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Que sigan los homenajes a Pinochet

Columna de opinión por Hugo Mery
Viernes 15 de junio 2012 19:32 hrs.


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Si bien los deudos de los detenidos desaparecidos no consiguieron que el gobierno negase el permiso a los pinochetistas para su acto en el teatro Caupolicán, el balance fue ampliamente favorable para aquellos. No por las manifestaciones cerca del recinto –la violencia suele ser de doble filo-, sino por la magra convocatoria e inesperadas consecuencias de la exhibición del video “Pinochet”.

Pocos partidarios se hicieron presentes. Había más adversarios en la calle y, en definitiva, un ambiente desolado, de fracaso para los organizadores.

Peor aún: la ausencia de ministros, parlamentarios y figuras del oficialismo tuvo las más inesperada de las contrapartidas, el asertivo desmarque del ministro vocero y ex senador Andrés Chadwick.  Quien fuera uno de los jóvenes símbolos de Chacarillas en 1977 se declaró arrepentido de haber sido ser parte,  partidario siquiera, de un régimen que violó los derechos humanos. Una declaración que respaldó de inmediato otra figura mayor, el ministro Joaquín Lavín, quien recordó que dijo lo mismo cuando fue candidato presidencial.

Puede que el gesto de Chadwick sea parte de la reinvención de un político, que de miembro de la institucionalidad dictatorial a pasó a ser senador de la República y secretario de Estado democrático. Puede que su carácter contenga la capacidad para los cambios: era simpatizante del Mapu en su juventud cuando fue seducido por Jaime Guzmán para ingresar a la UDI.

Que sólo 40 años después abjure de su pasado no importa. Porque en su declaración del domingo último no dice que no sabía lo que pasaba, como dijeron los alemanes que vieron pasar trenes y camiones apiñados de judíos. Chadwick se reprocha no haber hecho algo y levantado la voz, con lo que implícitamente reconoce que por lo menos algo sabía. Lo  que no admiten hasta hoy los pinochetistas comparables a esos alemanes que bajaban la vista ante las acciones de los nazis.

Los recalcitrantes de la dictadura chilena hablan de una “verdad oficial” que tiene a los héroes de la Dina y la CNI  en la cárcel y los nombres de los ultra izquierdistas en memoriales. La fugaz aparición en la TV y otros medios de oscuros y desconocidos generales y de talentos extraviados como Hermógenes Pérez de Arce puede estimarse otro triunfo para la causa anti Pinochet. Los argumentos esgrimidos a favor de éste fueron patéticos por lo pobres o por lo escandalosamente argumentativos (“Mi hermana no estuvo presa como ella dice”, aseguró el general; “los detenidos desaparecidos fueron 200 menos que los mil señalados por el informe Rettig”, escandalizó el abogado y economista).

Estos asertos destacaron más  que por suscitar agresiones, por darse en un clima donde se ha instalado una “verdad sociológica”. El clima social lo conforma una cierta apatía por estimarse que la verdad es la que fue y ya no hay mucho que discutir al respecto.

Unos efectivamente no discuten frontalmente y prefieren, como el diputado Iván Moreira, proclamar que morirán “con las botas puestas”. O como su colega y jefe de la UDI, Patricio Melero, decretar que el ministro Chadwick habló a “título personal y singular” y situar a su partido en el rol de “contribuir dentro del régimen militar” a elaborar la democracia de la que hoy gozan todos.

Los que no se limitan a reivindicar el pasado tratan de relativizarlo, para así instalarse en un presente que les es propicio.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.