El vaso medio lleno

Chile sigue siendo, pues, un país de oportunidades. Hay un amplio espectro de sectores que están aún en su etapa inicial y que tienen enormes posibilidades de desarrollo, como alimentación (piscicultura y pesca, frutas, vinos, aceites); forestación y sus derivados; servicios, que aprovechen las buenas instalaciones de telecomunicaciones y calidad del sistema financiero; transportes, ampliando puertos y terminales de acopio, mejorando carreteras productivas que mejoren el comercio nacional y regional; turismo, entre otros.

Chile sigue siendo, pues, un país de oportunidades. Hay un amplio espectro de sectores que están aún en su etapa inicial y que tienen enormes posibilidades de desarrollo, como alimentación (piscicultura y pesca, frutas, vinos, aceites); forestación y sus derivados; servicios, que aprovechen las buenas instalaciones de telecomunicaciones y calidad del sistema financiero; transportes, ampliando puertos y terminales de acopio, mejorando carreteras productivas que mejoren el comercio nacional y regional; turismo, entre otros.

No obstante las dudas que generaron las grandes clasificadoras de riesgo internacionales como Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch, a raíz de su incapacidad para prever la crisis financiera de 2008, sus análisis sobre la situación económica de las naciones sigue siendo un elemento clave en las percepciones de los inversionistas a la hora de tomar decisiones. De allí la importancia que mantienen sus mediciones.

En un marco de incertidumbre mundial como la que se ha vivido desde el 2008, sus informes suelen inducir las expectativas sobre economías nacionales de buena parte del orbe, pues es sabido que las clasificadoras cuentas con información de primera línea, al ser parte de conglomerados financieros internacionales que están auscultando diariamente el desarrollo económico, entre ellos Rockefeller, Buffet, Mc Graw Hill, Gates, Hearst, entre otros.

A raíz de la reciente visita de la Presidente Bachelet a Europa y sus declaraciones respecto del futuro de Chile, se suscitaron en el país contradictorias valoraciones de economistas y políticos de diverso signo, respecto de las posibilidades de nuestra economía en los próximos dos años, generando dudas entre el público sobre qué ocurrirá realmente en los próximos meses. Como se sabe, las expectativas suelen tener fuerte influencia en la generación de realidades en ambientes de incertidumbre, razón de más para invitar a la prudencia en sus dichos a quienes tienen algún grado de autoridad en estas materias.

Sin embargo, a nivel internacional, la mirada sobre Chile dista mucho de manifestar dudas. En efecto, mientras a nivel global las clasificadoras de riesgo han reducido desde 18 a solo 10 el número de economías denominadas “Triple A”, es decir, seguras, solventes y serias, y han sacado de esta lista de excelencia a naciones como Dinamarca, Finlandia, EE.UU., Reino Unido, Francia u Holanda, Chile se ha mantenido sobre el nivel “A” en las tres principales: S&P (AA-); Moody’s (Aa3) y Fitch (A+), las mejores cuartas notas que otorgan estas entidades y que significa que la deuda chilena tiene calidad alta y bajo riesgo. Chile ocupa en este aspecto el primer lugar en América latina y por eso sus empresas consiguen crédito más barato.

Por su parte, destacados CEOS y economistas de organismos internacionales como Daniel Pinto, de la banca de inversión de JPMorgan y Álvaro Rojas, director ejecutivo del FMI, han afirmado que la desaceleración de la economía chilena es problema de ciclo –más allá de las reformas sociales y políticas que se llevan a cabo- al tiempo que apuntan a que las inversiones extranjeras que se están realizando en Chile demuestran la confianza existente en el país. De hecho, el Catastro de la Corporación de Bienes de Capital (CBC) presenta proyectos de inversiones por unos US$ 100 mil millones (33% del PIB de Chile) en el quinquenio 2013-2018, de las cuales US$ 56 mil millones corresponden a Antofagasta (60% minería) y Santiago, seguidas por Tarapacá, Atacama y Bio Bio, por casi US$ 22 mil millones.

Chile sigue siendo, pues, un país de oportunidades. Hay un amplio espectro de sectores que están aún en su etapa inicial y que tienen enormes posibilidades de desarrollo, como alimentación (piscicultura y pesca, frutas, vinos, aceites); forestación y sus derivados; servicios, que aprovechen las buenas instalaciones de telecomunicaciones y calidad del sistema financiero; transportes, ampliando puertos y terminales de acopio, mejorando carreteras productivas que mejoren el comercio nacional y regional; turismo, entre otros. Todos pueden multiplicar la capacidad exportadora chilena, añadiendo tecnologías que aumente su productividad y competitividad, considerando los amplísimos mercados futuros por explorar en China y Asia en general. Chile puede aumentar su actual potencial de exportaciones desde el 32,6% del PIB actual a lo menos al 45% a que llegó en los años 2006-2007 y alcanzar el 50% del PIB, de Alemania.

Sin embargo, hay que recordar que las razones por las cuales subsiste esta confianza internacional en Chile, más que por sus potencialidades económicas –que son pequeñas, pues apenas representa el 0,3% del PIB mundial- responden a que el país ha sabido realizar sus cambios y adecuaciones estructurales dentro de un marco institucional base que no ha puesto nunca en duda el respeto a los derechos de propiedad, la validez de sus contratos con los inversionistas y la vigencia de un Estado de Derecho con división de poderes independientes que aseguran a quienes arriesgan en el país que no sufrirán medidas discrecionales o arbitrarias que afecten sus patrimonios por razones políticas o normativas.

Mantener ese capital es clave para la estabilidad económica y, en consecuencia, política futura, lo cual debe ser asegurado tanto por dirigentes políticos, como empresariales, así como por especialistas y académicos que sepan distinguir entre la legítima polémica partidista y/o de intereses, de las declaraciones de guerra que terminen sacando del campo “por convivencia” al conjunto de los jugadores.





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