Se acerca el inicio de la Copa Mundial de fútbol. Casi todo lo que oímos estos días previos, se remite a los planteles, jugadores lesionados y resultados de los últimos partidos y entrenamientos preparatorios. Para quienes disfrutamos del fútbol esos detalles son importantes, pero hay otras cosas que no deben obviarse.
Brasil recibe el mundial en medio de un reclamo social importante que cuestiona los altos montos invertidos en los 12 estadios y la organización del campeonato. En un país donde el acceso a la salud y la educación es deficiente, la gente se pregunta ¿cúantas escuelas y hospitales pudieron construirse con dichos recursos? También hemos escuchado algunas voces indignadas por la mala organización, los atrasos en la entrega de la infraestructura comprometida y por la corrupción imperante en el país. Se han desarrollado muchas protestas (iniciaron en la copa Confederaciones) y ya se han visto violentos enfrentamientos. Además comienzan a aparecer intereses ocultos que fomentan la polarización y la violencia, buscando obtener provecho político del descontento.
El estado brasileño ha invertido una suma gigantesca de dinero para presentar estadios modernos que cumplan con los estándares internacionales dictados por la FIFA. En ese sentido, la infraestructura será una inversión maravillosa para un país que se apasiona por el fútbol. Se calcula que treinta millones de sus habitantes lo practican en alguno de sus posibles niveles organizados. En el escalón más competitivo, la selección brasileña a obtenidos cinco campeonatos mundiales siendo la más exitosa del mundo.
De fútbol los brasileños saben y tienen gente con la capacidad y la calidad para seguir creciendo. Si bien compartimos que hay problemas sociales que deben ser prioritarios y resolverse sin excusas, sería ingenuo no reconocer también que, en el ámbito futbolístico, Brasil es desde hace tiempo potencia mundial y merece instalaciones acordes a su nivel. Además, las obras incluyen mejorías al sistema de transporte y a la infraestructura turística de gran parte de país. Lo que debemos esperar es que la inversión pública fortalezca el desarrollo futbolístico del país, incentive aun más su práctica y siga llenando de jugadores de calidad a la selección brasileña y a los equipos del mundo. De lo contrario, sería un despilfarro y un gran error.
No se puede negar que la FIFA ha transformado el fútbol en una empresa inmensamente rica y poderosa. En los cuatro años que ha durado el ciclo mundial de Brasil, han ingresado a sus arcas cerca de cuatro mil quinientos millones de dólares. La mayor parte de esos ingresos proviene de las televisoras que por concepto de derechos de transmisión han pagado un estimado de mil setecientos millones. Otra gran parte la aportan los patrocinadores quienes en contratos publicitarios abonan cerca de mil trescientos cincuenta millones más. La venta de entradas ha roto récords y dejará otra enorme aportación. En premios y gastos operativos la FIFA piensa gastar dos mil millones lo que en rigor significa meterse al bolsillo la cuantiosa cifra de dos mil quinientos millones de dólares. Todo sin pagar ni un dólar de impuesto, Un negocio redondo que ha ido enajenando al deporte y ha favorecido con ello la especulación, el miedo a perder y el deterioro de la calidad del espectáculo.
Pero pese a todo lo negativo, la Copa Mundial tiene un encanto que nos vence. Versión tras versión seguimos atentos los designios de las diferentes selecciones nacionales. Allí se reúnen los mejores exponentes del mundo. Jugadores y entrenadores que representan a sus países y anhelan convertirse en los campeones. Elegimos nuestros favoritos y celebramos o sufrimos con ellos. Lo maravilloso del mundial en mi parecer, no son los reflejos ni las banderas, mucho menos los billetes. Lo de menos incluso es quien gana. El mundial de fútbol nos brinda la oportunidad de compartir con personas de todos los rincones del mundo que se apasionan por la misma actividad que nosotros. Es una oportunidad para conocer otros sistemas, métodos, experiencias y estilos. Nos permite hablar en un lenguaje común. En definitiva, es una tremenda oportunidad para derribar barreras y acercarnos. Ojalá que al final gane el mejor y ojalá que los que nos representan se acerquen a eso. Pase lo que pase lo disfrutaremos. Es el Mundial.