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¿Fin del petróleo barato?

Columna de opinión por Roberto Meza
Miércoles 29 de febrero 2012 7:56 hrs.


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Las principales bolsas europeas y la chilena mostraron bajas en sus últimas sesiones debido a diversos factores coyunturales, pero con un sustrato que desde hace un par de semanas está vinculado al temor frente a las fuertes alzas del petróleo y su efecto en la economía global. Según un reciente análisis realizado por el banco de inversión JP Morgan, un aumento del 10% anual en el precio del crudo puede reducir el crecimiento del PIB mundial en aproximadamente 0,15 por ciento, guarismo que se eleva a 0,42 puntos, si esos valores ascendieran 30%.

Los precios del petróleo se encuentran en una nueva espiral ascendente y ya han superado los alcanzados en mayo del año pasado, cuando el Brent europeo llegó los 124,5 dólares el barril, mientras el barril de West Texas Intermediate (WTI), que se transa en Estados Unidos, también alcanzó su máximo con hasta 110 dólares.

La pregunta clave en esta materia es si esta tendencia es coyuntural o una de más largo plazo, pues de acuerdo al mismo estudio de JP Morgan, el impacto de un mayor valor del crudo en la economía mundial es visible cuando aquel se mantiene por un lapso relativamente largo.

Responder a tal pregunta no es fácil. Desde luego, quienes estiman que se trata de un fenómeno de corto plazo señalan que los actuales precios son la resultante de las tensiones en Irán, tal como durante 2011, aquellos fueron afectados por la “primavera árabe”. En efecto, aunque históricamente el WTI y el Brent se han transado a un valor similar, desde enero del 2011 se fue abriendo una brecha creciente entre ambos. A septiembre del año pasado la diferencia entre el barril de Brent y el de WTI llegó a 30 dólares, lo que demuestra que las revoluciones en Egipto, Libia y Siria incidieron en el precio del petróleo brent, de referencia para los países europeos.

Quienes creen que el aumento del valor del crudo puede ser más permanente apuntan a lo que llaman el fin de la era del petróleo barato, pues de una parte, la oferta está ajustada debido a los problemas coyunturales descritos, pero también porque la curva de costos en los actuales yacimientos sigue creciendo y no se han puesto en marcha explotaciones que superen en corto plazo el incremento de la demanda, especialmente impulsada por la dependencia energética del petróleo los países en vías de desarrollo, que alcanza al 80% promedio, a la que se han sumado países emergentes como China e India, que amplifican los efectos de demanda versus oferta.

Así y todo, el alza del crudo podría ser la fórmula para que EE.UU. supere su declive económico, vía inflación. En efecto, como el petróleo se transa en dólares, un crudo más caro requiere de mayor cantidad de dólares en el mercado –de hecho la divisa norteamericana ha perdido valor frente al euro y otras monedas-, al tiempo que ejerce presión sobre el resto de los commodities. Con el dólar como moneda de reserva, la inflación otorga alivio a la economía norteamericana, la que en los hechos ha mostrado en las últimas semanas índices de recuperación, tanto en cifras de empleo, como de actividad, ventas de casas y autos y en confianza de los consumidores.

Sin embargo, lo que resulta bueno para Washington podría afectar la recuperación europea y el desarrollo de naciones emergentes, pues, un incremento en el precio del petróleo afecta la demanda y el consumo de otros bienes que deben adecuarse a aquel que tiene una demanda inelástica, frente a otros que pueden ajustarse, afectando así el ingreso disponible de los consumidores.

El destacado economista Nouriel Roubini, ha advertido que vivimos un momento que marca el agotamiento de los recursos fósiles, añadiendo que cualquier precio del petróleo por sobre los 100 dólares el barril podría tener efectos desastrosos en la economía mundial y en los saldos de la balanza comercial de países desarrollados, con el agravante que esas economías se encuentran hoy debilitadas y ya no hay recursos para realizar un plan de rescate como el del 2008.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.