En conversación con Radio Universidad de Chile, el integrante de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) Ramón Llanquileo acusó a la administración de Michelle Bachelet de agudizar la política de represión, “pese al compromiso de la Presidenta de generar una relación con el pueblo mapuche distinta a la del gobierno de Sebastián Piñera”.
Llanquileo, quien es considerado por muchos como ex preso político en democracia -por los años de prisión que cumplió por el ataque al fiscal Mario Elgueta en el llamado “Juicio de Cañete”-, se refirió también a la forma en que el poder económico “instrumentaliza al Estado para garantizar la seguridad de sus inversiones”. En ese sentido, aseguró que mientras esto no cambie “la relación de gobiernos de derecha, de centro o de izquierda no va a variar mucho”.
Ejemplo de esto último es lo sucedido durante este periodo de gobierno, en el que “nada ha cambiado. Todo lo contrario, vemos que la política de represión que se daba con balines de goma, disparos de pistola, hoy está siendo más descarada y están derechamente disparando con fusiles a las comunidades”.
También criticó el abordaje del tema mapuche del ex intendente de La Araucanía Francisco Huenchumilla, denunciando que su postura era netamente discursiva. “Huenchumilla cantaba la música que la gente quería escuchar (…) pero la lógica de la opresión seguía y sigue siendo la misma, entonces no hubo ningún cambio”.
A su juicio, es fundamental situarse en la historia para poder entender y resolver el conflicto. En 1893, cuando los mapuches fueron incorporados al Estado chileno, se inició la atomización del pueblo, “ya no con una guerra dura, salvaje y cruel, sino con una guerra menos dolorosa”. El desarrollo de la política de integración es calificada como un elemento cruel que hoy “da muy buenos resultados”.
Producto de ello, advirtió que solo si logran pelear y avanzar en un proceso de reconstrucción nacional, y de liberación, tienen proyección como pueblo, de lo contrario estarían destinados a desaparecer, principalmente por el sistema capitalista y las políticas impuestas a partir de la dictadura, situación que ha agudizado el individualismo y el egoísmo en las comunidades. “Nos han metido el veneno adentro y eso ha significado peleas por espacio, la competencia y el individualismo a gran escala”.
Al ser consultado si la idea de “liberación nacional” implica independencia, explicó que ellos han sido bastante cuidadosos en plantear derechamente esa alternativa, porque implica contar con una fuerza social amplia, donde “por decir un número, un 80 por ciento del pueblo mapuche quiera asumir el proceso”.
Para Llanquileo la pelea actual es contra la industria forestal, un sector empresarial que, denuncian, cuenta con poder absoluto en la zona. La idea es romper el sistema de opresión y recuperar espacios con la reconstrucción de lof (territorio) y, también de los aylla rewe (territorios ancestrales): “Tenemos que ser realistas. No tenemos la fuerza para la independencia hoy día, quizás nuestros hijos la puedan tener, pero no nos negamos a esa posibilidad”.
En esta lucha aparece como eje fundamental la repolitización del pueblo mapuche, dejando fuera la práctica paternalista al interior del pueblo mapuche. Por lo mismo, reiteró la propuesta que ha realizado la CAM de levantar su propio proceso, sus definiciones políticas, sus propios conceptos, sin desconocer que ha habido otras experiencias en el mundo de liberación de los pueblos oprimidos.
En esa línea, dio una mirada crítica a la izquierda chilena. “Ha sido bien mezquina, incluso ha actuado de forma negligente al no ver al mapuche como un sujeto que tiene sus propios elementos para conducir su lucha, y eso significa respeto”. Como ejemplo, afirmó que la gente CAM no está metida en el mundo sindical diciéndoles a los dirigentes cómo tienen que hacer su proceso. Sí indicó que siempre tiene que haber solidaridad en los conflictos coyunturales, pero debe ser como era antes “a cambio de nada, por solidaridad pura”.
Finalmente, Llanquileo se refirió a los tres frentes ante los que combate la CAM: el primero, la confrontación directa contra las empresas forestales y los grupos económicos más importantes; en segundo lugar contra el asistencialismo del Estado, usado como instrumento para generar dominación; el tercer enemigo son los grupos políticos que buscan tergiversar el mundo mapuche, tratando de dar conducción de mala manera. “Es la razón por la que el Estado nos persigue desde el 97, porque ve peligroso que una organización tome fuerza, y que esa organización no sólo valide las formas tradicionales, sino que también este dispuesta a hacerlo de una manera más radical y confrontacional”.