Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


Escritorio

Así mataron a José Bordas


Jueves 5 de diciembre 2013 9:46 hrs.


Compartir en

Eran tiempos muy duros. No había día en que la dictadura no se cobrara varias víctimas más. Sólo dos días antes, el 3 de diciembre de 1974, en la esquina de mi casa habían matado al Nano de la Barra y a su compañera Ana María Puga cuando se dirigían a recoger a su hijito al jardín infantil. Escuché las ráfagas. Por la noche, los noticieros transmitieron la noticia escrita por la DINA. Al día siguiente, 4 de diciembre, los periódicos contaban a su modo lo sucedido.
Entre las imágenes difundidas, destacaba un retrato hablado de José Bordas. Decían que el jefe militar del MIR había escapado del enfrentamiento en el que cayó abatida la pareja y se jactaban de que los servicios de inteligencia le pisaban los talones. No era cierto, Nano y Ana María no murieron en enfrentamiento: fueron asesinados a mansalva y José Bordas no se encontraba con ellos en ese lugar.

Desde el golpe militar, la Dictadura tenía en la mira a José Bordas y esas mentiras de prensa eran un aviso: su ayudante más cercano, Leonardo Schneider (quien apareció muerto en extrañas circunstancias el 2 de octubre del año pasado, coincidiendo con el inicio de dos querellas en su contra), sería el conducto para llegar hasta él. El Barba Schneider, como era conocido en el MIR, trabajaba para el comandante Edgard Cevallos, segundo al mando del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, SIFA.

El jueves 5 de diciembre de l974 fui como enlace a un contacto con José Bordas. El preparaba un cambio drástico de infraestructura; posiblemente ya sospechaba que su ayudante trabajaba para los Servicios de Inteligencia de la Dictadura. Varios de sus compañeros, presos en el AGA, habían mandado mensajes a la Comisión Política advirtiéndoles en ese sentido.

El punto de encuentro era a las 3 de la tarde frente a la iglesia de Vitacura. José, “Marcos” era su nombre político en ese momento, pasaría en su Volvo color crema, y me recogería en la parada del micro.

Claro que ninguno de los dos sabía que el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, con cerca de 25 hombres y varios vehículos, estaba apostado en los alrededores. Entre ellos, ni más ni menos, que sus tres máximos jefes: el Coronel Horacio Otaíza, el comandante Edgard Cevallos y Roberto Fuentes Morrison, mejor conocido como el Wally.

Ellos, junto con Schneider, habían planificado cuidadosamente la emboscada. Sólo que algo les salió mal, y por partida doble, pues en el momento de mi secuestro yo me peleé a puñetazos con el comandante Campos Poblete (encargado de sacarme del lugar) y se armó tal escándalo, que quienes dirigían la operación, Otaíza, Cevallos y Waly, tuvieron que intervenir y meterme en su auto y no en el que me tenían destinado, lo que me convirtió en testigo presencial del homicidio.

En el mismo operativo, ellos mataron a un dentista del Ejército, Hugo Cerda Espinoza, creyendo que era escolta del jefe militar del MIR.

La Dictadura le temía a José Bordas: hombre de principios, consecuente, ingeniero civil, 31 años, casado, dos hijos, seis nietos, genial, generoso, sencillo, audaz, solidario, con sentido del humor, en otras palabras: hombre de una calidad humana excepcional.

José era un ejemplo para los miristas y una esperanza para quienes luchábamos contra la Dictadura. Se integró al MIR a fines de los años 60, época de grandes sueños de cambio, en Chile y el mundo; de grandes hazañas protagonizadas por los jóvenes rebeldes, la mayoría de ellos venían de la Universidad de Concepción. Así, Bordas luchó junto a Luciano Cruz, Arturo Vilabella, Bautista van Schouwen, Nelson Gutiérrez, Miguel y Edgardo Enríquez y muchos otros que abandonaron sus acomodadas vidas para luchar contra las injusticias de la sociedad.

Hoy, a 39 años de la emboscada y homicidio, la Fuerza Aérea y el Estado chileno sigue sin asumir su responsabilidad. La familia y sus compañeros de lucha, seguimos en espera de que se haga justicia.

José Bordas, con el pasar de los años, se ha convertido en el abanderado de los más de 800 miristas que entregaron en silencio sus vidas. Muchas de esas historias son desconocidas y sus luchas por un Chile y un mundo con libertad, democracia y justicia siguen más vigente que nunca.

Quienes formaron parte de su historia y de la de muchos otros, están preparando varias iniciativas para el 40° aniversario de su muerte. Entre ellas, dar a conocer su vida y su militancia a través de un libro y un documental.

Por lo pronto, mañana 6 de diciembre a las 19.30 horas se realizará un acto en el Memorial Nido 20. Allí se reunirán amigos, familiares y compañeros que compartieron con él la vida y militancia.

Aquí les va la invitación.

Beatriz Castedo

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Envíanos tu carta al director a: radio@uchile.cl