En conversación con Radio Universidad de Chile, el ex intendente de La Araucanía también criticó el actual manejo del tema indígena y se refirió a la falta de conducción del gobierno y las diferencias al interior de la Nueva Mayoría.
¿Cómo está viendo usted el diálogo y el proceso de debate que se ha generado sobre el proceso constituyente?
Una cosa es el derecho de tener una nueva Constitución como hecho político, que toda sociedad se organice mediante un conjunto de reglas sobre la distribución del poder, que es la Constitución, ya que en Chile, históricamente, nunca hemos tenido una fijación de las reglas del juego que nos involucre a todos.
Ese es el fondo, cuando se pide asamblea constituyente se está usando un concepto que asusta mucho y que muchos descartan plenamente por ignorancia, pensando que se trata sólo de una junta en el Estadio Nacional. La asamblea constituyente es un Congreso representativo, elegido conforme a la ley, en la medida que exista una ley. Es verdad que en nuestro país hay una discusión jurídica respecto de la procedencia, pero la asamblea constituyente es una decisión política de hacer una nueva Constitución con participación de todos.
Eso es lo primero, ahora, Chile necesita pasar por un proceso de legitimación de sus reglas del juego, porque no tenemos consenso en un montón de cosas: en la economía, el rol del Estado en la economía, no tenemos consenso en los pueblos originarios, en la Salud, en la Educación, etc. Entonces, evidentemente, hay una necesidad de buscar ese consenso, en eso estamos de acuerdo.
Ahora, este proceso mismo que se está llevando a cabo, como proceso de debate me parece bien, pero como proceso político lo encuentro engorroso, poco claro. No sé a dónde van a conducir estos cabildos. A mí, en esa experiencia, en principio, me produce muchas interrogantes, no encuentro que sea un proceso ordenado y que me permita a mí decir que puede ser exitoso.
Pero como en esto hay que ser de buena leche y tirar energías positivas, espero que le vaya bien, que sea un buen resultado y que nos permita al final de todo, llegar a un acuerdo en el que tengamos una nueva Constitución, porque si va a ser un ejercicio simplemente como vía de escape que queda en nada, estaría mal, pero quiero ser positivo y espero que al gobierno le vaya muy bien en este proceso.
¿Es usted partidario de una asamblea constituyente?
Si, por supuesto, porque creo que eso significa, ni más ni menos, que la Constitución la hagamos todos. Una asamblea constituyente no es sinónimo de un proceso descabellado, desordenado, inorgánico, de juntar a 500 mil personas a que hagan lo que quieran en los distintos estadios, no. Los procesos constituyentes tienen su reglamentación, requieren acuerdos políticos, pero requieren también de una decisión política que en Chile no existe
¿A qué cree usted que se debe esa impresión del desorden que genera la asamblea constituyente que, por cierto, ha llevado a algunos actores políticos a compararla con el proceso político venezolano?
Yo veo eso en la oposición, pero también en sectores dentro de la Nueva Mayoría. Creo que es porque hay un cierto prejuicio sobre qué hacer una asamblea constituyente sería un poco como volver a la Revolución Francesa y abrir una caja de pandora donde todo puede suceder. Claro, la Revolución Francesa terminó decapitando al rey y a la reina, entonces la gente se forma prejuicios.
No es así, hay procesos de asamblea constituyente muy ordenados y no tenemos por qué hacer las cosas desordenadamente. La virtud de la asamblea constituyente es que la gente participa y siente que ese cuerpo legal básico, ha sido hecho por todos. Eso le da una profunda legitimidad. Es tan simple como eso. No se trata de derrumbar al Estado, de terminar con la estructura del Estado y generar una sociedad del caos. Eso no es una asamblea constituyente.
Y allí, ¿cómo buscar la vía para incorporar las demandas de los pueblos indígenas en la Carta Fundamental?
Hay dos cosas, una es la mirada que pueden tener los pueblos indígenas y sus estrategias para lograr su incorporación al Estado y a este pacto político que es la Constitución. Esa es una mirada desde los pueblos, cómo hacen un diseño, una estrategia, para ser tomados en cuenta, ser actores políticos.
Pero aquí lo que estamos hablando es de la acción del Estado, de los partidos políticos, de la elite que entienden que la Construcción de un Estado moderno en el siglo veintiuno requiere reconocer la diversidad y la existencia de los pueblos originarios en función de tener la unidad política desde el Estado, basada en la diversidad cultural y de origen.
Es una necesidad política y, por lo tanto, del sistema político, independientemente de la estrategia que puedan tener los pueblos originarios con respecto al Estado. Es el Estado el que se da cuenta que necesita una estrategia, como la necesita también respecto de muchos temas. Si tenemos miles de kilómetros de mar, el Estado tendrá que tener runa política estratégica respecto al uso del mar o de la cordillera, o de sus minerales, o de la agricultura, o del desierto, etc. Lo mismo pasa con los pueblos originarios, vistos como un factor de cohesión dentro de la gente, que es un elemento esencial como componente del estado: la gente, es básico.
¿Usted cree que el Estado se da cuenta de que tiene que tener una estrategia?
No, yo te digo al tiro que no. Si el año 89 se habló de reconocimiento constitucional y todavía no pasa nada es porque, como dije antes, no hay consenso en Chile respecto de este tema. No hay consenso sobre los pueblos originarios. ¿Quiénes deben dar el consenso?, sus clases dirigentes, los partidos políticos. No hay y al no haberlo no pasa nada.
