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El arte de birlibirloque

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 3 de noviembre 2014 17:36 hrs.


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Dice el director de la Real Academia de la Lengua que la situación es dramática. Que debido a los recortes de los que ha sido objeto en los últimos años la tradicional institución que dirige, están con el agua al cuello. Pero que está consciente que en un país con seis millones de cesantes, “hay cosas que por solidaridad están antes, como la educación, la investigación y la sanidad”. José Manuel Blecua es bastante directo y no se viene con ambages y retrata el cuadro financiero de la RAE de la siguiente manera: en el año 2008 tenían una subvención del Estado cercana al 60 por ciento de un presupuesto que ascendía a casi cuatro millones de euros al año, y para el ejercicio de 2014 y también 2015, contarán con solo un millón 600 mil euros, respectivamente. Cifras que acá son consideras como siderales para la inversión cultural, en España son migajas.

Nos condolemos con la situación de España, pero nuestra caridad no comienza por casa, como en el caso del filólogo. Preferimos que nuestros Fondos de Pensiones, el dinero que mes a mes engrosamos a través de nuestra cotización individual y obligatoria, emigre más allá de los Andes antes que permitimos que se convierta en una inversión que dé trabajo a nuestros cesantes y así vigorice a nuestra economía. Preferimos que el dólar suba y abulte los ingresos de los exportadores, en lugar de fortalecer el peso chileno y acceder todos a los productos importados con más poder adquisitivo. Como que la bencina que utilizamos es una de las más caras del continente en un país que opta porque los habitantes paguen además, por circular en carreteras exclusivas antes que robustecer el transporte público. Enarbolando la idea de la libertad para elegir, nos hacen creer que la condena a una mala educación y a una pésima salud es más una opción de cada cual que un diseño cruelmente predeterminado.

Esto es el arte del birlibirloque, es decir, el arte de hacernos creer que las cosas aún siendo malas las podamos considerar como buenas. Es el arte del encantamiento que subyuga nuestras mentes al punto que llegamos a pensar que si tenemos esa mala educación, ese mal sistema de transporte público y esa pésima salud, es porque lo merecemos y que, por supuesto, podrían ser peores. Y como estamos aislados por los cuatro costados y los que viajan se emboban con playas de arenas blancas más que con la educación gratuita o el precio de los libros en el extranjero, seguimos pensando que las cosas son así, aquí y en la quebrada del ají.

Lo que hemos ido perdiendo, sin darnos cuenta, no son solamente esos pesos debido a los permanentes errores de cobranza por parte de bancos y empresas de servicios, sea gas, agua o electricidad. Lo que hemos ido perdiendo, no a gotas, sino que a raudales, es el sentido de la dignidad, esa excelencia para tratarnos a nosotros mismos y a los demás.

Parece que la sensación de que se están aprovechando siempre de nosotros, con un mal servicio y caro, por ejemplo, es que preferimos hacernos los dormidos en el bus antes que abrir los ojos y dar el asiento a la mujer embarazada o al anciano. El caso del chofer que detuvo el bus que conducía, que salió de su asiento y se lo cedió a una joven en cinta hasta que un pasajero se dignara a hacer los mismo, retrata el nivel de ensimismamiento al que hemos llegado. Porque en el país del arte del birlibirloque, el chofer aparece como un loco que se pasea como un orates junto a los que siguen pensando que se puede exigir una educación gratuita, pública y de calidad.

Y como de diccionarios y de libros no somos entendidos, más aún cuando son extranjeros, ya que sobre ellos no solo pesa el IVA del 19 por ciento sino además los impuesto de internación, es que ni sospechamos que el Diccionario de la Academia pone como segunda acepción de birlar, el matar o derribar a alguno de un golpe, con escopeta, ballesta u otro instrumento. Que es lo que hacen los prestidigitadores del poder en estas latitudes con nuestras ilusiones y el sentido de dignidad que llevamos dentro.

Y a pesar de los recortes, la RAE publica un nuevo Diccionario de la Lengua Española, la 23ª edición de un libro donde las palabra dignidad y birlibirloque no se confunden.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.