Chile posee reservas internacionales por aproximadamente US$ 41 mil millones, cuya estructura en divisas en los últimos años ha sido aproximadamente 50% en dólares de EE.UU; 33 % en euros y el resto en otras divisas. Según trascendidos de la prensa china, Chile estaría avanzando en la dirección de aumentar sus reservas en yuanes, siguiendo así una corriente de decenas de centrales del mundo que han integrado la moneda de la potencia asiática como activo líquido.
Las reservas internacionales son activos líquidos en moneda extranjera que mantienen los Bancos Centrales para apoyar su política monetaria y cambiaria y es uno de los instrumentos de que disponen para cumplir con el propósito de velar por la estabilidad de la moneda y el normal funcionamiento de los pagos internos y externos. Su objetivo es proveer en forma eficiente un acceso seguro a liquidez internacional y cautelar el patrimonio financiero del Banco. En Chile, el instituto emisor actúa en esta materia dentro del marco señalado en el artículo 38 de su Ley Orgánica Constitucional (LOC), que lo faculta para administrar, mantener y disponer de sus reservas internacionales en el exterior.
El actual régimen de tipo de cambio flotante, junto al esquema de metas de inflación, política fiscal, regulación y supervisión financiera e integración financiera con el exterior, implica que su política de inversión en reservas considere activos financieros que cumplan con los requisitos legales establecidos y un diseño en función de su impacto en los resultados y riesgos del balance financiero del Banco, así como de las necesidades de liquidez en moneda extranjera, buscando preservar el capital frente a las fluctuaciones del mercado.
Si bien el dólar sigue siendo la moneda de reserva más importante del mundo, su tenencia institucional ha ido decayendo: mientras en 2000 el 60% de estas reservas estaban denominadas en dólares de EE.UU., en 2013 representó sólo el 33% de las reservas de divisas internacionales. Aunque el FMI no informa el porcentaje de reservas mantenidas en yuanes por los países, la cuota de reservas “otras monedas” ha aumentado 400% en los últimos 10 años, cifra indiciaria de la importancia que ha ido adquiriendo el yuan en las carteras de los bancos centrales.
En efecto, de acuerdo al South China Morning Post, al menos 40 bancos centrales han invertido en el yuan chino en los últimos años, número que iría en aumento, acercando el momento en el que el yuan se transforme en una moneda significativa de reserva mundial. Entre las razones que incrementan el interés está la abundancia de lazos comerciales de China con Europa, Asia y América Latina.
En efecto, a inicios de abril, en Frankfurt, Alemania, se abrió la primera zona de comercio que transará libremente en euros y yuanes. Entretanto, Austria, Noruega, Francia y Lituania han declarado oficialmente que sus bancos centrales atesoran la moneda china. Australia, y en Asia, Hong Kong, Japón, Indonesia, Corea del Sur, Singapur, Macao, Malasia, Nepal, Pakistán y Tailandia han confirmado al yuan como moneda de reserva, mientras países de América del Sur como Chile, Bolivia y Venezuela, así como en África, Kenia, Ghana, Sudáfrica, Nigeria y Tanzania han informado que se encaminan en dicha dirección.
El billete verde parece, pues, ir perdiendo terreno y así como varios países han disminuido sus tenencias de reservas de dólares, el convenio energético suscrito la semana pasada entre China y Rusia, mediante el cual estos suministros de Moscú a Beijing serán pagados en yuanes, afectará aún más a la divisa norteamericana, en la medida que esta relevante área del comercio mundial en “petrodólares” se aparta de las transacciones de petróleo por dólares, generando una menor demanda por la divisa e incidiendo en su depreciación frente a otras monedas.
Una política monetaria expansiva que aumente la emisión de dólares por parte de la FED seguirá depreciando el dólar y aunque si bien mejora la posición competitiva de EE.UU. respecto de sus exportaciones, ajusta el nivel de vida de los estadounidenses, pues “importa” inflación, disminuye el consumo y ralentiza el empleo. Esto no es trivial, pues para el país del norte implica una más lenta recuperación, en la medida que el consumo explica más del 70% de su PIB. Para Chile, en tanto, una depreciación del dólar afecta el poder adquisitivo de sus reservas en esa moneda, así como el de sus ingresos mineros en dólares, pero disminuye el valor de las importaciones desde EE.UU., aunque, eventualmente, aumenta las de los mercados asiáticos y europeos, lo que recomienda incrementar sus reservas en yuanes y euros.