¿Y allí qué pasa?, porque estamos en este momento de debatir sobre la incorporación de los pueblos a la futura Constitución y hablando hasta de plurinacionalidad, pero por otro lado seguimos con la postura policial, ayer mismo hubo una reunión entre el ministerio del interior, la Fiscalía, Carabineros y la PDI…
A mí lo que me llama la atención es como una colación de centro- izquierda es tan poco movedora para tener una política respecto a los pueblos indígenas y la violencia política que no sea la estrategia del garrote, cosa que han venido haciendo todos los gobiernos de los últimos 20 años. ¿Cómo una coalición política progresista de centro- izquierda, como sería la Nueva Mayoría no puede innovar sobre la siempre política represiva que se ha visto en La Araucanía y el Biobío?
Hay una pobreza intelectual, porque dile al tonto que tiene fuerza… entonces simplemente la represión es lo más sencillo “esto es un fenómeno delictual, de delincuencia, de orden público y eso sería todo”. Entonces yo digo: “Pucha, que pobreza intelectual tenemos desde el punto e vista político si no somos capaces de entender la naturaleza del problema que tenemos. Este es un problema político y los problemas políticos se resuelven con más política, no con los carabineros, los jueces y los fiscales. Entregarles a ellos su resolución es estar totalmente equivocado.
Hay frases del actual Subsecretario del Interior que son exactamente las mismas que utilizó el ex ministro del ramo de Sebastián Piñera, Rodrigo Hinzpeter…
Por eso digo, yo no veo cuál es la diferencia entre la política de la derecha y la de una coalición de centro-izquierda, es la misma: el garrote, esa es la política.
¿A qué cree que se origina tanta resistencia a abordar el tema desde lo político’
Ignorancia completa. No han leído la historia de Chile, no han leído la historia de los procesos en otras partes del mundo. Ignorancia y prejuicio. Yo no sé que podrán hacer algunos señoritos del barrio alto que están a cargo de este proceso… ¡Nada pues!…
Y bueno, hoy seguimos haciendo diagnósticos Intendente. La actual autoridad local de la Región de La Araucanía está realizando los llamados “diálogos ciudadanos” que han sido bastante criticados. ¿Cómo se entiende eso?
Cada gobierno hace estos diálogos, lleva gente amiga, que va a conversar con los intendentes y los ministros, y cuando los ministros llegan allá les regalan una manta y les tocan la trutruca, es un show, no estamos haciendo política, tenemos un déficit con eso.
La existencia de violencia política significa que hay un sector en Chile que prescinde de la metodología del diálogo, para el gobierno eso debiera ser un tema sumamente grave, sumamente preocupante, y no pensar que esto simplemente lo soluciona recurriendo a Carabineros. El show de hecho, genera más violencia política.
Al dejar usted la intendencia llega Andrés Jouannet, quien dice que no hay un conflicto en la zona y apunta a la pobreza, a mirar una región golpeada, postergada.
Bueno, cambió el discurso, así es siempre. El discurso que yo tengo es que es un problema político, y ahora el gobierno dice que es un problema policial. O sea hemos retrocedido 20 años en esto.
¿Cómo se explica eso?
Yo lo explico porque hay un desconocimiento y dentro de la coalición han prevalecido los sectores más conservadores en la materia.
Bueno, hemos visto ese tránsito en temas, no sólo el asunto mapuche, sino que en Educación, Salud…
Yo creo que el gobierno perdió un poco la brújula cuando se le cuestionó el funcionamiento del programa. El programa de Michelle Bachelet no era un programa revolucionario, era un programa de reformas simplemente y mucha gente le cuestionó y empezó a hablar de la gradualidad de las reformas…. ¡Si Las reformas siempre son graduales de por sí!…
Yo creo que lo que hubo allí fue un problema de gestión política, de gestión de las reformas. Eso significa hacer las cosas bien técnicamente, significa acumular apoyos, neutralizar a los adversarios, conversar con la oposición, volver a revisar, en la medida que no se desnaturalicen los objetivos políticos, porque un programa son objeticos políticos. Educación de calidad y gratuita no es un conjunto de proyectos de ley, es un fin político, ahora, para hacerlos operativos, se requiere gestión política. Yo creo que por allí el gobierno se perdió.
¿Y es sólo responsabilidad del gobierno?, ¿qué pasa con los partidos?
Bueno son los partidos los que llegan al poder a través de sus personeros más representativos. Aquí, el que llegó al poder fue la Nueva Mayoría con un liderazgo que es el de la Presidenta de la República. Por lo tanto, cuando uno habla del gobierno, habla del conjunto de los partidos que accedieron al control del Estado. Por lo tanto, la responsabilidad es de la coalición.
¿Cuánto cree usted que influyó allí la pugna que hemos visto entre la Democracia Cristina y el Partido Comunista?
Mira, en esa materia… la política es un arte difícil y al interior de los partidos cuesta buscar acuerdos y entre partidos también, es normal, hay una competencia regulada o desregulada, pero ese es el ejercicio de la política y, por lo tanto, el papel de los liderazgos es a partir de esa realidad, tratar de buscar los acuerdos y superar las deficiencias, pero no hay una política celestial, la política es lucha por el ejercicio del poder y, en consecuencia, siempre van a haber dificultades, no existe el paraíso en la policía, por lo tanto es natural que los partidos tengan todas esa divergencias, eso no me asusta.
La sabiduría de los liderazgos es, a partir de esa realidad, buscar los mínimos consensos que permitan avanzar y para eso hay que mojarse cierta parte del cuerpo, y para eso hay que tomar decisiones, no hay que ser agüita perra, hay que mandar, para eso hay que decidir.
Falto liderazgo para conducir el proceso de reformas que, en definitiva, tampoco era tan revolucionario…
Exacto.