Apenas anunció el nuevo Gobierno la reforma tributaria, con la que se propone financiar “las profundas transformaciones estructurales” prometidas en la campaña electoral, la derecha comenzó a agitar la política de los acuerdos que marcaron los 20 años de la transición, incluido el anterior período de la Presidenta Bachelet.
Pero primero se propaló un panfleto de la UDI con el que el principal partido de la Alianza declaró la guerra al cambio impositivo.
Como este papel no galvanizó las fuerzas del conjunto de la derecha política y económica, empezó a prevalecer una estrategia distinta incluso a la del mandamás de la Sofofa, quien le dijo a la Jefa de Estado, en una reunión empresarial a la que concurrió como invitada, que si la reforma persistía, los capitales nacionales buscarían escenarios más favorables.
La oposición social y política resolvió deslizarse en la defensa de las pymes, los emprendedores y los pequeños propietarios de bienes –no de empresas- de la clase media, todos los cuales verían mermados sus ingresos con los ajustes tributarios.
Pero a partir de tales posiciones se ha desarrollado una línea que lleva a un creciente aislamiento de la UDI, la que insistió ahora en un nuevo panfleto en contra, esta vez de la enmienda del binominal. Renovación Nacional, en especial su candidato a la presidencia, el diputado Cristián Monckeberg, y los flamantes grupos Amplitud y Evópoli – que cuentan con varios parlamentarios- han anunciado su disposición a votar en general a favor de ambas iniciativas –ya lo hicieron con el proyecto de sufragio de los chilenos en el extranjero- y estudiar cada uno de los puntos propuestos por el Ejecutivo.
Con esto la derecha menos exaltada está agitando el fantasma del consenso para reducir los efectos más perniciosos para los intereses que el sector representa.
La antigua Concertación puede caer en la trampa, porque pese a tener mayoría en ambas Cámaras se sentiría tentada a acuerdos de consenso, morigerando la puntería inicial. Acaso el símbolo más elocuente de esta transacción permanente fueron los brazos levantados en La Moneda por Bachelet y los representantes de la Alianza, dándole a los pingüinos movilizados en pie de guerra en 2006 apenas una reforma de la ley educacional dejada por la dictadura, y no los cambios por las cuales se inició el incontrastable movimiento estudiantil en la época de Piñera.
Los alumnos tienen claro estos devaneos institucionales. Por eso mantienen vivos sus ímpetus en la calle, dispuestos a no aflojar en su lucha por una real mejor educación, llegando incluso un sector , después de la exitosa última marcha, a pedir a la Contraloría que fiscalice al ministro Eyzaguirre por “notable abandono de deberes” al no sancionar a algunas universidades que han incurrido en faltas, aunque el gobierno ha pedido facultades por ley para poder hacerlo, con efecto retroactivo.
Es cierto que la Nueva Mayoría necesitará de algunos sufragios de la derecha para lograr algunos acápites de la reforma educacional y, definitivamente, no puede reemplazar el binominal sin conseguir votos de las bancadas de derecha e independientes, ya que los quórum que se necesitan son muy altos. Justamente para avanzar en estas dos últimas materias es que el nuevo gobierno de centro-izquierda podría ceder en la tributaria.
Con tácticas panfletarias o actitudes dialogantes por parte de la desmembrada Alianza, lo claro es que los adherentes de uno y otro camino reaccionaron al unísono ante un video gubernamental que explica por qué se necesita reasignar las cargas impositivas para conseguir la equidad, tal como lo hicieron países desarrollados, que no comprometieron su crecimiento económico por sus políticas redistributivas, como demuestran los números citados en el video. Lo que más molestó a la derecha, y también a sectores de la Democracia Cristiana, incluido su presidente el senador Ignacio Walker, es que en la pieza disponible en Internet se diga que a la reforma propuesta se oponen “los poderosos de siempre” y que un empresario suele pagar proporcionalmente menos impuestos que su secretaria.
El presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, Andrés Santa Cruz, perdió la calma que había mostrado antes, para decir que el video es “injurioso” y Walker llamó a tener más cuidado con las formas, mientras que el ex ministro Eugenio Velasco aseguró que aquél salió de un sótano de La Moneda y no de la Presidencia ni de la jefatura de Hacienda, alimentando aún más el artificio de una exagerada polémica en torno a un documento por lo demás demasiado moderado.
La desviación en los medios al no privilegiar los contenidos de la reforma misma se acentuó con la intervención del adalid internacional de la defensa del capitalismo, Estados Unidos, cuyo embajador en Chile pidió “reglas claras”, obteniendo una explicación bilingüe de Bachelet (con su inglés mejor pronunciado que los de Lagos y Piñera), pero no una protesta pública ni siquiera de su canciller por esta intromisión indebida en “asuntos que debemos debatir entre nosotros”, como dijo Hernán Larraín, aunque el senador de la UDI agregó que Bachelet daba pábulo a las reacciones en contra de su proyecto.
Dentro del oficialismo se registraron también disidencias por los tributos al pisco, que no eximían a las pequeñas cooperativas productoras, pero éstas fueron acogidas públicamente por la Presidenta.
El ministro Larenas se declaró dispuesto a considerar todas las objeciones que no vayan en contra del espíritu de la reforma.
Es lo que está por verse, al igual que los casos de las tres primeras iniciativas enviadas este martes por el Ejecutivo para desarrollar su proyecto educacional, y el cambio del sistema electoral binominal.
En este último, la oposición cuenta a su favor con la fuerte impopularidad del aumento a 47 parlamentarios que conllevaría un redistritaje. Esto es más concreto que los perjuicios impositivos a la clase media. Aunque el gobierno diga que los nuevos diputados y senadores costarían cero peso por la reasignación de los actuales recursos de los parlamentarios, la oposición halla fuerte eco en que tal promesa es engañosa e ilusoria.
El redistritaje también encuentra objeciones en la Nueva Mayoría, donde algunos caudillos ven en peligro sus dominios, al absorberse sus pequeñas agrupaciones electorales por otras más grandes.
Pero en esto del binominalismo las dos coaliciones mayores siempre pecaron por igual, lo que explicaría que cuando la Concertación tuvo períodos de mayoría parlamentaria no acometió este y otros cambios. Los efectos del sistema la favorecieron también. ¿O no, senador Fulvio Rossi?