un año y cuatro meses, la sensación de abandono no se les quita a los ariqueños.

Para este fin de semana, la ciudadanía había programado un paro, en tanto que las autoridades locales, el alcalde Waldo Sankán, una consulta ciudadana, ambas suspendidas a la espera de una mayor clarificación de los anuncios hechos hace unos días para las zonas extremas del país por parte del ejecutivo.

Desde Santiago, se escucha el clamor ariqueño como una suerte de vieja cantinela que se repite desde tiempos inmemoriales, pero con mayor claridad desde que asumieron las primeras autoridades elegidas democráticamente después de la Dictadura. Desde comienzos de los noventa, alcaldes y concejales de derecha e izquierda desafiaban a la capital. Entonces surgió la figura de la “Rosa de Aric” (sic), una simpatizante de Pinochet y luego diputada por la UDI, que logró sacar las voz de las nortinas para amonestar de manera severa a un país que buscaba crecer olvidando la importancia geopolítica de Arica.

Han pasado más de 20 años desde entonces, pero en Arica la queja es exactamente la misma. Y si entonces era como un lamento, hoy conlleva la envidia que le produce a los habitantes de la capital de la decimoquinta región de nuestro país, cuando la otrora vecina Tacna se erige como una de las ciudades más pujantes de la economía peruana, dolor que aumenta cuando parte importante de esos 50 millones de dólares son inyectados por bolsillos chilenos que acuden cada día llamados por las ofertas y oportunidades de negocio.

El mismo fin de semana en que Arica pensaba paralizar en protesta por el estado de postración en que está, se inauguraba en Tacna la FITAC 2011 bajo el lema “Integración y desarrollo”. Una feria que hasta el 30 de agosto promete al visitante, sobre todo al chileno, encontrarse con toda la oferta comercial, industrial, turística, agropecuaria, artesanal y, por supuesto, gastronómica, en un solo lugar. Una posibilidad maravillosa de estrechar lazos comerciales para quienes buscan consolidar sus negocios en la zona, pero que hiere la sensibilidad de la región de Arica y Parinacota y sus comunas como General Lagos, Putre y Camarones, que integran el cuadro de honor de las más aisladas de Chile. Por eso no sorprende cuando Jaime Tapia Lobos, Comandante de la Compañía de Bomberos de Arica, delegado municipal del Valle de Azapa  y reservista de Ejército dice que desde llegó junto a su familia desde su natal Lebu, hace más de 30 años, nunca ha puesto un pie en Tacna. Y lo dice con orgullo. “Si me gasto un peso, lo hago en Chile”. Una forma radical de hacer soberanía que enmudece y deja perplejos, sin entender nada, a los chilenos del centro y del sur.

La presencia militar en Arica es una, sino la más concentrada del país. Se pasean “de franco” por avenida 21 de Mayo y repletan los bares mimetizados como jóvenes que son, pero inconfundibles con sus nucas rasuradas. No muy lejos de allí, están los jóvenes ariqueños, parapetados en sus universidades y liceos tomados en el marco del movimiento estudiantil cuya unidad y fortaleza no tienen nada que envidiarle a sus análogos militares.

Esta semana, el ministro Hinzpeter se reunirá con las autoridades locales para explicarles más en detalle lo que el gobierno tiene pensado para la zona. Se habla de una zona franca industrial y de otros beneficios, sin embargo, aún son promesas demasiado vagas como para hacer desistir a los trabajadores y tentarlos a bajarse del Paro Nacional convocado para el 24 y 25 próximos. De aquí que las demandas sean por una política e inversión de Estado, enmarcados en una visión de integración, de paz y desmilitarizada. Conscientes de la vulnerabilidad y escaso equilibrio que significan esos maravillosos valles en medio del desierto nortino, es que exigen actividades económicas no contaminantes ni depredadoras del medioambiente.  La queja de la instalación de las semilleras en detrimento de la tradicional agricultura es una queja permanente a todo lo largo del Valle de Azapa. Tampoco quieren una termoeléctrica en la zona y por cierto, que incluyen dentro de sus demandas, la participación ciudadana en asuntos tan esenciales como el uso del agua o de suelos en zonas desérticas…en la búsqueda de que eso de “hacer patria”, sea premiado con sueldos e incentivos para surgir y no regimientos para intimidar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.